¿Y ahora qué?

Tienes planes, ilusiones, crees que las cosas van marchando, a veces mejor, a veces peor, pero van. Y un día de repente te levantas con la noticia de "me voy, te dejo". Quizá te hablen de las señales que no has visto, de las conversaciones en las que no cambió nada, de un barco que se hundía y del que al parecer tú eres el violinista del Titanic.

¿Y ahora qué? 

Te preguntas con el corazón roto y la vida del revés. Pues ahora toca iniciar un proceso que será largo si lo haces bien. O que será breve si quieres reponerte en seguida y continuar adelante sin hacer preguntas ni procesar nada. Evidentemente la segunda opción pinta bien. ¿Quién escoge el camino largo habiendo uno corto? Pues aquel que no quiere que le explote entre las manos una bomba de relojería, dentro de un tiempo, y sin saber de dónde procede la explosión.

Aquellos que llevados por la rabia del "ser dejados" se recuperan milagrosamente a base de dirigir la ira y la culpa hacia la otra persona, a menudo se encuentran con un desagradable bache algún tiempo después. Porque hay atajos, por supuesto, pero no siempre nos llevan al destino deseado.

En consulta alguno me decía: pero si hasta ahora he estado muy bien, no lo entiendo. Bueno, pues ya está aquí: la lección de vida.

¿Y ahora qué?

Ahora hagamos un duelo. ¿Por ese o esa que no lo merece? No pienso derramar una sola lágrima por alguien que me ha desechado sin conciencia. Pues no, no por ese o esa. Sino por ti, por tus ilusiones, por tus expectativas, por tus planes. Llora, siente tristeza, frustración o rabia (inserte emoción que variará en función del momento) por aquel proyecto de envejecer con alguien que ya no está. 

Siente todo eso por la idea de un nosotros que ha muerto en el instante en que el ser amado pronunció las palabras "te dejo, me voy". Siente todo eso por las navidades y vacaciones que no compartirás con esa persona. Por los anocheceres que verás solo o con otras compañías. Permítete sentirlo. Porque repito, no se trata de él o ella, sino de ti y lo que iba a ser tu vida.

¿Y ahora qué?

Sal de casa, haz deporte, tómate un café con alguien con quien puedas maldecir o llorar pero con quien también puedas hablar de otras historias, algunas incluso de risa.

Aliméntate bien, no castigues tu recipiente. Uno de los mayores errores ante una ruptura es dejar de comer o si comes, tomar alimentos vacíos. Los pensamientos negativos y el estado de ánimo bajo son más probables si descuidas tu alimentación.

Distráete por momentos pero no trates de bloquear las emociones negativas. Para ello tómate descansos de vida laboral y social. Con esos momentos de soledad y recogimiento vas interiorizando y aceptando que esa persona ya no forma parte de tu vida.

¿Y ahora qué?

Desecha todas esas creencias irracionales que interfieren en tu vida y en tu camino. Como eso de "ya nunca me volveré a enamorar", "no quiero ver a un hombre o mujer ni en pintura", "cierro el chiringuito", "si me han herido me volverán a herir". Esas frases pueden anclarte y protegerte un tiempo pero después se vuelven piedras en el camino y hay que apartarlas.

Ninguna persona a la que acaban de abandonar puede pensar que la vida volverá a ser feliz en algún momento. Nadie lo piensa pero al final sucede. Y aquellos que cerraron el chiringuito lo reabren. Y los que juraron y perjuraron que serían célibes hasta el fin de sus días, se sacuden el hábito. Así es.

Si te quedas encallado en algún punto del proceso pide ayuda, familiar o profesional, si lo necesitas.

¿Y ahora qué?

Ahora a seguir viviendo. Porque aunque crees morir, la vida continua.