No es lo mismo decir ‘hay Cuerda para rato’ que decir ‘hay cuerda para Rato’: con lo primero se quiere expresar que algunas películas del cineasta fallecido ayer perdurarán en el tiempo, mientras que con lo segundo… con lo segundo mejor no adentrarse en interpretaciones, que bastante tiene el pobre exministro con lo que tiene.

La de Cuerda ha sido una muerte rara: no tanto sorpresiva, que también, como sorprendente. Se hace raro imaginar a Cuerda como un difunto. Al menos como un difunto real: mucho menos cuesta verlo como uno de los muertos imaginarios de sus películas, espectros calentorros o bromistas que no acababan de resignarse a dejar este mundo, difuntos con freno y marcha atrás como los corazones de Jardiel Poncela.

Había, en realidad hay y habrá, al menos dos Cuerdas: el de Albacete y el otro. Al primero le debemos títulos como ‘Amanece que no es poco’ o ‘Si amaestras una cabra, eso que llevas adelantado’, mientras que el segundo nos ha regalado otros, no menos inolvidables, como ‘El bosque animado’ o ‘La lengua de las mariposas’.

Además de cineasta y escritor, Cuerda era también algo filósofo. En verdad, puede que la cosa fuera al revés: que nuestro hombre fuera únicamente filósofo y que los otros oficios suyos, el de realizador, guionista o aforista, fueran un efecto colateral del primero y primigenio, que era el de filósofo.

Cuerda era un pensador sin cátedra: primero porque no tenía el título y segundo porque no le gustaba sentarla, sino más bien burlarse de aquellos que vivían de hacerlo. Como tantos aristotélicos en apariencia preocupados solo de las cosas terrestres, Cuerda debía ser un hombre más bien espiritual, platónico, digamos que secretamente platónico, de esos platónicos que se avergüenzan un poco de serlo, y más habiendo nacido de Albacete.

Descanse en paz el hombre cuya ‘Amanece que no es poco’ nos hizo reír no más que otras películas, pero sí de otra manera: de una manera absolutamente inédita en el cine español, de una manera podríamos decir albaceteña.

Cuerda inauguró y clausuró el cine manchego con ‘Amanece que no es poco’, alfa y omega de una corriente cinematográfica de una sola película, género narrativo que empezaba y acababa en esa obra maestra cuya maestría parece tener algo de casual, involuntario, algo de contingente, como si hubiera sido concebida más como un ejercicio de estilo que como una estética propiamente dicha.

Descanse en paz el hombre de la Mancha que ayer “pasó a la vida que no conoce la turbación ni el oleaje”. Ante su muerte súbita y antes de tiempo nos viene a la cabeza lo que ante tantas otras, inmerecidas e injustas, de gente que amamos: “Parece mentira que, habiendo tanto capullo suelto, tenga que venir a morirse un tipo como Cuerda”. No es un pensamiento muy piadoso, ni muy original, pero es bastante sincero.