Una de las preguntas sin respuesta clara a propósito de la ‘posguerra’ socialista es si siguen existiendo los dos bandos que se enfrentaron en las primarias de mayo donde ganó holgadamente Pedro Sánchez frente a Susana Díaz.

En teoría, una vez concluida la guerra, el Partido Socialista tiene un secretario general que es de todos, pero las circunstancias orgánicas y territoriales en que Sánchez se hizo con el mando de la organización están dificultando mucho ya de por sí delicado el proceso de pacificación interna.

Motivos para ser sectario

Esas dificultades de normalización se ven agravadas tanto por la profundidad de las heridas sufridas por los combatientes en el campo de batalla como por la gestión indisimuladamente sectaria que Sánchez está haciendo de su victoria: un sectarismo tal vez inevitable en quien salió vivo de milagro de aquel Comité Federal del 1 de octubre de 2016 donde sus confiados adversarios creyeron haberlo matado para siempre.

Una posguerra desigual

La posguerra, en todo caso, no está siendo igual en todos los territorios del socialismo español. Al norte de Despeñaperros no existe ya el susanismo: de hecho y a la vista de los pobres resultados de la presidenta andaluza en las primarias, parece que nunca existió demasiado.

Sin embargo, eso no significa que haya dejado de haber dos bandos, se llamen estos como se llamen: el valenciano Ximo Puig lo sabe bien, pues los sanchistas quisieron hacer valer en las primarias locales su victoria en las primarias federales, si bien fracasaron estrepitosamente en su arriesgado intento. En Valencia, las primeras las perdió, en efecto, Susana pero las segundas las ha ganado Ximo.

Intercambio de embajadores

¿Y Andalucía? Andalucía es el verdadero campo de pruebas del sanchismo y del llamado ‘nuevo PSOE’. La organización que lidera Sánchez no será la máquina política y electoral altamente fiable y a pleno rendimiento que fue en el pasado mientras Ferraz y San Vicente –sede del PSOE andaluz– no restablezcan las relaciones anteriores a la guerra, algo que, de poder hacerse, se haría muy poco a poco.

Ambas sedes socialistas actúan como países que han firmado un armisticio pero no la paz: en realidad, ni Andalucía tiene ‘embajadores’ en la cancillería federal del partido ni esta los tendrá al término del Congreso Regional del PSOE andaluz del próximo fin de semana, donde el sanchismo verá defraudadas sus expectativas de trasladar a los órganos de dirección y representación el 30 por ciento de votos obtenidos en Andalucía en las primarias.

Aún quedan asaltos

Públicamente, el sanchismo andaluz mantiene un perfil más bien bajo, aunque eso no significa que haya arrojado la toalla. Tal vez baje provisionalmente los brazos para tomarse un respiro, pero no arroja la toalla, consciente de que sus adversarios tampoco van a quitarse los guantes así como así.

Y es que al combate todavía le quedan bastantes asaltos: el sanchismo andaluz va perdiendo por puntos, pero no está nocaut ni besará la lona mientras Sánchez no le dé la orden de hacerlo.

Una nación sin Estado

Si en el XIII Congreso Regional que reelegirá a Susana Díaz el sector crítico tendrá solo un 10 por ciento de delegados es porque su fuerza real en el partido es exactamente esa y no otra. Y además no va a serle fácil superar ese listón, tanto por razones numéricas como propiamente ‘diplomáticas’: el sanchismo es una nación sin Estado, de manera que formalmente no puede librar guerras ni declararlas.

No es solo que sus seguidores en Andalucía sean pocos y no estén suficientemente articulados, es que el ‘Gobierno’ susanista se niega a otorgarles la consideración de ‘Estado’ de pleno derecho con el que negociar de igual a igual. De hecho, días atrás intentaron esa negociación 'formal' para garantizarse una cuota de representación digna en el cónclave de dentro de cinco días, pero se encontraron con la rotunda negativa de San Vicente. 

Un puñado de rebeldes

¿En nombre de quién habláis cuando llamáis a las puertas del PSOE de Andalucía? ¿En nombre de Pedro Sánchez? ¡Pero si Pedro Sánchez también es nuestro secretario general!, preguntan los oficialistas a los sanchistas desde la dirección regional.

Los representantes andaluces de la victoria nacional del 21 de mayo tendrán que conformarse por ahora con practicar una cierta guerra de guerrillas (que, ojo, no es lo mismo que hacer la guerra por su cuenta): hoy por hoy son un puñado de rebeldes, con Kiko Toscano y Alfonso R. Gómez de Celis al frente, con capacidad para algún que otro susto al ejército regular susanista, pero sin opciones reales de inquietarlo y mucho menos de vencerlo.