Vox vuelve a estar enfadado con el Gobierno andaluz de PP y Cs: dicho en lenguaje castizo, se siente toreado por unos socios parlamentarios que parecen haber olvidado a quién le deben el poder del que disfrutan.

Azules y naranjas están desatendiendo la parte más embarazosa de los compromisos adquiridos con Vox en junio del año pasado, cuando los tres partidos firmaron un pacto que Cs intentó vender a la opinión pública como un acuerdo del Gobierno autonómico con la formación ultra, y no como lo que todos los observadores interpretaron que era: un pacto a tres que dejaba el futuro del PP y Cs en manos de Vox.

Un año después de aquella foto de los consejeros de Hacienda (PP) y Economía (Cs) con el líder del Vox Alejandro Hernández -la foto que solo unos días antes el imprudente portavoz naranja Sergio Romero había descartado diciendo que si Vox quería una foto que se fuera buscando un estudio para hacérsela- los ultras están descontentos. Una insatisfacción a la que, por lo demás, puede que no sean ajenos los sondeos nacionales que reiteradamente presagian un incremento del apoyo electoral al PP en detrimento de Vox.

Las quejas ultras

¿Y cuáles son las quejas del partido de Santiago Abascal, que han tomado cuerpo no solo en las ruedas de prensa sino en el propio Parlamento autonómico, donde por dos veces en dos semanas Vox ha votado junto a la izquierda y en contra de PP y Cs?

El portavoz ultra Alejandro Hernández tomaba nota esta semana –“lo tendremos en cuenta”- de las “medidas provocativas” adoptadas en el Consejo de Gobierno del martes 30 de junio: la inclusión de nuevos enclaves en el Inventario de Lugares de Memoria Democrática; las subvenciones para reforzar la atención integral a las víctimas de violencia de género, cuando “sigue sin estar operativo el teléfono 900 para la violencia intrafamiliar un año después de pactarse"; o la declaración institucional del Gobierno por el Día Internacional del Orgullo LGTBI, “un brindis al sol” que solo sirve para promover la creación de “más chiringuitos” a costa del dinero público.

Moreno remolonea con los ‘chiringuitos’

No acaba ahí el memorial de agravios de Vox. Su portavoz advertía con irritación que ha llegado la hora de empezar a cerrar entes de la ‘administración paralela’ de Junta: si el presidente Juan Manuel Moreno quiere tener Presupuestos en 2021, tendrá que hacer suya “una lista con los entes instrumentales que deben ser cerrados” y que Vox está ultimando.

Hasta ahora, el Gobierno autonómico no ha dejado de remolonear con este compromiso, limitándose a clausurar entes que apenas tenían dotación presupuestaria o de personal. Vox quiere cierres de entes de verdad con presupuesto y personal de verdad, pero el Gobierno andaluz es consciente de que ello desencadenaría o bien una cascada de despidos o, más probablemente, una cascada de movilizaciones sindicales y contenciosos judiciales de incierto desenlace.

El presidente parece haber comprendido ahora que contrajo con Vox compromisos cuyo cumplimiento es más problemático de lo que sus prisas por asentarse en San Telmo habían imaginado.

Uno de esos alegres compromisos fue el cierre del Consejo Consultivo de Andalucía: ¿va a cumplir lo prometido?, le preguntó Alejandro Hernández esta semana en el Parlamento, aludiendo a que el pacto que su partido firmó con PP y Cs obligaba, cierto que “de manera genérica”, a “la eliminación de organismos superfluos”, entre los cuales se incluye el Consultivo en opinión de Vox.

La respuesta de Moreno Bonilla debió aumentar más que aplacar la inquietud de Vox. El presidente dijo que el Consejo Consultivo es un organismo autónomo del Gobierno, que se creó por prescripción del Estatuto de Autonomía, que ha emitido 157 dictámenes durante el estado de alarma y que su trabajo es “de gran relevancia”. En lenguaje castizo: que no piensa suprimirlo.

‘Quiero ser Feijóo’

Vox ha decidido forzar a Moreno a dar el volantazo a la derecha al que el presidente tanto se resiste porque es consciente de los riesgos de una maniobra de tal envergadura.

El inquilino de San Telmo intuye que difícilmente podrá renovar su mandato en las próximas elecciones autonómicas si no preserva un cierto perfil moderado que espante definitivamente el miedo a la derecha que sigue latente en una amplia franja del electorado andaluz, que en conjunto todavía bascula claramente hacia la izquierda; si ese miedo no desaparece de aquí a 2022, la movilización de los votantes del PSOE, Izquierda Unida y Podemos daría al traste con las esperanzas de Moreno de convertirse en el Feijóo andaluz.

Ayer precisamente el líder andaluz hizo campaña en Galicia en favor de su compañero de partido y exhibió sin melindres su identificación con el presidente gallego: "Yo confío en Alberto Núñez Feijóo y digo públicamente que yo copio políticas de Alberto Núñez Feijóo, un espejo y un referente en el que se miran muchos presidentes autonómicos a la hora de gestionar (…) su modelo de gestión es el de la sensatez, el equilibrio, la honestidad y el sentido común”.

Riesgo de motín

A Vox debieron de olerle a cuerno quemado las palabras de un Moreno que no ocultaba su admiración por esa ‘derechita cobarde’ que tanto desprecia la formación neofranquista.

Y es que el problema que tiene Moreno para ser Feijóo se llama Vox. Las prisas mostradas esta semana para que el PP y Cs cumplan los compromisos contraídos no son un buen presagio para Moreno.

Su travesía hacia la tierra firme de una reelección siguiendo la estela de Feijóo no va a ser plácida porque Vox se ocupará de que no lo sea: si la nave no vira de una maldita vez a estribor, la marinería ultra podría amotinarse contra el timorato capitán.