El hasta ahora portavoz del grupo parlamentario, Sergio Romero, deja el cargo político más lucido de Cs tras el de vicepresidente de la Junta para ocupar en la Mesa del Parlamento el puesto –sin visibilidad ni relevancia pública– que deja libre Julio Díaz, que se incorpora al núcleo duro del grupo.

Igualmente, el portavoz adjunto Fran Carrillo deja el cargo y se convierte en diputado raso. De la portavocía naranja en la Cámara se ocupará a partir de ahora la diputada por Málaga Teresa Pardo. Además de Pardo y Díaz, también se incorpora a la dirección del grupo el diputado por Jaén Enrique Moreno.

Los tres son personas muy próximas al coordinador regional de Cs y vicepresidente de la Junta, Juan Marín, con quien semanas atrás la líder nacional Inés Arrimadas cerró filas para evitar males mayores en un partido cuyo fracaso en las autonómicas de Madrid del 4 de mayo disparó todas las alarmas y desencadenó una metástasis que ambos dirigentes intentan que no se extienda a Andalucía.

"Motivos personales"

La versión oficial del partido es que no hay ninguna crisis, sino una mera remodelación. "Nosotors no somos el PSOE o Adelante", presumió Marín, según el cual el propio Romero había pedido hace meses su sustitución "por motivos personales". Los partidos han abusado tanto de la muletilla de los motivos personales para justificar destituciones embarazosas que la formación naranja tendrá que emplearse a fondo para que los medios crean que esta vez sí es verdad.

Marín comunicó ayer los cambios en una reunión de los 21 diputados del grupo parlamentario, que apoyaron casi por unanimidad la propuesta de su líder. Al menos públicamente, los ‘decapitados’ aceptaron con deportividad su degradación, aunque al todavía portavoz Sergio Romero quizá se le fue la mano al proclamar en su cuenta de Twitter: “A mí nadie me ha destituido”.

Los cambios operados por Marín con el apoyo de Arrimadas fortalecen orgánica y políticamente al vicepresidente de la Junta, que se prefigura así como favorito en las primarias que en su momento deberá celebrar Cs para elegir a su cabeza de cartel en las autonómicas, previstas para diciembre de 2022 pero que probablemente acaben adelantándose.

Elecciones primarias (y de las otras)

Las conjeturas más verosímiles sugieren que el presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, estaría pensándose si le conviene o no adelantar las urnas. Su preferencia es apurar al máximo la legislatura, pero al hacerlo corre el riesgo de que en el transcurso de los meses Cs, que todavía aguanta en las encuestas de ámbito autonómico, siga perdiendo apoyos y, llegada la cita electoral, se quede sin representación en la Cámara, dejando así la investidura presidencial en manos de la extrema derecha o, más grave aún, poniendo en riesgo la actual mayoría conservadora.

Previsiblemente, en las primarias competirá con Marín la actual consejera de Igualdad, aunque en un partido tan vertical como Cs parece poco probable que Rocío Ruiz logre desbancar a quien, además de ocupar el cargo institucional más importante desempeñado por un dirigente naranja, cuenta con las bendiciones de la líder nacional Inés Arrimadas.

Es difícil, en todo caso, hallar motivaciones de orden ideológico o estratégico en la ‘escabechina’ llevada a cabo por Marín. Las razones parecen ser más bien tácticas o de orden meramente práctico: el líder andaluz de los naranjas necesita tener las manos libres y concentrar todo el poder orgánico en este momento extremadamente delicado para un partido al que nuevas fugas hacia el PP o futuras divisiones internas podrían conducirlo directamente a la tumba.

Un discreto viraje

También es difícil saber si el discreto –en los dos sentidos de la palabra: poco pronunciado y poco ruidoso– viraje estratégico que Arrimadas impulsó en la convención que Cs celebró el pasado fin de semana en Madrid para recuperar su antiguo blasón de “único partido liberal de España” está detrás de los cambios operados en Andalucía.

Sin apenas diferenciarse de las posiciones del PP desde que es vicepresidente del Gobierno andaluz, Marín no encarna precisamente ese “centro progresista” del que ha hablado el número dos del partido, Edmundo Bal. En realidad, el único mensaje inequívoco que salió de esa convención de Madrid fue que “no habrá fusión con el PP”, aunque quizá para tal viaje no se necesitaban tantas alforjas.

Desde luego, las ásperas intervenciones de Sergio Romero como portavoz naranja en el Parlamento no puede decirse que hayan ayudado a diferenciar a Cs del Partido Popular. Más bien todo lo contrario, pues en más de una ocasión Romero ha adelantado holgadamente al PP por su derecha con filípicas contra la izquierda en principio impropias de quien encarnaba el talante respetuoso, templado y transversal de los partidos liberales europeos con los que Cs ansía homologarse.