Desde 2003, “Aquí no hay quien viva” (ANHQV) y, desde 2007, “La que se avecina”, nos han contado lo difícil que resulta gestionar una comunidad de vecinos y armonizar los intereses encontrados que se entrecruzan en el día a día de nuestra convivencia cotidiana. El tercer capítulo de la primera temporada de AHNQV estuvo dedicado al reciclaje y reflejó el imposible acuerdo para utilizar diferentes cubos con los que separar las basuras en cada vivienda.

Casi veinte años después, en pleno desastre climático, con una pandemia a la espalda y una apremiante transición energética para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible(ODS) y la Agenda 2030, el panorama en el sector residencial no ha cambiado mucho en su resistencia a los cambios y a las innovaciones tecnológicas que supongan un ahorro individual y colectivo.

La mayoría de los propietarios de viviendas, a la hora de acometer reformas, está dispuesta a gastar en suelos más bonitos o en ganar superficie, pero no en invertir en aislamiento para que la casa sea más eficiente en su consumo energético o más sostenible desde el punto de vista medioambiental. 

Sabemos la extrema dificultad que entraña aprobar inversiones en mantenimiento, seguridad y sostenibilidad en cualquier comunidad de propietarios, especialmente, en aquellas mejoras internas o invisibles desde el exterior y que no sean de estricta obligación por imperativo legal.

Imagine, lectora o lector, la que se puede armar en la reunión de comunidad de un bloque de pisos con la propuesta de instalar paneles solares fotovoltaicos en la azotea o cubierta del inmueble. El debate será interminable y el o la proponente se arrepentirá del atrevimiento. Si lo que se plantea es la instalación de paneles solares en las barandas de balcones y terrazas de una vivienda, algo que ya es factible y rentable, también será difícil lograr el permiso comunitario por supuesto afeamiento del edificio. De nada servirá alegar que hay decenas de armatostes de aire acondicionado que estropean la fachada, la resistencia al cambio y la innovación se impondrá por puro conservadurismo emocional.

En el contexto descrito, y con datos de la Fundación La Casa que ahorra, se puede afirmar que la enorme dependencia energética de España se vería reducida si los edificios, (responsables del 40% del consumo energético de la UE) reducen su demanda de energía con  rehabilitaciones profundas e integrales (en 2017 el 85% del déficit comercial español correspondió a los más de 19.000 millones de euros gastados en la compra de combustibles fósiles). 

La rehabilitación energética de los edificios de viviendas es uno de los pilares de los planes de recuperación del Gobierno de España con los fondos europeos, pero será difícil cumplir con las previsiones elaboradas si no se acompañan de obligaciones legales para los propietarios de viviendas e incentivos fiscales por parte de los ayuntamientos, las comunidades autónomas y el Estado.