A veces y ante mis ojos mi altocargo se convierte en un señor bellísimo. Una belleza tamizada por las tardes de otoño: madura, sabia, fuerte, masculina y serena. De alguna parte de su biografía saca un puñado de colegas a la derecha, gente encantadora por lo demás, muy de barra y tuteos y muñecas abrazadas de banderas, todas rojigualdas. Allí estábamos viendo llover tras los cristales del gastro-bareto en el plan siguiente:

–Uno dijo que era muy fiable la encuesta que dice que la suma de Huanma y Marín está en el límite. Invitó a una ronda.

–Otra dijo que a ella no le va ni le viene la política pero que no es razonable que un partido gobierne tantos años, que eso no es bueno, que la alternancia es la clave, que la gente se adormece y acomoda y no deja pasar al aire. Todo ello en un tono inevitablemente avinagrado, que restaba verosimilitud a su reiterado desinterés por la política. Como aquel personaje de Berlanga: independiente, o sea, como mi padre, o sea, de derechas de toda la vida.

–Otra, más en vinos y cháchara, dijo que Susana no soportaba a Pedro ni Pedro a Susana por mucho teatro de abrazos de precampaña que se hicieran. Y acariciaba la entonación de cada uno de los dos nombres propios para que supiéramos que  “lo sabía”.

–Un cuarto, más de escuela de negocio y pañuelo en el bolsillo superior izquierdo de  la chaqueta, nos anunció solemnemente que el lastre de la cultura de la subvención atrapa a los andaluces en un bucle fatal.

En ello que mi altocargo llenó las copas, tomó la palabra y dijo con una sonrisa cautivadora:

1.- La vida empeora y mejora al mismo tiempo, también en Andalucía. No hay explicaciones sencillas, pero no voy a dejarme arrastrar por esta oleada de regreso a lo peor del pasado que, como siempre, suele llamarse patriotismo.

2.- Pero si yo fuera de derechas y no soportara el tufo a bocata de atún con tomate que sale de San Telmo, me haría la pregunta al revés: ¿cómo es posible que la derecha andaluza no haya gobernado en, para ser exactos, 36 años?

3.- El manual para perder siempre las elecciones trae una sola recomendación: no dude, a ser posible en campaña o precampaña, en insultar a la gente a la que le va a pedir el voto. No falla nunca. Perderá seguro.

4.- Guillermo Kirkpatrick, un diputado pepero de extrema derecha que Fraga colocó de cunero en Granada: iba en carretera, se acercaban a un pueblo, había humo, imaginó catástrofe, quiso llamar y tal vez llamó a los bomberos, protección civil, ambulancia, policía. Conforme el coche se fue acercando comprobó con decepción  a los lugareños quemando sarmientos, una especie de tradición ancestral. Lo cual que no pudo contener la rabia y abrió la ventanilla y dijo a voz en grito: ignorantes, palurdos, catetos. Tal vez sería exagerado llamarlo supremacismo.

5.-  Zoido y Nieto en las cabeceras de Sevilla y Córdoba no han sido colocados para reforzar las nulas posibilidades de Huanma el pobre sino para tomar las medidas del ataúd de su cadáver político.

Lo que vino después fue silencio y carraspeos. Después unas copas de cava. Después seguía lloviendo. Después un poco de indignación coral, coño, que hay que ser estúpida para llamar retrasados a los niños andaluces y repaso al manual para perder elecciones. Después me dije que me seguía gustando mucho ese hombre.