La tozudez de Carles Puigdemont ha hecho perder la mayoría parlamentaria al bloque independentista, al negarse a aceptar la interlocutoria del juez Llarena y resistirse a la interpretación de la misma que hicieron los servicios jurídicos del Parlament. Por segunda vez en esta legislatura, el presidente de la cámara catalana, Roger Torrent, y ERC, se han rebelado ante las exigencias del legitimismo que les empujaban descaradamente a la desobediencia. El gobierno de coalición presidido por Quim Torra sigue teóricamente en pie, pendiente de los presupuestos.

ERC había pedido a JxCat “rigor y honestidad” para abordar la substitución de los diputados procesados y no complicar la situación de excepcionalidad de la política catalana, lo hizo desde la tribuna del Parlament y desde la cárcel de Lledoners mediante una nota de Oriol Junqueras. La Mesa del Parlament, con el apoyo del PSC, acabó por rechazar la simple delegación de voto pretendida por JxCat. Sin embargo, Puigdemont, desoyendo a sus socios de gobierno, impuso su tesis contraria a la fórmula aceptada por ERC para substituir a Junqueras y a Raúl Romeva. El ex presidente prefirió instalarse en la retórica y que su grupo perdiera cuatro votos a atender las peticiones republicanas, consiguiendo lo que ni tan solo el juez Llarena pretendía: la pérdida de la mayoría parlamentaria.

La monarquía se salvó de ser reprobada gracias a la maniobra de Puigdemont y también porque en esta resolución los Comunes prefirieron abstenerse, mientras que votaron a favor del referéndum pactado, vinculante y con mediación internacional, una fórmula que niega reiteradamente el gobierno Sánchez, sostenido por Podemos. La última sesión del pleno de política general, aplazado inútilmente por los independentistas para alcanzar un pacto sobre la substitución de los diputados procesados, estuvo condicionado por el nuevo equilibrio de fuerzas provocado por JxCat, que deja a los grupos que apoyan al gobierno en 61 diputados, lejos de la mayoría absoluta.

Una vez salvado como han podido este pleno, ERC y JxCat se preparan para dilucidar cuál de las dos fuerzas perjudica en mayor medida al proyecto soberanista con sus estrategias irreconciliables y sus pésimas relaciones personales. Tienen sobre la mesa un ultimátum de la ANC para que se aclaren sobre la república catalana antes de Navidades o dimitan; el presidente de la Generalitat tiene presentado su propio ultimátum al PSOE para que acepte el referéndum de autodeterminación o se atenga a la inestabilidad en el Congreso, aunque tal vez la amenaza tenga efecto boomerang dada su discutible influencia en los grupos parlamentarios de PDeCAT y ERC en Madrid; además, Quim Torra deberá cargar a partir de ahora con la condición de autor de un delito de odio prescrito, según el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, por haber comparado con bestias “a las personas de Cataluña que no comulgan con sus idees”, en un artículo escrito en 2012 titulado La llengua i les bèsties.

ERC lanzó un SOS perfectamente audible a los Comunes y al PSC para salvar los presupuestos autonómicos, una hipótesis rechazada por Torra en el caso de los socialistas. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, propuso este fin de semana, un pacto a tres bandas entre estos partidos para aprobar conjuntamente los presupuestos de Sánchez, los de la Generalitat y los del Ayuntamiento de Barcelona aunque aquí los que se resisten son los socialistas muy dolidos con Colau por la ruptura del pacto municipal. El PSOE y Podemos necesitarán los votos de los diputados soberanistas para sacar adelante las cuentas del Estado si consiguen primero superar sus  diferencias y habrá que comprobar hasta qué punto Moncloa está dispuesta a asumir los riesgos de imagen de un quid pro quo con el independentismo en materia presupuestaria.

Este panorama entrelazado de correspondencias entre gobiernos en minoría tiene su mayor obstáculo en el sector legitimista del PDeCAT, poco dado a las consideraciones tácticas del gobierno del día a día como ha quedado demostrado en el Parlament, y en el entorno mediático del independentismo más radicalizado que difícilmente tolerará ningún acuerdo con los socialistas en el Parlament o en el Congreso que no contemple el futuro de los dirigentes encarcelados. De momento, están ensayando el acoso implacable con ERC y Torrent por no haber transigido con la tozudez de Puigdemont en negar la realidad.