Los hoteleros exageran las actuales cifras de alquileres turísticos en pisos para presionar al Govern y lograr la ley más restrictivaLos hoteleros de Baleares continúan demonizando el alquiler turístico particular en edificios de pisos - por lo general - propiedad de gente de clase media que saca un rendimiento económico para compensar los recortes de ingresos familiares por las tijeras de la crisis. El Govern progresista de Balears prepara una ley de regulación cuyo objetivo final es recortar este tipo de oferta de microhoteleros para combatir –dicen - la impresión de saturación turística y, de paso, ofrecer gestos a colectivos que exigen una poda al flujo de turistas.  

Así pues, parece que el monopolio de alojamiento turístico seguirá estando en manos de los hoteleros, que no consienten la menor competencia, por mínima que sea y aunque provenga de los propios ciudadanos que tratan de aumentar sus esquilmadas rentas.  De hecho, exageran las actuales cifras de los ciudadanos que se agarran al alquiler turístico como comodín de bajas pensiones, sueldos precarios o hijos en paro. No son ellos los causantes del desenfreno turísticos en pisos para presionar al Govern y lograr la ley más restrictiva. Sin embargo, en paralelo, sigue la construcción de hoteles urbanos, que ha registrado una eclosión sin precedentes en el casco antiguo durante la última década. Es más en zonas turísticas de Palma como s’Arenal, algunos hoteleros proceden al aumento de su capacidad aumentando las alturas de sus edificios, hasta el 50% (como ocurre con el de la foto de ayer mismo) con el beneplácito aparente de la Administración local. 

Se equivocan quienes preparan la primera guillotina a los ciudadanos que se agarran al alquiler turístico como comodín de bajas pensiones, sueldos precarios o hijos en paro" No son ellos los causantes del desenfreno"Probablemente sea preciso poner topes a un crecimiento sin freno, pero se equivocan quienes preparan la primera guillotina a los ciudadanos que se agarran al alquiler turístico como comodín de bajas pensiones, sueldos precarios o hijos en paro. No son ellos los causantes del desenfreno. Antes deberían controlar las compras masivas de apartamentos por parte de sociedades extranjeras que alimentan ese mercado y, luego, reducir el desembarco de varios cruceros diarios en el puerto de Palma, principal causa del famosa sensación de saturación en las calles del casco viejo de la ciudad. Y, si hay que poner más alto el listón, suprimir plazas hoteleras obsoletas y cerrar establecimientos que se niegan a la renovación.

El turista de 2017 ya no es un rebaño que llega a Mallorca con un tour operador y va directo al hotel de tres estrellas; una franja importante desea alojarse en una casa en el centro de cualquier ciudad o pueblo, tratar con los vecinos y gozar civilizadamente la vida de barrio. Entre ellos puede haber algunos bárbaros, desde luego, pero en mucha menor medida que los que pueblan numerosos hoteles de la costa, aquellos que se inscriben en la recepción con media botella de vodka en el cuerpo. Y esos, paradójicamente, no causan alarma social ni son objeto de leyes  de regulación.