Definitivamente, Miquel Iceta ha marcado el ritmo de la campaña electoral catalana. No solo el ritmo en sentido estricto – ya nadie duda de su capacidad, o voluntad, para el baile – sino el ritmo argumental, hasta ahora plano y previsible por parte de los demás candidatos. Su última aportación ha sido el reconocimiento de estar dispuesto a pedir el indulto para los políticos independentistas encausados. Su planteamiento es sencillo: si de verdad queremos restañar heridas será necesario dar muchas vueltas al caldero de la imaginación en caso de que se produjera una sentencia condenatoria de cárcel.

Sentencia que es más que probable que se produzca, más allá del respeto a la presunción de inocencia. Si el independentismo introdujera algunas dosis de lógica en su  movilización permanente – numantinista, ciega, de secta - admitirían que nadie se va de rositas después de saltarse una Constitución, ni en España ni en el resto de países democráticos de nuestro entorno. El propio borrador de Constitución de la supuesta República Catalana habla a las claras de que todo catalán debe acatarla y respetarla.  Igual que las sentencias de los Tribunales superiores republicanos. Pero las rupturas que no quieren para ellos las aplican a los demás.

Ocurra lo que ocurra después de Navidad, la famosa desconexión unilateral debe ser remplazada por la desconexión emocional. Será imposible avanzar un solo paso en la búsqueda de soluciones con un país y unos políticos al borde de un ataque de nervios. Será preciso que los unos pidan la amnistía para los supuestos condenados y otros den manguera de agua fría a la caldera de la movilización permanente tan bien organizada por la Assemblea Nacional Catalana y Ómnium Cultural y rigurosamente rodada por las cámaras de TV3.

Y aquí es cuando aparece Iceta, el político catalán más creíble cuando habla de la recuperación del “seny” y convertir dos bandos irreconciliables en un solo país con intereses generales por encima de la diversidad política.  Por increíble que parezca en una campaña electoral, es el único que saca a diario sobre la mesa la agenda social. Un país, sea comunidad autónoma o república, no avanza en el siglo XXI si no pone proa a las urgencias sociales. Sanidad, Educación, servicios públicos, sueldos, concertación laboral y económica, investigación… El líder del PSC saca una de esas carpetas olvidadas cada vez que habla en campaña. Incluso se permite incluir iniciativas externas como la que le ha propuesto la presidenta balear, Francina Armengol, sobre la inspección masiva de contratos laborales para evitar el alto grado de fraude que contienen, ya detectado en las Islas, y mejorar así las condiciones laborales de los trabajadores.

La imaginación al poder más que nunca. “En tiempos de crisis, la imaginación es más importante que el conocimiento”. Einstein dixit. O al menos dicen que dixit. En todo caso, el pensamiento rutinario, y ya no digamos el jurídico o el sectario, no sirven como cirugía de urgencia en sociedades rotas.