A lo que más se parece lo ocurrido a los socialistas andaluces el 2 de diciembre de 2018 es a una conmoción cerebral, descrita por los diccionarios como una pérdida de conocimiento o estado de aturdimiento que puede haber sido provocado por diversas causas, entre las que cabe citar un golpe en la cabeza, una descarga eléctrica o una violenta explosión.

Los socialistas de Susana Díaz a quienes el 2D cogió de lleno pensaron primero que se trataba de un simple golpe en la cabeza, nada serio, luego admitieron que tal vez había sido una descarga eléctrica más potente de lo esperado, hasta que finalmente hubieron de reconocer lo evidente: el 2D había sido una violenta explosión cuya onda expansiva ha durado dos años y medio.

Para un ejército que llevaba casi cuatro décadas ganando prácticamente todas las batallas sin apenas despeinarse, constatar que no era invencible fue un hecho traumático.

La conmoción

Gestionar una conmoción cerebral de las dimensiones de la sufrida por los socialistas andaluces es tarea complicada, como demuestran precedentes históricos como la derrota del PSOE de Felipe González en 1996, la del PP de Aznar en 2004 o la de los populares valencianos en 2015. A todos ellos les costó años recuperarse.  

Esa es, pues, la tarea más urgente que tiene encomendada el nuevo secretario general socialista, Juan Espadas: sacar a la federación andaluza del estado depresivo en que la sumió la deflagración electoral de 2018 y que no cesan de alimentar unos sondeos mayoritariamente favorables a la derecha.

Las primarias le han entregado a Espadas los poderes necesarios para afrontar el reto. Del mismo modo que hoy sabemos que la consigna ‘todo el poder para los soviets’ significaba en realidad ‘todo el poder para Lenin’, también sabemos que en el Partido Socialista el lema ‘todo el poder las bases’ significaba, en el ámbito federal, ‘todo el poder para Pedro Sánchez’ y en el ámbito específicamente andaluz significa ‘todo el poder para Juan Espadas’.

El pasado nunca pasa

Para que el partido recupere su antiguo pulso, hacer muchos miles de kilómetros o designar a su nuevo estado mayor, como ya está haciendo Espadas, son condiciones necesarias aunque no suficientes.

El nuevo PSOE andaluz deberá encontrar un estilo propio, y no solo para hacer oposición sino para relacionarse con su pasado: hasta ahora, Espadas y su estado mayor están defendiendo la etapa de Susana Díaz con tantas precauciones y reservas como ésta y el suyo defendieron la etapa de Chaves y Griñán.

La última prueba de tanta prevención con el propio pasado es la tibieza -y tibieza parece mucha palabra- con que San Vicente se está defendiendo de las auditorías encargadas por el Gobierno andaluz para, entre otras cosas, desacreditar la gestión socialista. Díaz cometió el error de no defender la parte de los ERE que era defendible; Espadas no debería hacer lo mismo con la Administración instrumental de la Junta creada por sus antecesores.

Los militantes socialistas nunca supieron cómo defenderse del tsunami de los ERE; no debería ocurrirles lo mismo con el descrédito que propugnan las auditorías o con la descalificación de una gestión sanitaria que llegó a poner a Andalucía a la vanguardia de los sistemas públicos de salud.

Pero articular esa defensa con argumentos sólidos y bien documentados exige algo más que idear un puñado de consignas y de frases ingeniosas con vocación de titulares periodísticos contra Moreno o contra Vox: exige un trabajo de hormiguitas que ni el partido ni el grupo parlamentario parece que estén haciendo. Cuando el periodismo político hace consignas, la política está abocada a hacer periodismo.

Un corazón con freno y marcha atrás

Espadas tiene por delante una tarea ingente. Reconquistar San Telmo y no morir en el intento va a ser muy complicado, aunque lo lógico es que, de no conseguirlo a la primera, tenga una segunda oportunidad: siempre, claro está, que la derrota sufrida sea discreta, no estrepitosa.

No será fácil: Juan Manuel Moreno le ha tomado el gusto a posar de moderado y a los andaluces les gusta. Mientras Casado se ha hecho de Abascal, él se ha hecho de Feijóo, aunque muy probablemente también Moreno se hará de Abascal si en 2022 su investidura queda en manos de Vox. No quiere ello decir que el presidente andaluz oculte un corazoncito ultra, sino más bien que siempre tuvo un corazoncito dúctil.

Derecha y ultraderecha han sido entre nosotros vasos comunicantes: la franja de votantes ultras  vota al PP cuando está dormida; cuando se la despierta, vota a Vox. No hay incompatibilidad entre ambas sensibilidades. Ello hace todavía más complicada todavía la ansiada reconquista de San Telmo.