Cuando a Mariano Rajoy las cosas le vienen mal dadas, véase el caso Gürtel, suelta a algunos de sus palmeros como maniobra de distracción. Lo malo es que en el ardor del encargo, esos elementos hacen daño. Es el caso del ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, quien, en su caterva de exabruptos, ha arrojado alguno de mucha gravedad.

“El Gobierno trabajará hasta que el último de los etarras se arrepienta”, ha insistido para que nadie olvide que el Ejecutivo sigue dispuesto a “combatir a ETA hasta que se disuelvan, entreguen las armas, pidan perdón y paguen la deuda”.

¿Era necesario en estos momentos un mensaje que no menciona que ETA ha dejado de asesinar, cuando la sociedad vasca y una buena parte de la española se recuperan de tantos años de dolor y muerte y buscan ampliar el espacio para la concordia? Tales afirmaciones son más propias de mentes estrechas y cicateras.

No es la primera perla del amigo Zoido, quien dedica todo el tiempo que puede a imaginar actos en Sevilla –su tierra- para alargar su estancia allí el fin de semana, más allá de lo que la prudencia aconseja.

No es de extrañar que su fiel lugarteniente y amigo, Gregorio Serrano, director general de Tráfico, siguiera desde su piso en la ciudad del Guadalquivir la crisis producida por el temporal de nieve que dejó aislados a centenares de conductores en la AP-6. En su descargo dijo que disponía de todos los dispositivos tecnológicos necesarios. Mientras, el ministro disfrutaba del fútbol en el estadio del Sevilla, Ramón Sánchez-Pizjuán.

Zoido, quien dedica todo el tiempo que puede a imaginar actos en Sevilla para alargar su estancia allí el fin de semana, más allá de lo que la prudencia aconseja

Distracción, tras distracción, para despistar. Es decir, el PP en la diana de la corrupción con personajes a los que no se sabe si calificar de tontos de remate o de obsesionados por el vil metal. Sin olvidar algunas de las mejores hazañas de Zoido, como montar la que montó en Cataluña con el despliegue policial del 1-O, sin ni siquiera haber encontrado las urnas. La respuesta policial a aquellas movilizaciones ciudadanas será recordada. O el desatino de alojar a las fuerzas de seguridad en un crucero con el diseño del pajarito Piolín, como inolvidable emblema de la ocasión.

Claro que si no es suficiente con Zoido, Rajoy tiene alternativas. Sin ir más lejos, el portavoz del PP en el Parlamento europeo, Esteban González Pons, cumple de sobra este papel de apartar la mirada de lo que está pasando, mediante torpes chascarrillos que dicen poco de tan alto representante de nuestro país en Bruselas. Con el último, ha equiparado el procés con el chavismo y comparado a Puigdemont con Le Pen. El nivel político da igual, el asunto para Rajoy Brey es utilizar a sus huestes como ilusionistas capaces de hacer desaparecer el problema con unas palabras mágicas.

Pero esos personajes, como Zoido o González Pons siempre están dispuestos a lo que sea menester. El desastre que provoquen importa menos que los grandes titulares con los escándalos de la Gürtel.