Todo está recomponiéndose a toda velocidad en la política andaluza tras el triunfo de la moción de censura que ha sacado a Mariano Rajoy de la Moncloa para situar en su lugar al socialista Pedro Sánchez, cuya abrupta llegada a la Presidencia ha tenido como primer efecto la distensión orgánica entre Ferraz y San Vicente.

Para el PSOE andaluz la cosa está clara: en Madrid se ha instalado “un Gobierno amigo”, repiten los de Susana Díaz, y hay que aprovechar los “vientos favorables” que han empezado a soplar con brío al norte de Despeñaperros.

Confusión en Ciudadanos

Para Ciudadanos las cosas son no tanto complicadas como confusas. El partido naranja y su líder Albert Rivera han quedado descolocados, como fuera de juego, y necesitan recomponer su figura con urgencia.

Su líder andaluz Juan Marín está a la espera de saber a qué atenerse y cómo digerirá su partido el nuevo escenario, una vez que el favorito de las encuestas deje de ser Rivera y empiece a ser Sánchez. Por ahora, Marín no ha variado su tono de colaboración con el Gobierno andaluz.

¿Sánchez sí y Díaz no?

Para Izquierda Unida y Podemos, ambos en pleno –y complicado– proceso de confluencia, las cosas también tienden a la confusión. A la confusión y a una cierta ambigüedad: Sánchez es presidente gracias a sus votos pero Díaz lo es a pesar de ellos.

El discurso de Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo hace extraños equilibrios: obligado a defender, al menos de momento, a Pedro Sánchez, intenta legítimamente explotar las contradicciones entre este y la presidenta andaluza, si bien con el inconveniente táctico de que quienes con tanta ferocidad se enfrentaron en las primarias parecen hoy haber optado por la distensión y el entendimiento.

Un AVE cargado de cargos

Los mayores problemas internos son para el Partido Popular y su líder Juanma Moreno. Ayer en la sesión de control parlamentario, a Susana Díaz le faltó tiempo para recordarle a Moreno lo que se le viene encima: “A usted lo que le preocupa es el AVE que viene de vuelta a Sevilla”, le espetó con malicia la presidenta en alusión a los altos cargos andaluces que se han quedado sin empleo en Madrid pero que mantienen intacta la influencia orgánica en sus circunscripciones.

Son los casos de José Antonio Nieto en Córdoba o José Enrique Fernández de Moya en Jaén, que ahora sí tienen tiempo libre y que no han perdonado a Moreno su empeño en cerrarles el paso a la que habría sido su segura reelección como presidentes del partido en sus provincias.

Pero Moreno tenía buenas razones para hacer lo que hizo: si Nieto y Moya fueran hoy presidentes del PP de Córdoba y Jaén, respectivamente, representarían un peligro para el presidente regional una vez que este ha perdido el sólido blindaje que le ofrecían Mariano Rajoy y la presidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

Al acecho

El adiós de Rajoy, que se hará efectivo en cuestión de semanas, y la incertidumbre sobre el futuro de Santamaría, valedores ambos de Moreno, deja a este en situación embarazosa, máxime teniendo en cuenta que su correosa y acechante enemiga María Dolores de Cospedal no parece dispuesta a abandonar la Secretaría General del PP sin dar batalla.

Y es que el problema principal de Juanma no es tanto que fuera nombrado a dedo –Susana Díaz también lo fue– como que no ha sido capaz de ganarse el puesto, el difícil puesto de líder: los cargos pueden regalarse; los liderazgos, no.

La carta del sustituto

Hasta hace solo unas semanas se antojaba completamente inverosímil que en el PP andaluz se pusiera en cuestión la presidencia de Moreno, sobre todo considerando que las elecciones están casi a la vuelta de la esquina y sería arriesgado abrir ahora tan comprometido melón.

Ciertamente, tras el adiós forzado de Rajoy es difícil hacer pronósticos. Nadie sabe qué hará el nuevo presidente del partido. En principio, lo menos arriesgado sería dejar las cosas como están y que Moreno fuera de nuevo cabeza de cartel: ahora, bien unos malos resultados, que es lo que pronostican todas las encuestas, equivaldrían a una defunción política segura del actual presidente del PP-A.

En principio, es poco probable que el sustituto o sustituta de Rajoy se arriesgue a forzar el recambio de Moreno por alguien de su confianza que, casi con toda seguridad, también perdería las elecciones: mejor que las pierda Moreno, pues eso dejaría al nuevo inquilino de Génova las manos libres para hacer cambios en Andalucía.