No es el hombre que habría elegido Susana Díaz para ocupar la Delegación del Gobierno de España en Andalucía, pero quien decide no es ella sino Pedro Sánchez, cuya decisión no está exenta de riesgos pero el presidente se ha ganado sobradamente el derecho a tomarla.

El Consejo de Ministros nombrará mañana para ese cargo a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis (Sevilla, 1970), sanchista de primera hora en un territorio orgánico lleno de asechanzas del que hace un año logró salir entero para subir por su propio pie al AVE que lo condujo a Ferraz, donde, con menos lucimiento del que tal vez imaginó, ocupa desde entonces el puesto de secretario federal de Relaciones Institucionales del PSOE.

Un hombre de partido

Con anterioridad y no sin que saltaran chispas, Gómez de Celis fue director de la Agencia Pública de Puertos de Andalucía, organismo dependiente del Gobierno de Susana Díaz, y antes de eso había sido concejal de peso en el Ayuntamiento de Sevilla con Alfredo Sánchez Monteseirín de alcalde. La idea de Alfredo era que Alfonso fuera su sucesor y encabezara la lista de las municipales de 2011 por la capital.

La guerra civil –una de tantas– que hacia mitad de su mandato se desató en el PSOE de Sevilla, y que situó en bandos enfrentados a la entonces concejal Susana Díaz, truncó unos planes del alcalde que de todas formas habrían fracasado porque los sevillanos decidieron votar mayoritariamente al popular Juan Ignacio Zoido, que no hizo mal papel como alcalde comparado con el que luego haría como ministro.

Sí, pero mejor no

El vicepresidente andaluz, Manuel Jiménez Barrios, decía el jueves ante las cámaras de la cadena de emisoras locales Ondaluz que si el nombre elegido para delegado del Gobierno era Gómez de Celis, sería bien recibido, claro está, por supuesto, “como cualquier otro compañero”.

Las palabras, políticamente impecables, del vicepresidente fueron las que tenían que ser, pero los circunloquios previos y el siempre traicionero leguaje corporal parecían más bien proclamar sordamente que Alfonso, que fue el jefe de campaña de Sánchez en las primarias, nunca jamás habría sido el hombre que el PSOE andaluz hubiera situado en el despacho de la torre sur de la Plaza de España de Sevilla, sede de la delegación gubernamental.

Cornejo vs. Luena

Jiménez Barrios sí dio, en todo caso, una pista que la Moncloa no parece haber seguido: el nuevo delegado del Gobierno debería ser alguien con buena predisposición a entenderse con la Junta. ¿Lo es Alfonso Rodríguez Gómez de Celis? De entrada, no. Pero, de entrada, nadie habría dicho que Pedro Sánchez iba a fichar para un puesto tan crucial como el de ministra de Hacienda a la consejera andaluza María Jesús Montero.

En el palacio de San Telmo y en la calle San Vicente hubieran preferido para delegado del Gobierno alguien con un talante más cercano al dialogante y sin dobleces de un Juan Cornejo, duradero número dos del partido en Andalucía, que al rígido y partidista de un César Luena, efímero número dos del partido en España. En la dirección andaluza tal vez piensen que Celis se parece al segundo más que al primero, pero no hay que descartar que tenga órdenes de imitar a Cornejo antes que a Luena.

La nueva bolita

Las malas relaciones políticas y personales de Susana Díaz con Gómez de Celis, agravadas durante la encarnizada batalla que culminó en las primarias de mayo de 2017, no auguran tiempos fáciles en la relación entre la plaza de España y el palacio de San Telmo.

Aun así, antes de darle vueltas al bombo para ver la suerte que arroja hay que meter en él esta nueva e importante bolita: entre la Moncloa y San Telmo ha estallado la paz –una paz, se dirá, a todas luces interesada, pero pocas paces auténticas no lo son– y cabe esperar, ¿por qué no?, que ese clima de distensión se traslade a la relación entre la Junta y la Delegación del Gobierno.

La tentación orgánica

Lo que con toda seguridad no va a existir entre Díaz y Celis es complicidad. Lealtad institucional seguramente sí (las elecciones están cerca y cuantos menos roces, mejor para todos) pero confianza orgánica seguro que no. E intercambio de secretitos, ni pensarlo.

El nuevo titular puede tener, eso sí, la tentación de utilizar una plataforma como la Delegación del Gobierno, que cuenta con terminales institucionales en las ocho provincias, para engordar las escuálidas filas del sanchismo andaluz: los nueve subdelegados del Gobierno –las ocho provincias más el Campo de Gibraltar– que designe Gómez de Celis van a ser, obviamente, sanchistas, que una cosa es que haya estallado la paz y otra muy distinta que la gente se chupe el dedo. ¿Pueden venir los líos por ese lado? Pueden. Desde luego que pueden.