Señalando traidores.- ¿Traidor? Veamos: el político más odiado por el franquismo sociológico (Fraga dixit) no era el comunista Carrillo; no era el socialista Alfonso Guerra, aunque ganas le tenían a rabiar. Los cachorros del fascismo hubieran estado encantados de llevar al paredón a Adolfo Suárez, al que consideraban, no sin acierto, el caballo de Troya de la liquidación del régimen. En aquellos días, el evangelio de Suárez traía una mercancía de pactos, acuerdos, transacciones, negociaciones y consensos que hoy les hubieran parecido mariconadas y buenismos flácidos a los briosos Casado y Rivera, ebrios del lenguaje llameante de las redes sociales, defendiendo la letra de la Constitución (que su partido germinal, por cierto, no votó) contra el espíritu de la Constitución. Hoy Suárez seguramente tendría que refugiarse en su puta casa. Y Tarradellas no habría vuelto jamás: ya no soc aquí.

Fanatizando patrias.- Tengo echadas las siguientes cuentas: el primer muerto le pertenece a Artur Mas, cuya deriva política para reconocerse en la derrota le llevó a la fanatización de las derechas catalanas, hasta entonces encantadas de ir a Madrid a recoger el dinero para que lo robara Pujol. Mas es el creador original de este prólogo de preguerra  de las derechas españolas contra las derechas catalanas y sus respectivos cachorros radicales. Es un cuento de terror urbano: las derechas españolas van a misa de doce; las derechas catalanas, también; A la salida no se van de vinos; se dedican a matarse, cada derecha con su cura de oficio y su católico dios. Mas, Artur Mas, que nadie olvide este nombre.

Banalizando a Vox.- Está muy de moda entre las que ya no tenemos treinta años aquel poema del páter Martín Niemöller, que durante muchas copas, tertulias y ganas de agradar adjudicábamos a Brecht. Transcribo: “Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio porque yo no era comunista…cuando encarcelaron a los socialdemócratas guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata…Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas yo no protesté porque yo no era sindicalista…Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra porque yo no era judío…Cuando vinieron a buscarme a mí, no había nadie más a quien pudiera protestar". También muy recomendable Hanna Arendt.

Devorando a Laura.- Qué bacanal para las audiencias de la televisión, los runrunes de las radios, los titulares a cinco columnas de los periódicos, las poses de guardias civiles y policías, la espectacularización de la búsqueda del asesino, las filtraciones, la ira vecinal clamando por la justicia o más bien por la venganza. Y sobre todo, los políticos profesionales de los cadáveres de siempre (Marta, Mari Luz,,,) rasgándose las vestiduras con perfiles falsos en las redes sociales y clamando por la cadena perpetua. Pasen y vean: ante ustedes y en riguroso directo, los buitres devorando el delicioso cadáver de Laura Luelmo. Casi, casi. Sólo ha faltado que el asesino, en vez de gitano (nunca sabremos si los gitanos son españoles y si lo son, en cualquier caso, de muy baja pureza)  hubiera sido moro, negro o sudaca y entonces tendríamos montada de la traca un referéndum por la pena de muerte. Dice mi altocargo que el exilio (por ahora voluntario)  empieza a ser una opción.