Como en el judicial, en el frente mediático la derecha juega con ventaja. No solo hay más jueces y más medios de comunicación que, en último término y a veces en primero, simpatizan con la causa conservadora, sino que sus simpatías se traducen con frecuencia en informaciones sesgadas, nombramientos ventajistas y sentencias parciales que desacreditan al periodismo y a la justicia entre los ciudadanos de izquierdas aunque, paradójicamente, los fortalecen a ojos de los de derechas porque estos son mucho menos quisquillosos con los suyos de lo que lo son sus contrarios progresistas.

En el juego de la democracia, el desequilibrio de fuerzas en la artillería judicial y la fusilería mediática es poco relevante cuando todos los jugadores respetan el reglamento, cuyo primer y más importante artículo es que el ganador debe saber ganar y el perdedor debe saber perder. Cuando se quiebra esta norma, el papel de ese equipo arbitral de la democracia que son los jueces y los periodistas, importante pero no decisivo en tiempos de normalidad, se vuelve del todo crucial, ya que es competencia de unos y otros sancionar a los malos jugadores que corrompen el juego con su falta de deportividad.

Salvo excepciones fácilmente identificables, jueces y periodistas de izquierdas bullen en la nebulosa del progresismo, mientras que jueces y periodistas de derechas están anclados en la órbita del conservadurismo.

Dos ejemplos recientes. Uno: el Consejo General del Poder Judicial se ha indignado, con razón, con la ministra Ione Belarra por haber escrito esto en su cuenta oficial de Twitter:

“Alberto Rodríguez fue condenado a pesar de las pruebas que demuestran que él no estuvo allí. El objetivo era quitarle el escaño. El Supremo presiona a la Presidencia del Congreso para retirárselo aunque ambos saben que no es lo que dice la sentencia. Prevaricación”.

La opinión de Belarra es compartida y ha sido expresada en voz alta por muchas personas, pero ninguna de ellas es ministra. Es su condición de ministra lo que le quita a Belarra la razón que pudiera tener al opinar así en público del Tribunal Supremo.

Sin embargo, el mismo Consejo General del Poder Judicial no tiene nada que decir del hecho escandaloso de que uno de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional haya estado imputado por soborno; aunque la causa contra él no prosperó, la grabación de conversaciones de Enrique Arnaldo con el presidente corrupto de Madrid Ignacio González deberían ser pruebas suficientes de su falta de idoneidad para el cargo. El Poder Judicial, todavía de mayoría conservadora porque el PP se niega a renovarlo, es muy selectivo en sus enfados: por sus indignaciones les conoceréis.

La teoría de la órbita y la nebulosa también se cumple aquí: cuando un gobierno de izquierdas trampea de forma desvergonzada con las instituciones, la prensa cercana suele reprochárselo; en cambio, cuando el PP lo hace, por ejemplo negándose a renovar el Poder Judicial e incumpliendo así el mandato constitucional, los medios conservadores le compran a ciegas la mercancía, sin preguntarse si no estará un poco averiada.

Ni una ministra puede publicar lo que ha publicado Belarra ni un jurista con el pasado de Arnaldo puede ocupar cargo en la más alta magistratura judicial del Estado. Ni, por cierto, un partido como el socialista debería haber aceptado nunca que perfiles tan inequívocamente anclados en la órbita del PP como los de Arnaldo o Concepción Espejel (por otro nombre “querida Concha”) formen parte del TC. 

Segundo ejemplo, este sobre la prensa: mientras que los medios progresistas han dado información detallada de los cuatro candidatos al TC, tanto de los dos conservadores mencionados como de los progresistas Inmaculada Montalbán y Enrique Sáez, los medios de derechas han hurtado sistemáticamente a sus lectores hechos biográficos y políticos relevantes que cuestionan de forma inequívoca la idoneidad de Arnaldo y Espejel.

De nuevo, pues, la diferencia entre estar en la nebulosa y estar en la órbita: Montalbán y Sáez estarían en la primera y Arnaldo y Espejel en la segunda. En los primeros no hay ninguna vinculación directa o explícita con el PSOE o Unidas Podemos, mientras que en los dos segudos los anclajes con el PP son visiblemente impúdicos.

El cinismo del viejo periodismo decía “no dejes que la realidad te estropee un buen reportaje”; el cinismo del nuevo periodismo de la era digital dice “no dejes que la realidad te estropee un buen relato”.

En casi todos los medios de derechas pero solo en los menos prestigiosos de izquierdas, buena parte de las informaciones políticas hurtan datos relevantes para que no se estropee el relato y además llevan incorporado de fábrica un cierto tonillo para que, al leerlas o escucharlas, el público no se haga preguntas incómodas. No son informaciones sin más: tienen mucho de relato, de fábula moral, de narración con mensaje: de cuento, en fin, de buenos y malos. La mala política está contaminando al mejor periodismo.