La inquietante manera de expresarse del holandés Dijsselbloem, miembro de la Eurocámara,  le ha costado la unánime y merecida acusación de machista irredento.  Sin embargo su descripción de esa gente del Sur  - que se gasta los créditos en mujeres y copas y, como son unos vagos, no los pueden devolver -  tiene un significado aún más cruento porque es realmente lo que piensa gran parte de la derecha europea del norte. Que nadie se lleve a engaño: no es una consideración de la austeridad calvinista contra el derroche latino sino un sentimiento alimentado por el poder económico para imponer sus políticas de recortes al gasto social de las clases medias y bajas. El holandés utilizó un relato machista para describir la esencia de su ideario neoliberal. Creía al dedillo lo que dijo. Poco importa que sea mentira. Antes de que la crisis tumbara las economías de medio mundo, España tenía una deuda del 32% del PIB y Alemania del 62%. Dijsselbloem lo cree de verdad.

Como lo debe creer el diputado Miguel Angel Heredia, que pasa por pertenecer al círculo más restringido de Susana Díaz, cuando trata de “hijaputa” a una diputada de su propio partido, quiere disolver al PSC, y dice que tuvieron que intervenir porque Sánchez ya había fraguado un pacto con los independentistas. Ese último extremo le había sido soplado – dijo – por el líder de CCOO, Fernández Toxo, quien se ha apresurado a desmentirlo con rotundidad.

Como Dijsselbloem, Heredia, ha pedido excusas cuando ha sido cazado por la grabación de sus palabras y ha alegado que las había pronunciado en una conversación “distendida” con un grupo de Juventudes Socialistas. Lo que debe ser cuando se pone un pelín nervioso... Pero más allá de su mala educación, sus mentiras y su falta de respeto con sus propios compañeros, lo más grave es que lo que cree lo que dijo. No se dice nada de eso si no se lo cree al dedillo.

Para mayor paradoja, ese diputado de conversación distendida, forma parte de quienes se comprometieron a “coser” las heridas causadas en el PSOE tras la defenestración de Pedro Sánchez. Quizás se refería, como en las novelas de seria negra, a “coser a puñaladas”.

Quizás sería bueno evitar tanta conversación distendida si los socialistas quieren llegar a las primarias sin desangrarse.