Escribiendo hace un par de meses sobre Moore y el sentido común, me topé de nuevo, con muchos de los intelectuales y artistas, que habían pertenecido al “Grupo de Bloomsbury”, y sentí la necesidad de escribir algo más sobre ese grupo, que cambió muchos de los parámetros (éticos, morales, literarios, intelectuales…) que habían presidido la sociedad victoriana inglesa. Así que recuperé de mi archivo en papel, un artículo que había publicado en Diario de Mallorca en 1989. Sólo he cambiado alguna palabra, y corregido un par de errores.

Con placer redacto estas líneas, pues en el Grupo de Bloomsbury se concentran algunos de los valores filosóficos, políticos, estéticos y vitales que más queridos me son: rebeldía ante una moral y unas costumbres hipócritas; tolerancia; apego a las relaciones personales y a la amistad; pacifismo; buen gusto; racionalidad y pasión; consideración de la mujer como un igual en todos los aspectos; originalidad; reformismo social…

Como grupo social, Bloomsbury se inició realmente en las aulas universitarias de Cambridge. La mayoría de sus integrantes se habían formado en el Trinity College (MacCarthy, los hermanos Stephen, Lytton Strachey,   S.  Sydney-Turner, Clive Bell…) o en el King's (E.M. Forster, John M.  Keynes…). Y al igual que tantos otros destacados intelectuales (G.E. Moore, Bertrand Russell, Tennyson, Alfred North Whitehead, George Trevelyan, Ludwig Wittgenstein…) muchos de ellos  fueron  miembros de la "Sociedad de Conversaciones", hermandad secreta de los estudiantes  de aquella  universidad,  cuyos componentes eraconocidos como “los apóstoles".

Como es bien conocido "Bloomsbury" es el nombre de un barrio de Londres y allí, en el nº 29 de la Plaza Fitzroy, en casa de los hermanos Adrian y Virginia Stephen, se reunió el grupo los jueves por la tarde a partir del año 1906.

Bloomsbury se distinguió de otros clubs o cenáculos de su época, entre otros motivos, por el predominante papel que en él tuvieron las mujeres, sobre todo las notables hermanas Stephen (Vanessa, casada primero con Clive Bell y compañera  de Duncan Grant desde 1914, pintora consistente cada día más apreciada; y Virginia, esposa de Leonard Woolf, una de las escritoras más documentadas de la historia de  la literatura).

Para sus enemigos Bloomsbury fue "una mafia intelectual". Pero este juicio es injusto, pues nunca fue un núcleo monolítico y, en realidad, sus miembros se criticaban mutuamente con harta frecuencia. El propósito real de los encuentros en la Plaza Fitzroy, era el intercambio de ideas. La conversación era desusadamente franca y desinhibida para su tiempo. "No vacilábamos - dijo Vanessa Bell - en hablar de todo”. Era literalmente así, uno podía decir lo que se le antojaba del arte, el sexo o la religión.

Un tema usual de conversación eran las artes visuales. Para Virginia Woolf esas artes tenían suprema importancia, porque ella sostenía que podía llegarse a la verdad, mediante la intuición y la sensibilidad tanto como por la razón. El interés por dichas artes se había visto muy estimulado, gracias a las dos exposiciones postimpresionistas que organizó Roger Fry - con la colaboración de Duncant Grant-- en 1910 y 1912. Pero   además e intelectualmente,  está afición a las bellas artes, mucho tuvo que ver con la autoridad filosófica, que G.E. Moore ejerció sobre los "apóstoles" y, a través de ellos, sobre el Grupo de Bloomsbury. Antes de la publicación de los "Principia Ethica” en 1903, habían sido John Mc Taggart - idealista hegeliano - y Lower Dickinson - una especie de humanista místico - los favoritos de los alumnos de Cambridge. Pero Moore demolió sus posiciones filosóficas y su popularidad, con su análisis más razonable de los problemas éticos, y afirmó que el " bien" era indefinible. Sugiriendo, a continuación, que las formas más elevadas del bien, esos “bienes en si", eran ciertos “estados de conciencia” que en general, pueden describirse como los placeres de la relación humana y el goce de los “objetos  bellos".

Estos aristócratas del intelecto "fueron maestros en algo tan sutil, tan revelador y revolucionario como es el buen gusto" (Natacha Seseña). Y mantuvieron nuevas concepciones de la moral, que los justificaban en su actitud de rechazo, de la seriedad y la respetabilidad  sexual victorianas.

Como grupo de protesta, Bloomsbury fue un fenómeno sociológico complejo, en cuya herencia algunos elementos, se remontan a las ideas de Coleridge, aunque al mismo tiempo, reflejaban los factores contemporáneos de descontento, y las nacientes ideas de la época eduardiana.

Razón y pasión, pasión y razón, fueron los faros de sus vidas. Hasta ellos, la razón siempre había reclamado la moderación de las pasiones, del mismo modo que la sexualidad y la sinceridad, habían sobrentendido el repudio de la razón. Estos amigos fueron los primeros que orientaron sus vidas, como si la razón y la pasión pudieran ser ideas iguales.

Fueron pacifistas acérrimos durante la guerra del catorce, y beligerantes frente al nazismo y al fascismo (un hijo de Vanesa y Clive Bell, Julián, murió en Brunete  luchando junto a los republicanos españoles). Lyndall Gordon ha escrito que: "…la consternación de Virginia Woolf ante la guerra, procedía de un amor  a su país más profundo que el patriotismo, que se horroriza al ver a los propios compatriotas degradados... admiraba  el coraje intelectual, pero el ’coraje' en  las guerras era, para ella, un término de valor engañoso, como 'gloria' y 'honor', porque podía autorizar  la  brutalidad  estúpida".

Bloomsbury fue un núcleo sumamente creador. G.E. Moore y Bertrand Rusell, que aunque no eran miembros estaban muy cerca del Grupo, realizaron aportaciones importantes a la ética, al análisis lingüístico, a la lógica y a las matemáticas. Lytton Strachey inauguró un nuevo tipo de biografía (“Eminentes victorianos", “Isabel y Essex"…). John M. Keynes revolucionó la economía. Virginia Woolf fue la precursora de  formas innovadoras en la  novela. E.M. Foster escribió "Pasa je a la India". Roger Fry, Duncan Grant y Clive Bell abrieron caminos nuevos en la crítica artística y en la pintura. Leonard Woolf, afiliado al partido laborista, fue un importante teórico de la reforma social…

La fuerza del grupo de Bloomsbury - como dice L. Gordon - radica en el hecho de que no estaba regido por normas estéticas, como lo estuvieron los "Hombres de 1914” (Pound, W. Lewis, Joyce y T. S. Eliot). Se nutria de afecto. Esta es también la diferencia entre Bloomsbury y otros grupos modernistas, los de Hemingway o Sartre por ejemplo, que llevaban una vida de café que era, por contraste, terriblemente antidoméstica y    antisentimental.

"Decir la verdad" era el código de Bloomsbury. Y practicaba una cortés indiferencia ante la opinión mundana. Tenía un fuerte sentido del ridículo, y lo aplicaba a temas tan convencionalmente serios, como la Royal Navy, el Imperio, la gloria y el poder.

La flemática certeza que posee Bloomsbury, de que se opone a un mundo filisteo dirigido por idiotas, es algo que viene  crispando a los lectores, desde los años treinta hasta nuestros días. Y sin embargo, como Noel Annan afirma en su magnífico ensayo sobre Leonard Woolf: sus actitudes políticas "eran" admirables.

Las campanas de Cambridge suenan de por   vida.