Con su plácido aspecto de tribuno romano y su acreditada vocación científica, pocos de quienes le conocen habrían augurado que Antonio Ramírez de Arellano (Sevilla, 1964) acabaría dejándose tentar por la política y hasta ocupar, como ocurre desde hoy, una posición central en la sala de máquinas del Gobierno andaluz.

A la Consejería de Economía y Conocimiento de la que era titular desde junio de 2015, Arellano suma ahora la de Hacienda. La presidenta Susana Díaz le ha encomendado la delicada tarea de ser guardián de los dineros y planificador, con el permiso de Ciudadanos, de las grandes cifras del Presupuesto autonómico, en sustitución de María Jesús Montero, llamada por Pedro Sánchez para ser ministra de Hacienda. Para Andalucía y para Arellano es una buena noticia tener interlocución directa y privilegiada con Madrid en materia tan delicada.

Una medida estrella

Ramírez de Arellano es catedrático de una cosa que se llama Física de la Materia Condensada y que mejor no intentamos explicar. Fue rector de la Universidad de Sevilla, aunque antes ocupó varios vicerrectorados, y como investigador participó en una treintena de proyectos y contratos nacionales e internacionales, además de ser autor de cuatro patentes y más de 150 publicaciones científicas. Pues bien: aun así, se dejó tentar por la política.

Caer en esa tentación le ha valido la pena, al menos hasta ahora. Desde la Consejería de Economía y Conocimiento que ocupaba hasta ahora, Ramírez de Arellano tomó la que ha sido una de las medidas estrella del Gobierno de Susana Díaz: la bonificación de hasta el 99 por ciento de la matrícula universitaria a los estudiantes que aprueben todos los créditos. Todos –incluidos los estudiantes, tan poco dados a aplaudir a los políticos– aplaudieron la medida.

Desde Hacienda le será más difícil cosechar aplausos tan unánimes. E incluso aplausos a secas. En todo gobierno, Hacienda son palabras mayores. En Hacienda siempre peligra la vida del artista. Como apuntaba en privado a EL PLURAL alguien que conoce bien al concienzudo consejero, “sin restarle mérito a su trabajo, Antonio ha toreado con un novillete de festival, pero ahora va a salirle por la puerta de chiqueros un miura de 600 kilos”.

Un error y un bluf

El único error cometido en su mandato fue en marzo pasado, cuando en una rueda de prensa conjunta con el embajador chino en España afeó a una periodista que le preguntara a Lyu Fan por los derechos humanos en su país. El error de Arellano hizo algún ruido en el ruedo andaluz, pero nada comparado con el que habría hecho si en ese momento hubiera sido consejero de Hacienda.

El otro asunto que arrastró el nombre del consejero por los papeles fue un bluf judicial sobre una supuesta prevaricación administrativa en su etapa de vicerrector que archivaría sin contemplaciones el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, pero que dio cierto juego a la oposición. Como con el embajador, también esta vez el juego habría sido mucho más jugoso para sus adversarios políticos si Arellano ya hubiera estado entonces al cuidado de la caja de caudales.

Ciencia y política 

Pese a todo, tal vez no sea a fin de cuentas la política tan mala como suele pintarla la prensa. Pedro Sánchez acaba de demostrarlo al convencer de que entren en su Gobierno a nombres de primera línea que, como Arellano, han pasado mucho de los negros diagnósticos del periodismo.

Al nuevo titular andaluz de Hacienda no le coge de nuevas esa terrible fama de la política, ya que está familiarizado con el célebre opúsculo ‘El político y el científico', donde Max Weber advertía con su sagacidad de siempre que quien se dedica a la política establece un pacto tácito con los poderes diabólicos que acechan en torno a todo poder”.

Vale. Cierto. Touché. Pero también es verdad, se habrá dicho Arellano, que sin un mínimo trato con el diablo la vida pierde bastante gracia. No todo en esta vida ha de ser materia, maldita sea; y no digamos materia condensada.