Juan Marín e Inés Arrimadas intentaron ayer la cuadratura del círculo: diferenciarse del PP sin criticar al PP. En el acto de apertura del curso político celebrado en Sevilla, el líder andaluz y la lideresa nacional del partido naranja pusieron el foco –al igual que el PP– en la corrupción socialista, aseguraron –al igual que el PP– que desde que ellos llegaron a la Junta Andalucía se ha convertido en el motor económico del país y –al igual que el PP– de su boca no salió ni un solo reproche al PP.

La complacencia oficial de Cs con el PP resulta, en el mejor de los casos, paradójica precisamente porque el principal y casi único beneficiario de la sangría de votos que padece la formación naranja es el PP, no el PSOE. Al partido que dirige Arrimadas le será muy difícil frenar la desbandada de votantes si no convencen a estos de que Cs es mejor opción que el PP, pero para convencerlos de ello tendrían que mostrarse mínimamente críticos con el PP y no lo hacen. Se diría que han decidido no hacerlo. 

Somos imparables

En ese contexto y con todas las encuestas –salvó el Barómetro Andaluz que se cocina en las dependencias de San Telmo– arrojando los más negros augurios sobre el horizonte electoral de Cs, el líder del partido y vicepresidente de la Junta, Juan Marín, llegó a decir ayer a los suyos que Cs “es imparable”.

Cierto que en política es importante mantener alta la moral de la tropa, pero hay que tener cuidado y no ponerse demasiado estupendo si se quiere esquivar el riesgo de hacer el ridículo. El Juan Marín del Cs imparable recordó al líder andalucista Julián Álvarez de las elecciones autonómicas de 2008, cuando, con un partido ya al borde de la desaparición, llegó a afirmar en campaña que ganaría las elecciones.

Marín y Arrimadas reivindicaron la gestión de Cs en la Junta de Andalucía y le atribuyeron los supuestos logros que no cesa de airear la propaganda gubernamental: pero sin marcar distancias con el PP difícilmente lograrán que éste deje de acaparar todos los triunfos. Marín aparece mucho en los medios, pero la mera aparición parece insuficiente para hacer sombra al presidente Juan Manuel Moreno, primer y casi único beneficiario junto con su partido de la gestión gubernamental.

¿Coalición, fusión o absorción?

Forjados a semejanza del Gobierno de España, todos los gobiernos autonómicos son fuertemente presidencialistas y eso siempre es un lastre para el partido que no pone al presidente, y que suele ser más pequeño de la coalición.

A Unidas Podemos le sucede en el Gobierno que preside Pedro Sánchez, pero al menos intenta marcar territorio propio y diferenciado del de los socialistas. Si se preguntara a los votantes al respecto, no dejarían de identificar dos o tres ítem específicos de UP –SMI, Ingreso Mínimo Vital, alquileres–, algo que no sucede en Andalucía en el caso de Cs con respecto al PP. Hoy por hoy, el andaluz es mucho más un Gobierno de fusión o incluso de absorción que propiamente de coalición.

Pero que Cs no esté precisamente en situación de ganar las elecciones, como diría Julián Álvarez, no significa que no pueda salvar los muebles y lograr un puñado de parlamentarios. La Ley d’Hont es muy proporcional en Andalucía y ello da a los naranjas ciertas opciones que no tendrían en otros territorios. La cuestión es cómo lograr tal milagro.