Este sábado Rajoy viene a Mallorca para presidir el congreso del PP Local. Si fuera residente en Baleares, el billete de avión en turista le costaría entre 200 y 250 euros, una vez aplicado el descuento del 50% sobre el precio del transporte, no sobre las tasas aeroportuarias. Si se trasladara a otro lugar de la Península a una distancia similar, podría utilizar su propio coche y gastaría en torno a los 50 euros; es decir, una cuarta parte.

Ignoro si el presidente conoce tal extremo, pero tanto si lo sabe como si no, no está dispuesto a hablar de ello en Palma con la presidenta balear Francina Armengol. Tendrá tiempo para saludar a los militantes de su partido pero no a la máxima autoridad del archipiélago.

El presidente jamás ha demostrado una gran querencia por la geografía insular: la ha colocado a la cola de las inversiones del Estado en las autonomías. No contento con eso, cuando cayó en sus manos un anexo del Estatuto de Autonomía Balear que concretaba un septenato de inversiones (por Ley) lo rompió en pedacitos; con uno de ellos encendió su puro y siguió leyendo el Marca. Es evidente que Palma le aburre. De hecho, en 2013 habló con el Rey de lo a gusto que se está en la Isla de Palma. El monarca, persona considerada en estos lances, no le respondió que tal isla se encuentra a 2.710 kilómetros, exactamente en Canarias.

Hace unos años coincidí con el Rajoy en un vuelo Madrid-Palma, donde clausuraba también otro congreso del partido. Constaté que, efectivamente, es un presidente tranquilo. Pasó la hora larga de trayecto garabateando un mismo sudoku, del cual no adiviné el grado la dificultad, solo pude comprobar que era el del Marca, que generalmente pone el listón bajo. Por lo visto,  su cartera no contenía el menor dossier por estudiar y, de llevarlo, decidió obviar lecturas áridas.

¿Y por qué el portazo a Francina Armengol? Muy sencillo: los canarios tendrán un 75% de descuento en los vuelos gracias a que uno de sus diputados independientes votará a favor de la ley de Presupuestos y le proporcionará la mayoría necesaria. La presidenta balear, lógicamente, reclama otro tanto para sus conciudadanos, pero a Rajoy le da pereza mantener diez minutos de reunión. “Además – debe pensar el gallego – esta señora me debe tomar por tonto. Sus dos diputados socialistas votaron un No es No a mi investidura y, ahora, con todo el descaro, me piden más descuento en los aviones ¡Habráse visto! ¡Qué se lo curren, como los canarios!