ERC y JxCat han roto su silencio para confirmar lo que todo el mundo sabe, que no están de acuerdo. En esto coinciden plenamente. Para los republicanos la culpa es de la división interna en el partido de Carles Puigdemont y para los seguidores de éste, la razón de la parálisis es la falta de propuestas concretas por parte de Pere Aragonés. Traducido al lenguaje común, los republicanos se resisten a consensuar con sus socios la línea política a seguir respecto del gobierno de Pedro Sánchez. En este frente, la discrepancia entre ambos partidos es substancial; los unos son socios parlamentarios de PSOE y Unidas Podemos y los otros están alineados decididamente en la oposición.

Los negociadores de ERC comparecieron para rogar con un punto de exasperación el final de la inacabable etapa de las excusas para no cerrar un acuerdo de gobierno, fijando el 1 de Mayo como fecha límite para el pacto; la portavoz JxCat, Elsa Artadi les respondió con la mejor de sus sonrisas burlonas: “menos declaraciones y más negociaciones”.  La escenificación de las diferencias coincidió con la aparición en diversos puentes de las autopistas catalanas de muñecos ahorcados con carteles de ERC, JxCat y CUP, acciones amenazadoras hasta ahora reservadas a PSC, Ciudadanos y PP. El radicalismo se impacienta por el retraso en la declaración  de la independencia, reclamando la aplicación del 52% de los votos obtenidos el 14 de febrero.

El ritmo de la negociación lo está dominando el partido de Puigdemont. El expresidente y sus seguidores no tienen prisa, les importa relativamente el gobierno autonómico (salvo para preservar los beneficios laborales de sus afines) y su objetivo prioritario es socavar el liderazgo de Aragonés, pretendiendo que este acepte que su colaboración con el gobierno de Sánchez no tiene futuro. ERC no tiene plan B porque demoniza al PSC y les horroriza la eventual repetición de las elecciones. Su prioridad es acceder a la presidencia de la Generalitat y enlazar con Lluís Companys, 80 años después.

Los republicanos no tienen escapatoria y así van cediendo a las exigencias del legitimismo, tales como el papel de Puigdemont y la aceptación del concepto del “nuevo embate” contra el estado (propiciado por CUP y JxCat). ERC estará buscando una construcción retórica para conjugar la defensa de un acometimiento impetuoso contra el estado y la práctica del dialogo con el gobierno de dicho estado o una fórmula para contemporizar con las prisas de JxCat para repetir los errores de 2017.

El desacuerdo entre ERC y JxCat es vigilado de cerca por la CUP, sabiendo que al final conseguirán gobernar juntos. Los antisistema no dejan pasar ocasión de recordar a los republicanos que en caso de modificar el contenido de su pacto para congraciarse con los herederos de CDC, las bases de las organizaciones anti capitalistas deberán volver a votarlo, una amenaza explícita a la pérdida de la mayoría parlamentaria para el nuevo gobierno. La renta básica universal, la banca pública o la reconsideración de la política de energías renovables acordadas por republicanos y CUP producen alergia en las filas legitimistas que desconfían de la lealtad de sus futuros socios respecto del Consell per la República, aunque este flanco esté en vías de solución con la creación de un nuevo estado mayor del independentismo más o menos relacionado con el consejo de Waterloo.

Este largo paréntesis ha servido para que la ANC recuperara algo del protagonismo perdido y lance su nueva aportación estratégica o su recomendación imperativa al futuro gobierno independentista: primar la presentación de Cataluña como “país ocupado”, abriendo un contador “de los crímenes de estado” que a su juicio comete permanentemente el Estado español contra los catalanes.

Paradójicamente, a quien le viene mejor esta fase de empantanamiento en las negociaciones entre ERC y JxCat es a Pedro Sánchez. Al coincidir con la larga campaña electoral en la Comunidad de Madrid, al presidente del gobierno central le incomodaría cualquier requerimiento concreto por parte de sus socios republicanos para contentar a JxCat. Difícilmente podría atenderlo estando como está enfrascado en convertir a la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso en la alternativa a Pablo Casado, a riesgo de perjudicar las aspiraciones del candidato socialista. Estando los independentistas ensimismados en lo suyo probablemente hasta mediados de mayo, el frente catalán vive una tregua muy beneficiosa para concentrarse en la batalla de Madrid.