Se va una estrella y llega un gestor. Adiós fama, hola sobriedad. La dimisión fulminante del ministro de Cultura Maxim Huerta, que se marcha muy dolido por haber sido retratado como un defraudador fiscal por periodistas que hicieron exactamente lo mismo que él, ha traído un cierto sosiego al departamento de la mano del inesperado nombramiento del almeriense José Guirao. Su nombre es bien visto por el Gobierno andaluz, aunque su trayectoria política y profesional lo ha mantenido más bien alejado de su tierra natal desde hace décadas.

Con Guirao son ya cuatro los andaluces que se sientan en el Consejo de Ministros: la vicepresidenta Carmen Calvo, la ministra de Hacienda María Jesús Montero y el titular de Agricultura Luis Planas. Tanta presencia andaluza no obedece necesariamente a una cuota territorial, pero designación de paisanos al frente de importantes ministerios siempre ayuda.

Cambiar de ciudad, no de bando

Guirao comenzó su carrera política en Andalucía hace más de un cuarto de siglo, cuando fue director general de Bienes Culturales de la Junta, aunque luego pasó a desempeñar destinos de mayor envergadura, como el de director del Museo Reina Sofía.

Precisamente su nombramiento al frente de la prestigiosa pinacoteca madrileña por parte del Gobierno de José María Aznar, en 1994, suscitó algunos recelos entre los socialistas andaluces, que  lideraba Manuel Chaves, demasiado ocupado por aquel entonces en sofocar la rebelión guerrista en el feudo andaluz como para prestar atención al 'caso Guirao'. Tales suspicacias se demostraron, en todo caso, injustificadas: Guirao no había cambiado de bando sino de trabajo; dejaba Sevilla para marcharse a Madrid, no al PP.

En su destino político en la Junta impulsó la Ley de Patrimonio Histórico y el Plan General de Bienes Culturales y puso en marcha el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, que pese a ocupar una sede tan poderosa –aunque algo a trasmano– como el antiguo Monasterio de Santa María de las Cuevas, en la Cartuja de Sevilla, nunca ha acabado del todo de levantar cabeza ni de marcar un perfil propio y diferenciado en su oferta cultural. Con Guirao al frente seguramente eso no habría sucedido.

El legado de Federico

Su currículum lo acredita como un gestor cultural de primer orden: director de la Casa Encendida, responsable de la Fundación Montemadrid, patrono de la Fundación Federico García Lorca… No tiene, en fin, la fama que tenía su veloz antecesor, pero su nombre es muy respetado en ámbitos culturales. 

Lorquiano de pro, el último servicio prestado a su tierra natal ha sido precisamente desde la Fundación Lorca pilotando las conversaciones a cuatro bandas de colores políticos distintos (Ministerio de Cultura, Junta de Andalucía y Diputación y Ayuntamiento de Granada) para trasladar a Granada, ciudad donde estudió Filología, el valioso legado del poeta, a punto de aterrizar por fin a la sobmra de Alhambra. La celosa sobrina del escritor asesinado en 1936, Laura García Lorca, le agradeció públicamente a Guirao el buen trabajo realizado y su generoso "desprendimiento”.

Si sus cuentas con Hacienda están perfectamente en orden, y sin duda lo estarán, 'nuestro hombre en Madrid' puede hacer un buen trabajo al frente de un ministerio al que, desde la consolidación del Estados de las autonomías, nunca le ha resultado fácil hacerse un hueco visible en la espesa selva institucional –y fiscal– de la cultura española.