Dicen en un periódico monárquico de la derecha, un poco enfadados, que mientras todos los de su generación han cogido la puerta, especialmente la de la cárcel de Soto del Real,  Arenas no tiene donde ir y sigue en el machito “matando” por sus siglas; también que posee una fascinante (sic) capacidad para denigrarse, porque está entrampado (sic) (tal vez mejor atrapado?) en el peor agujero de la vanidad: no sabe irse.

Todo viene a cuento por la victoria de Soraya en Andalucía, que de paso es la de Bonilla y de paso es  y sobre todo la de Arenas. Esta última parte del guión,  la parte sobre todo Arenas, se ve que no ha gustado mucho. Y así leemos que Javier sufre “paranoia endogámica” y es el “mejor perito de la oposición” y el “patriarca de la gaviota andaluza”. Y barra libre para rematar:  “nunca un perdedor con tan amplio historial de derrotas logró mantenerse en el bienestar de la política sin responsabilidades durante tanto tiempo”.

Bueno, bueno, bueno, cómo está el nivel en la gente de misa diaria y fiestas de guardar. Que la mugrienta progresía y sus periodicuchos sedicentes intelectuales se despachen contra Javier Arenas y sus habilidades lisonjeras para abanicarse con el poder desde hace (sic) 40 años, está en el guión de la correcta formulación de la existencia política, es más, de la exigencia política.

Pero que la brunete mediática de uno mismo le arree de esta manera inmisericorde, sólo nos puede llevar a una conclusión: esta gente se ha venido arriba con entusiasmo converso por las primarias y, ya puestos, prefieren matarse vivos por derecho que andarse con mariconadas dialécticas.

Es cierto que en los corrillos, a propósito de la puerta de Soto del Real, se oye mucho el latiguillo  tipo “que listo Javier, todos pringados menos él; sale por los pelos indemne de todas y mira que ha estado en fregados”. Y se oye con punto de mala hostia y si no que pregunten por la casa de la Quinta de Marbella. Vale. También es cierto lo de la vanidad y lo de no saber irse: tan sólo hay que citar de corrido a los padrinos de los últimos dos siglos: Clavero, Fraga, Aznar,  Rajoy y ahora Soraya. Lo suyo no ha sido nunca infidelidad. Se llama fidelidad consecutiva.

Ahora bien, quietos parados, escribirle “patriarca de la gaviota andaluza” es una canallada destinada a conectarle en el pasado con aquella foto en la puerta del Palace de Madrid muerto de sonrisa nuestro Javier mientras un limpiabotas le hacía la faena para pasar a la historia como cortijero andaluz.

Y me ha gustado nada que se escriba “nunca un perdedor con tan amplio historial de derrotas”, sin citarme. Toda la Andalucía desde Pulpí a Ayamonte sabe que la carrera imparable de exitosas derrotas de Javier Arenas es el relato más amado ( y logrado) de mi modesta  trayectoria profesional. Y aunque no pongo reparos a su uso, incluso sin citarme, sí que me molesta en los adentros de una madre esa manera tan esquinada y navajera.

La victoria de Soraya/Bonilla/Arenas, sobre todos Arenas, en Andalucía, garantiza el orden natural de las cosas: ganar Arenas garantiza a Bonilla de candidato, que garantiza a su vez que perderá con Susana, que garantiza a su vez que será una de esas derrotas felices y con sonrisas a las que estamos tan agradablemente acostumbrados, menos, parece, los propiamente abecedarios. La verdad, una no sabe de qué se quejan. Aquí mi admiración interminable: Yo, Javier, el Único, el Inmortal.