Esta pandemia que padecemos está poniendo en cuestión algunos principios que siempre se habían considerado esenciales y básicos en la vida política. Son los de la corresponsabilidad y la lealtad mutua. Se trata de unos principios que requieren un respeto estricto y permanente entre fuerzas políticas distintas. Sin este respeto la vida política se vuelve aún mucho más complicada de lo que ya suele ser.

La corresponsabilidad y la lealtad mutua son unos principios esenciales tanto en el seno de una coalición de gobierno como entre administraciones públicas e incluso entre fuerzas políticas claramente contrapuestas. Y esto sucede sea cual sea el nivel territorial correspondiente: municipal, comarcal, provincial, regional, autonómico, estatal… Esta primera gran crisis sanitaria global nos lo ha vuelto a demostrar.

Sin un respeto estricto a estos principios básicos las coaliciones de gobierno no funcionan. Lo estamos viendo a diario en el Gobierno de la Generalitat que aún preside Quim Torra, con constantes enfrentamientos -sordos y no tan sordos, a menudo grotescos- entre las dos formaciones coaligadas -JxCat y ERC- y hasta en el interior de uno de estos grupos políticos, con agudas disonancias entre los miembros de JxCat más relacionados con Carles Puigdemont y aquellos que se mueven todavía en lo poco que queda ya de la extinta CDC pujoliana, esto es el PdeCat. Solo les une aún el simple sostenimiento en el poder, ya que unos y otros aspiran al liderazgo político, y por tanto electoral, en el muy amplio y difuso movimiento independentista: JxCat para mantenerlo, ERC para arrebatárselo y conquistarlo. Es obvio que estas confrontaciones constantes dificultan en gran medida lo que debería ser la gestión gubernamental, como ocurre de manera flagrante con la crisis del Covid-19.

También se han dejado ver algunas disonancias entre PSOE y UP, los dos socios del Gobierno de España presidido por Pedro Sánchez, el primero de  coalición que hemos tenido en nuestro país desde el restablecimiento de la democracia en nuestro país. Han sido diferencias más o menos puntuales o anecdóticas, casi siempre basadas en la necesidad que ambas formaciones tienen de marcar su propio territorio. Pero la implacable y feroz oposición de las derechas hispánicas les ha servido siempre de factor aglutinante, de punto de unión imprescindible ante unos adversarios comunes.

Distintos son los casos de las muy diversas fuerzas políticas que sumaron sus votos en la moción de censura constructiva que sustituyó a Mariano Rajoy por Pedro Sánchez, e incluso de las que con posterioridad ratificaron la investidura presidencial del líder socialista. Con más o menos matices, ERC, PNV, BNG, MP, Compromís, EH-Bildu, PRC, NC o TE negocian sus pactos puntuales con el Gobierno, en ocasiones amenazan con retirarle su apoyo, pero al fin y al cabo todos de un modo u otro están condenados a entenderse.

Es innegable que el PP no ha asumido todavía que en una situación de auténtica gran emergencia nacional -y nadie en su sano juicio puede negar que la actual pandemia sin duda alguna lo es- también las fuerzas de la oposición tienen que asumir sus propias cuotas de corresponsabilidad y lealtad mutua, es obvio que sin tener que renunciar por ello al ejercicio del control al Gobierno ni a la crítica a su gestión. Del mismo modo que el Gobierno está obligado a facilitarles toda la información para que puedan ejercer sus funciones de oposición desde la corresponsabilidad y la lealtad. Así parece haberlo comenzado a entender C’s, una vez consumado el traumático trance de la transición del liderazgo de Albert Rivera al de Inés Arrimadas, que ensaya un ejercicio de equidistancia que le puede dar sus frutos. Muy distintos son los casos de tres fuerzas en apariencia tan distintas y distantes como Vox, JxCat y las CUP, que se sitúan extramuros del sistema sin renunciar por ello a sus cuotas de representación institucional.

No obstante, donde mayor gravedad y trascendencia entraña esta grave falta de corresponsabilidad y lealtad mutua, en la situación actual de la política española, es en la relación entre el Gobierno de España, las comunidades autónomas y también algunos grandes municipios. Sin llegar a los extremos de lo que sucede en Cataluña, las relaciones institucionales entre casi todas estas administraciones públicas distan mucho de ser las mínimamente exigibles no ya en una situación de crisis como la actual sino incluso en una situación de plena normalidad. Ello es así incluso sin hacer distinción de partidos políticos, porque se han producido discrepancias públicas muy notorias entre autonomías con gobiernos de PP y C’s con el apoyo de Vox, pero también con gobiernos socialistas o basados en coaliciones progresistas, sobre todo de PSOE y UP, con el Gobierno de España, integrado por estas dos formaciones.

Sin corresponsabilidad, esto es sin responsabilidad compartida y asumida por ambas partes, y sin lealtad mutua, y por consiguiente recíproca, la vida política se convierte en algo mucho más difícil, en ocasiones muy lamentable. Nos convendría a todos tenerlo en cuenta ahora y sobre todo cuando comencemos a vivir en la “nueva normalidad”. Hoy, en la nueva reunión por vía temática que el presidente Pedro Sánchez celebrará con los presidentes de todas las comunidades autónomas españolas, todos y cada uno de ellos tienen una muy buena oportunidad para asumir tanto la corresponsabilidad en las decisiones a adoptar como la lealtad mutua en su aplicación.