La mesa de negociación sobre el conflicto catalán largamente esperada se reunirá finalmente. La sesión constitutiva se celebrará en un formato diferente al pactado, sin orden del día, con las espadas dialécticas en alto, sin aproximaciones previas, sin muchas más expectativas que la de acordar la continuidad de las reuniones porque las dos partes solo coinciden en un extremo: no levantarse de la mesa antes que sus interlocutores. De no mediar un cambio de actitud significativo, la mesa para hablar del conflicto acabará siendo un nuevo problema político complementario al de fondo que acabará con la escasa confianza existente entre los dos gobiernos.

Luigi Pirandello puso sobre un escenario a 6 personajes que buscaban un autor; aquí son 16 actores los que comparecen ante el público sin guion, arriesgando la propia empresa que todos dicen defender. La promoción de la obra está siendo desconcertante. El gobierno Sánchez prometió estrenar la mesa antes de acabar febrero, el presidente Torra se hizo el sueco y solo reaccionó cuando su interlocutor fijó unilateralmente una fecha que no le venía bien; acordado el día y la hora, la Generalitat se desentendió de lo que durante meses fue su gran reivindicación y que ERC había conseguido, una reunión entre gobiernos; Moncloa pasó por alto esta incongruencia para no dar motivos a la cancelación y en última instancia también dieron por buena una convocatoria sin orden del día.

La composición de las delegaciones ha sido la penúltima provocación de Quim Torra para poner a prueba la paciencia de Pedro Sánchez, a estas alturas convertido ya, junto con ERC, en el gran defensor del diálogo sean cuales sean las condiciones del mismo. Es fácil imaginar la reacción del gobierno catalán si a 48 horas de la reunión, el presidente del gobierno central hubiera incorporado a su lado de la mesa a un par de representantes de PSOE y Unidas Podemos sin cartera ministerial. Como poco habría sido acusado de faltar al respeto a los acuerdos establecidos y al pueblo catalán, habiendo de soportar una amenaza de suspensión de la convocatoria por su falta de voluntad política.

La reconversión de la negociación entre gobiernos a una mesa mixta de gobierno y partidos decidida por Torra, o mejor dicho por Carles Puigdemont para situar en la delegación a personas de su confianza, viene a ser un acto para subrayar que de ninguna manera el presidente de la Generalitat está sujeto a las pretensiones del gobierno central, aunque dichas pretensiones hubieran sido exigencias suyas no hace tanto. ERC sigue a la cola del pelotón de JxCat, aceptando todos sus estirones, desde el día que fueron amonestados por desleales sin expresar la mínima crítica.

La ausencia de un orden del día consensuado resulta más significativo porque es una manera de mantenerse cada uno en sus posiciones de salida, a pesar de saber que la otra delegación las rechaza de plano. Los papeles previos constatan la distancia sideral existente entre sus horizontes, presagio de malos augurios. Por parte de Sánchez, los 44 puntos de su agenda para el reencuentro, una oferta de afinamiento del gobierno autonómico que ha sido directamente desdeñada por la Generalitat por considerarla materia de comisión mixta rutinaria. Por parte de Torra, la trilogía de exigencias (autodeterminación, amnistía y mediador) aprobadas por el Parlament con los votos de ERC conocidas y negadas por los portavoces socialistas.

¿Por qué se reúnen pues? Para poder decir al mundo que el diálogo ha comenzado. A Pedro Sánchez y a Miquel Iceta les conviene hacerlo, a Pablo Iglesias también, a Oriol Junqueras y a Pedro Aragonés les interesa, incluso a Carles Puigdemont le puede venir bien poder decir a sus interlocutores internacionales que está negociando directamente con el gobierno de España aún sabiendo que de esta mesa tiene poco que esperar dadas sus complicadas circunstancias personales. A Torra le será suficiente poder aguantar unas cuantas reuniones, hasta que se pronuncie el Tribunal Supremo sobre su inhabilitación, sin haber tenido que renunciar formalmente a la trilogía que no deja dormir a Sánchez.

La vicepresidente del gobierno, Carmen Calvo, lo reconoció abiertamente, el mejor orden del día, es sentarnos. La portavoz de la Generalitat, Meritxell Budó, no tuvo ninguna dificultad en aceptar que ir sin orden del día es una manera de presionar a la contraparte para hablar de su trilogía y además un modesto nuevo acto de desobediencia, no hacer caso a las supuestas imposiciones de calendario y agenda de Moncloa. Tras todos estos juegos de manos, permanece agazapado el riesgo real de un fracaso en el primer intento de negociación, pactado como contraprestación a una investidura y estrenado en plena pre campaña electoral en Cataluña.