A mi modesto entender, apenas existen hoy intelectuales o movimientos artísticos, que no hayan expresado algún tipo de afinidad con Nietzsche. El declive del marxismo ha quedado oscurecido, por una renovación del interés en las posibilidades izquierdistas presentes en el filósofo, que fueron un elemento decisivo, en el entusiasmo que éste despertó hace ya más cien años. Al existencialista Nietzsche le ha sucedido el deconstruccionista Nietzsche, y al irracional y fascista Nietzsche – jamás sino un fantasma – una declarada aceptación, como filósofo fundamental en la transición al postmodernismo. Hay un Nietzsche feminista, y un Nietzsche postfeminista, que representan movimientos lo suficientemente convincentes, como para haber provocado un contraataque (por feministas que no comulgan con él). Está también el Nietzsche considerado como responsable de la existencia del relativismo ético que, al parecer, infecta hoy la sociedad contemporánea y causa su desintegración moral. Y también el Nietzsche que está al final del camino, hacia la Ilustración. Igualmente, y como elemento concomitante con todo este serio compromiso con él, está el Nietzsche como icono cultural, cuya gran visibilidad ha inducido en mucha gente, la ilusión de saber sobre él, bastante más de lo que en realidad sabe.

No poseo los profundos conocimientos filosóficos, para tratar de establecer el valor de todo lo que se ha escrito sobre Nietzsche; ni he leído, ni mucho menos, todo lo que se ha publicado, ni tampoco he entendido bien todo lo que he leído sobre él. Por tanto me limito ha comentar lo que he entendido de una serie de obras sobre el filósofo (Walter Kaufmann, Werner Ross, R. J. Hollingdale, Paolo D’Iorio, Eugen Fink…). Las tendencias más recientes, relativas al pensamiento de Nietzsche que me atraen con mayor fuerza, son aquellas que lo consideran como un paradigma filosófico, o punto de partida, en relación con los modos de pensar característicos de mi propio siglo, el XX.

Una de las interpretaciones de su filosofía que me agrada, es la de Walter Kaufmann y, especialmente, su trabajo “rehabilitador” de 1950. Puede que Kaufmann hiciera de Nietzsche, una figura más humanista de lo que en realidad fue, lo tengo presente. Pero allá por finales de los sesenta, cuando me empecé a interesar por la filosofía, el único intento serio de entender a Nietzsche, que rivalizaba seriamente con el de Kaufmann, era el de Heidegger. Aunque difieren en todos los demás aspectos, Kaufmann y Heidegger coinciden en considerar la “voluntad de poder”, como el dogma capital de Nietzsche, sin cuya consideración no puede ser entendido. Aunque modestamente, el resto de la interpretación de Heidegger, no la comparto.

Siempre que me es posible, prefiero interpretar a los grandes autores, por las obras que ellos mismos escribieron. Y es sabido que Heidegger rechaza las obras publicadas por Nietzsche, y se apoya por entero en lo que se ha venido llamando el “Nachlass” (bienes hereditarios), es decir, los escritos que Nietzsche dejó, pero jamás publicó. Como alguien escribió en su día: Me parece un requisito de la decencia intelectual, entender primariamente a un autor, del modo en el que quería ser públicamente entendido. Y cuando leí que, de acuerdo con la lectura de Heidegger, la “filosofía de Nietzsche” no se encuentra explícitamente presente en sus escritos, publicados o sin publicar, sino que ha de ser extraída por el intérprete, pensé que seguramente el propio Nietzsche, no se habría reconocido en los escritos de Heidegger.

El hecho innegable de que la interpretación de Heidegger, haya ejercido una influencia tan amplia y profunda, no me parece que sea fundamento alguno, para objetar la conclusión de Hollingdale: la influencia de la propia filosofía de Heidegger, ha sido tan amplia y profunda como la de cualquier filósofo del siglo veinte, y también es responsable en parte, de la diseminación del interés por Nietzsche; pero esto significa que han sido muchos, los que han empezado a considerar a Nietzsche como filósofo  serio a través de Heidegger, y por tanto lo han llegado a contemplar, tal como el propio Heidegger lo ve. Pero para muchos de aquellos cuya relación con Nietzsche, es anterior a la interpretación de Heidegger, parece ser casi inevitable pensar que el Nietzsche de Heidegger, es precisamente esto: un constructo que nadie, salvo el propio Heidegger, habría o podría haber diseñado.

No fue tanto el tratamiento que le dio Heidegger al “Nachlass”, como la edición de Colli-Montinari, lo que indujo a algunos a pensar durante algún tiempo al menos, que se habían mostrado demasiados absolutos en el rechazo del “Nachlass”, como un elemento constitutivo de una presentación válida, de la posición filosófica de Nietzsche. Pero pese a esta consideración pienso, desde mi nivel filosófico relativo, que el material no empleado, que constituye el “Nachlass”, no se dejó de emplear por accidente, que lo que Nietzsche deseaba presentar como su filosofía, era lo que él mismo publicó, o de forma demostrable, intentó publicar. Así pues estimo modestamente, que todo lo que encierra el “Nachlass” de los años 1880, que no encuentre un paralelo en la obra publicada de Nietzsche, no es válido en tanto que enunciado de una opinión suya.

Pues eso.