Es de suponer que una vez conocida la fecha de las elecciones, cuando ya se sabe que a la actual legislatura le restan de trabajo solo los días de septiembre, puesto que ha llegado una respuesta positiva a ese clamor de la derecha y de parte significativa de los medios de comunicación, en definitiva, cumplidas todas esas condiciones, es de suponer que a todos cuantos clamaban por la convocatoria de comicios les haya llegado la paz y el sosiego, al tiempo que de manera más o menos íntima se sentirán reconfortados con que por fin el presidente del Gobierno les haya dado la razón. No obstante, ha faltado tiempo para que muchos empiecen a hacer públicos los matices con respecto a la decisión, bien porque llega demasiado tarde o porque se ha tomado en función de intereses electoralistas.

En nuestro país, hoy, una convocatoria electoral, realizada en el marco de un sistema democrático, con concurrencia libre de partidos y candidaturas, debería significar un ejercicio de democracia real. Para ello no es necesario que se modifique la ley electoral, que sin duda es mejorable en algunos puntos, basta con que exista un compromiso por parte de los candidatos de dar a conocer sus propuestas y hacerlas llegar a los ciudadanos. Resulta curioso que en el PP se hayan acogido al lema que sirvió a los socialistas para llegar al poder en 1982: el cambio, y de hecho los periódicos afines ya lo dejaban claro en sus titulares al día siguiente del anuncio de Zapatero, cuando tras el 20-N indicaban: “el cambio ya tiene fecha” (“ABC”) o “el día del cambio” (“La Razón”), pero cualquiera que tenga un poco de memoria o que lea cómo se desarrolló aquella campaña del pasado siglo, se dará cuenta de que entonces el PSOE generaba unas expectativas de futuro y de novedad que en ningún caso se encuentran ahora en el PP, quien aparece sencillamente como una rueda de repuesto porque considera que el partido en el poder ya se ha desgastado.

A partir de ahí podremos imaginar cuál será la campaña que nos espera. Mariano Rajoy y los suyos nos recordarán de manera permanente las tasas de paro y la dificultades económicas, sus medios de comunicación afines se ensañarán con la política socialista sin ofrecer más argumentos que la descalificación, en la cual no faltarán los argumentos “ad personam”, y juntos irán de la mano en el recurso a la demagogia más barata, pues al fin y al cabo es lo que han hecho los últimos años.

En cuanto a los socialistas se verán obligados a jugar como si estuvieran en campo contrario o navegaran con el viento en contra. Su mayor argumento será su candidato, en general mucho mejor valorado que Rajoy. Rubalcaba tendrá que realizar el esfuerzo de llegar a un electorado desafecto, a unos votantes de izquierda que han iniciado la retirada a los cuarteles de invierno (que para algunos son los campamentos de indignados). Por lo visto hasta ahora, el candidato socialista podría ser capaz de recuperar a una parte de esos votantes, si bien es difícil determinar hasta dónde podrá llegar, y sobre todo cuál será el influjo de los resultados de las municipales y autonómicas de mayo. Porque por un lado pueden representar una inercia que conduzcan a que el PP mantenga o aumente el número de votos, pero si la campaña del PSOE es eficaz podría ser que hubiera una reacción de abstencionistas y votantes en blanco a devolver su voto a la izquierda socialista, al menos para evitar que en las generales se produzca una victoria aplastante de la derecha.

Y otra cuestión muy importante: ¿conseguirá Rubalcaba que Rajoy hable, que explique determinadas cuestiones internas de su partido o que dé a conocer sus propuestas ante la situación de crisis económica? Si llega a alcanzar ese objetivo, es probable que ello le reporte algunos apoyos electorales que pueden ser definitivos. En cualquier caso, lo cierto es que se avecina una campaña interesante, y después del 20-N quizá hay unos resultados mucho más ajustados de lo que piensan en el PP. Y a la espera de la interpretación de esos datos estarán las elecciones al Parlamento andaluz del año siguiente.

* José Luis Casas es Profesor de Historia