La plana mayor de MÈS, partido coaligado con el PSOE en el Govern de Balears, han decidido solemnemente la convocatoria de un referéndum en… 2030. Ha sido una muestra inequívoca de uno de los elementos identitarios de la gente de esta tierra: la parsimonia. La fuente de las Tortugas es un monumento emblemático de Palma construido en honor de Isabel II cuando era princesa de Asturias. En ella destaca un monolito que se apoya en cuatro tortugas y coronado por un murciélago, símbolo de armas del rey Jaume I. Robert Graves dejó escrito que el monumento retrata la sociedad mallorquina a la perfección: una estructura piramidal, que avanza muy lentamente y que está presidida por el oscurantismo.

MÈS es un partido aluvión de varias iniciativas nacionalistas, una escisión de Izquierda Unida y los que queda de Els Verds. A pesar de su origen socialista (Partit Socialista de Mallorca), su ADN político se ha movido en la geografía del nacionalismo burgués, con un cuerpo militante compuesto en gran parte por profesionales de la educación. La asunción de la soberanía, a rebufo de lo ocurrido en Catalunya, ha llegado sola y sin problemas. Eso sí, no será efectiva antes de 2030

 La aparición de Podemos lo sorprendió a contrapelo porque representaba un caladero de votos donde pretendían pescar. De hecho, ante las expectativas del Govern de izquierdas en Balears, ambos cortejaron y pretendieron configurar un frente común para imponerse al PSOE en la coalición. Ambos aspiran la “sorpasso” local de los socialistas, expectativa no cumplida. No obstante, los comportamientos a lo largo de la legislatura ha provocado distancias y hasta conatos de crisis por la gestión turística, que los podemitas consideran que no es lo radical que precisa la situación.

Históricamente la izquierda de este país  se ha movido con un pie en lo institucional y otro en la calle. Los años de ejercicio gobierno han resuelto este dilema en el PSOE y, en gran parte, en los nacionalistas. Pero la aparición de Podemos y el Procés catalán han alterado su espacio de confort. La consecuencia práctica es una extrema sensibilidad de las instituciones que gobiernan ante las críticas provenientes de la izquierda más extrema, ya sea desde el propio partido, desde Podemos o de colectivos ecologistas. Les acorrala la mala conciencia y tienden a verse obligados a mear más lejos, mucho más lejos. En política turística es patente. Hoy por hoy, Palma debe ser la única ciudad donde está prohibido el alquiler vacacional, una corriente turística de futuro. Es muy probable que esta decisión les pase factura electoral.

La circunstancia no es nueva: el “…y yo que pensaba que habían ganado los míos…” desde la extrema izquierda se repite en cada legislatura de gobierno progresista. En la campaña autonómica de 2003 los ecologistas del GOB plantaron un muro de ladrillos ante la sede de Presidencia porque la política urbanística no era todo lo drástica que exigían. El resultado práctico es que aquellas elecciones las ganó Matas, autor de los grandes desmanes contra el medio ambiente y condenado por corrupción.