Estábamos en una sobremesa, casi cuatro siglos sumaban las seis sillas, aquí un expresidente, aquí un catedrático, aquí otro catedrático, aquí un editor, aquí un escritor y allí al fondo mi altocargo, que presume de ser un puñaíto más joven. La expresión que preña el aire es el participio “desolado”, usado con frecuencia por el expresidente para retratar su ánimo tras los “sucesos de diciembre”.

Mi altocargo,  siempre afrancesado, lo repite (“je suis désolée”) en sus adentros y lo interpreta como el mantra  de la decadencia sociata, la invitación de las puertas del desierto en el que se adentran parece que para algo más que una legislatura. Tres o cuatro mesas más allá estaba Salvador Pérez Bueno (el mayúsculo Pacheco se solazaba llamándolo “Pérez Malo”), que fuera secretario general de los andalucistas, gente que sabe muchísimo del desierto y las travesías: entraron una vez y no salieron nunca.

Entre tanto mérito académico, político y relaciones basadas en intereses intelectuales podría pensarse que la conversación se elevaría para “reeducar” la mala conciencia de la derrota victoriosa, al mejor estilo Arenas. Pero no. Aquello era mismamente un cruce de cuchillos. De una parte, se sostiene el irreductible argumento de que la culpa de todo la tiene Sánchez, sus devaneos presupuestarios con el independentismo catalán y las encuestas “a medida” del amigo Tezanos.  

En la otra esquina del ring se golpea con la horrible y desmovilizadora campaña de Susana, los consabidos 36 años, la subordinación del partido a su persona y a su personaje, como si nunca hubiera perdido unas primarias. La vida no se ve igual, ya lo veréis pronto,  desde San Vicente de desde San Telmo.

Interviene mi altocargo para citar a Camus con recochineo y a unos cuantos nombres de estos que se compran verdes corbatas y son de Bonilla de toda la vida  (“gente que siempre orienta el sillón en el sentido de la historia”). Hubo unas risas mientras se iba ampliando la lista de los corbatas verdes.

Sigue mi altocargo, venido arriba: “ es cierto que los socialistas son los que se llevan las hostias de las guerras entre las derechas españolas y las derechas catalana y vasca, unidos por el vínculo romántico (sic) de la represión de la dictadura y les recuerda a los comensales que el psoe de Felipe ganó en Euskadi y como había buen rollito la cosa acabó en que el presidente que gobernara fuera del pnv. Intentar que el conflicto catalán se resuelva mediante el diálogo político no debería ser considerado una traición por el susanismo. Y el sanchismo debe entender que ahora mismo es más suicida que imposible debelar a Susana y que se debe imponer por interés mutuo un pacto de sumas para afrontar las elecciones de la primavera.

Cuando mi altocargo esperaba parabienes y hossanas por moderación a la par que altura discursiva, aquello se convirtió en un plató de sálvame marrón, con Vox y los pobres cazadores del campo andaluz como estrellas invitadas. Lo bueno que tiene el invierno es que la noche llega pronto. Y los cuatro siglos allí sentados depusieron las armas y se pusieron los abrigos. Mi altocargo se acercó a saludar a Pérez Bueno/Malo y a recordar las largas marchas del desierto. Y partió hacia la oscuridad de la calle:  “Ye suis désolée”,  sí, totalmente desolé, se dijo, convencido de que la melancolía también es un gran invento de los franceses.