El pasado 24 de junio, mientras yo me aprestaba a celebrar mi santo rodeado de felicitaciones de familiares y amigos, aproximadamente dos mil desesperados negros intentaban pasar a Melilla saltando las descomunales vallas coronadas por cuchillas, que España ha colocado en la frontera con Marruecos para impedir que lo consigan. Lo ocurrido fue terrible, dramático, inhumano, racista, estremecedor, casi me quedo sin palabras para describir el horror que allí sucedió y que muestran la terrible inhumanidad con la que tratamos el drama de la emigración, nada que envidiar a las propuestas de Trump para frenar a los hispanos a través de la frontera con México y de sus conmilitones en todo el mundo ante el fenómeno creciente de las migraciones.

Sucintamente los hechos son los siguientes: miles de negros acuciados por el hambre y la desesperación atraviesan el Sahara y a través de Marruecos intentan entrar en España, acumulándose en nuestras fronteras africanas hasta conseguirlo. Los más pobres se agrupan en asentamientos en el monte Gurugú que domina la ciudad de Melilla, este pequeño volcán apagado de 892 metros que para mí era un pequeño montículo del Parque María Luisa de Sevilla y fue un hito trágico de la terrible guerra imperialista que sostuvimos en el primer tercio del siglo XX contra el líder rifeño Abdel Krim. Estos asentamientos son periódicamente quemados o destruidos por la gendarmería con la intención de dispersarlos y que desistan, incluso son llevados en autobuses al sur de Marruecos como si así fueran a volver a sus países, cuando lo que consiguen es desesperarlos aún más hasta organizarse en grupos numerosos para intentar un salto masivo a la doble valla de seis metros de altura, como fue lo que sucedió esa mañana del 24 de junio.

Por si alguien tiene duda de los hechos, el documental de casi 18 minutos de Ligthhouse Reports en colaboración con EL PAÍS y otros prestigiosos medios, demuestra que el grupo avanzó claramente vigilado por la gendarmería, sin intentar pararlos, hasta que quedó encajonado contra la valla fronteriza e impidiendo que ninguno pudiera retroceder sin ser apaleado. Algunos negros empezaron a trepar por la primera valla de y otros rompieron una puerta metálica que les permitió acceder al puesto fronterizo español del barrio chino, abandonado hace años, un recinto sin salida con centenares de atrapados que fueron atacados con gases lacrimógenos y a golpes para sacarlos. Consiguen abrir otra puerta de acceso a la parte controlada por la policía española y en ese momento la gendarmería inicia su asalto al recinto provocando el pánico y  la huida hacia esa pequeña puerta donde se producen aplastamientos y muertes sin duda ya en el lado español, porque un grupo numeroso consigue entrar y es retenido por la policía, que los devuelve “en caliente” al lado marroquí donde ya se amontonan cuerpos sin vida y personas obligadas por la gendarmería a estar quietas, heridas y sin atención médica durante horas, mientras en ambos lados varias ambulancias a distancia observan el desastre sin prestar ninguna atención a los heridos para al final trasladar muertos. En ningún momento hay ningún gesto de humanidad hacia los negros apaleados, gaseados, heridos…muertos, entre 23 y 50.

Estoy horrorizado y avergonzado y más aún tras la sesión parlamentaria en la que pareciera que lo importante era hacer responsable a Marlaska de las muertes, en demostrar que si se habían producido en territorio español, sin que nadie tuviera un poco de humanidad y se compadeciera de los muertos ocurridos por un fenómeno creciente derivado del cambio climático, las guerras y la avaricia de tantos y que obliga a la emigración forzosa de millones de personas hacia las islas de prosperidad que son nuestros democráticos países.

Las migraciones crecen debido a causas que no sabemos controlar y nuestras envejecidas sociedades necesitan trabajadores. Las soluciones puestas en marcha por Europa son insuficientes e inhumanas, porque se centran en impedir la llegada de migrantes externalizando en otros países ese control, poniendo barreras que matan o creando una fuerza fronteriza, FRONTEX, que este año gastará unos mil millones de euros para impedir la llegada de pateras, consiguiendo en todo caso desviar los flujos y provocando más muertes. Una vergüenza.

Si no somos capaces de controlar  las migraciones, sin respetar los derechos humanos de todos, reconozcamos nuestro fracaso  y apliquémonos a buscar soluciones que no nos avergüencen. A mi me da igual quién sea el ministro del Interior, porque aunque me indigne que Marlaska se defienda afirmando que ninguno murió en suelo español, como si eso fuera relevante, salvo para un formalista que tendría la conciencia tranquila dejando sin asistencia a un herido a la puerta de su casa, porque no es su responsabilidad, como sí la denegación de socorro no fuera un delito a la vez que una inhumanidad . No quiero ni imaginar como lo haría un político de otro gobierno, ni yo tengo mucho que aportar, salvo mí dolor por lo ocurrido y que prefiero mil veces tratar a los migrantes como si fueran españoles, cueste lo que cueste.

Lo importante es que en Melilla murieron decenas de seres humanos, golpeados, gaseados, aplastados, humillados y  lejos de sus familias, sin que nadie los curara, los protegiera o los consolara, todo lo demás es accesorio y demuestra que nuestras democracias están enfermas  y en peligro.