Y en eso que Alberto Núñez Feijóo dijo ‘España, aparta de mí este cáliz’. La militancia del PP, que esperaba como agua de mayo la candidatura del gallego para liderar el partido tras el vertiginoso adiós de Mariano Rajoy, ha quedado sumida en el estupor y la perplejidad ante la inesperada decisión del presidente de la Xunta.

Por primera vez en su historia el PP afronta un proceso no tutelado de elección de su líder. La participación de Feijóo no le restaba al proceso quilates democráticos, pero sí incertidumbre, pues su elección se daba por segura incluso en tiempos tan inseguros políticamente como estos.

Andalucía 2014, Galicia 2018

La decisión del presidente gallego guarda sugerentes similitudes con la adoptada por Susana Díaz en la primavera de 2014, cuando el adiós de Alfredo Pérez Rubalcaba abría una ventana de oportunidad para la presidenta andaluza a la que ésta decidió finalmente renunciar, aunque no sin antes pensárselo mucho. Díaz dejó pasar aquel tren confiando en poder subirse a él más adelante, tras el periodo de interinidad que habría de protagonizar su ‘protegido’ Pedro Sánchez.

Aunque a la presidenta andaluza no le salieron las cosas como ella preveía, lo cierto es que tenía buenos motivos para no dar el salto a Ferraz. El primero de ellos aparentaba ser el mejor pero en realidad era el peor: que el partido la aclamara como líder sin necesidad de celebrar primarias.

Rubalcaba como inductor y Eduardo Madina como autor material lo impidieron al exigir primarias, pero, al igual que Díaz al preferir lo contrario, ambos se equivocaron. El único que a la postre no se equivocó fue un tipo colateral que pasaba por allí llamado Pedro Sánchez que hoy es presidente del Gobierno de España.

Lo que Chaves sabía

En el Partido Socialista había entonces personas, como por ejemplo el expresidente Manuel Chaves, que estaban convencidas de que era el momento de Díaz para dar el salto definitivo. Trenes así, pronosticaban, nunca pasan dos veces. Tenían razón, pero nadie podía saber que la tenían.

En el ánimo de la presidenta también pesaron tanto la poca disposición a abandonar la Presidencia de la Junta como la mala conciencia política de estar ostentando un cargo que le había regalado su antecesor Pepe Griñán: quería ganárselo en las urnas y así lo hizo un año después. Perfecto. Conquistada Sevilla por méritos propios, ahora había que preparar el salto a Madrid. Lo que nadie sospechaba entonces es que Pedro se aferraría a Ferraz con la fuerza y la determinación con que lo hizo.

Parecidos y diferencias

El caso de Feijóo se parece al de Díaz en que también él habría ganado las primarias de su partido. Como la líder andaluza, habría tenido que pelear pero habría ganado. El otro parecido es la apurada situación tanto del PSOE entonces como del PP ahora: una crisis como ninguno de los dos había sufrido hasta ese momento.

Pero hay diferencias sustanciales entre el ‘no’ de la una y el del otro: el ‘no’ o la espantada, como se prefiera. La principal de ellas es que no parece que Feijóo albergue la ambición de que quien gane las primarias le guarde el sitio hasta que él decida dar el salto. Puede que la ambición política del gallego sea menor que la de la andaluza. Puede que sus condicionantes familiares fueran más difíciles de salvar. Puede que también lo haya frenado el comprometido horizonte orgánico, judicial y electoral que tendría que gestionar.

Guardar sillones

En política son muy pocos los sillones que alguien esté dispuesto a guardarle al que haya de venir. Cuando alguien prueba el sillón, se convence de inmediato de que estaba hecho para él.

Pero no parece ser este el caso de Feijóo, que ni patrocina a ninguno de los aspirantes ni, aunque lo hiciera, su patrocinio sería determinante para la victoria, como sí lo fue sin lugar a dudas el madrinazgo de Díaz sobre Sánchez.

Por eso resulta enigmática la espantada de Feijóo. Desde luego, la de Díaz no lo fue: su decisión se entendía muy bien, era transparente. En 2014 la presidenta no dijo ‘no’: dijo ‘ahora no’. Feijóo parece haber dicho –o haberse resignado a decir– un 'no' para siempre.