Es muy curioso constatar el desarrollo de casos de presunta corrupción en las geografías de la derecha y la izquierda por separado. El episodio de las contrataciones de estudios de Jaume Garau, jefe de campaña electoral del grupo nacionalista MÈS, por parte de las consejerías de Turismo y Cultura del Gobierno balear, precisamente regentadas por este partido, es un caso de libro.

Aparece en los medios (sin duda fruto del denominado "fuego amigo") y la izquierda se incendia a las primeras de cambio. Es importante recordar que esto sucede a unas Islas donde se han producido una treintena de sentencias condenatorias por corrupción política e institucional y, que yo sepa, ninguna ha afectado a la izquierda.

Una izquierda que, ante esta circunstancia, se desmorona moralmente, se azota en penitencia y crea una crisis política profunda. No le basta con pedir perdón y aclarar detalladamente todo lo que ha sucedido para calibrar si existe ilegalidad alguna: al día siguiente tiene que cortar cabezas y más cabezas; no sabe que, por muchas que corte, la derecha cínica aún pedirá más. El caso se magnifica desde la propia izquierda, con crisis de gobierno, pérdida de apoyo parlamentario, extrema tensión interna y depresión de militantes y simpatizantes. Con el mayor complejo de culpabilidad, provocan un exagerado cataclismo. Los medios hacen su agosto. La derecha, sin despeinarse, se frota las manos.

En la práctica, la izquierda colabora con el PP al encender la pira incendiaria y cae en la trampa de participar en una riña de gatos parlamentaria de muchos decibelios con el ventilador de la mierda que la esparce por todas partes. La derecha tiene claro el objetivo: que una buena franja de gente llegue a la conclusión del "todos son iguales" - que es donde se camuflan los verdaderos corruptos de siempre - porque para la izquierda es un desastre y la derecha está inmunizada.

La derecha tiene en las Balears docenas sentencias firmes de corrupción de alta intensidad (Presidentes de Gobierno, consejeros, altos cargos) y, cuando esto sucede, balones fuera, callan, hacen el muerto y esperan que amaine el temporal.

Como es natural, esta reacción diferente entre unos y otros surge de la diferencia ética de los unos y los otros. Pero, personalmente, siempre me ha parecido moralmente incomprensible que una multa por exceso de velocidad (que se debe pagar y restar puntos) cause más revuelo y estragos que una estafa piramidal con millones de euros y miles de afectados. A alguien le queda todavía mucho que aprender.