Nadie en el entorno de Susana Díaz, pero tampoco nadie en el de Pedro Sánchez pudo imaginar que el mismo Pedro Sánchez que hace solo unos meses castigó sin compasión a la eurodiputada susanista Elena Valenciano ficharía como titular de uno de los ministerios más importantes de cualquier Gobierno a quien ha venido siendo, por la relevancia de la consejería ocupada, mano derecha de Susana Díaz a lo largo del último lustro.

Un máster muy cotizado

La futura ministra de Hacienda, María Jesús Montero, es perfectamente apta para sustituir a Cristóbal Montoro porque sus cinco años como consejera autonómica de ese mismo departamento han sido una especie de supermáster en malabarismo presupuestario, pues se ha visto obligada a combinar y hacer compatibles cosas tan dispares como estas: los recortes de gasto público impuestos por Bruselas vía Madrid; los recortes fiscales impuestos por Albert Rivera vía Juan Marín; el rechazo a cualquier forma de copago por prestaciones sanitarias; el mantenimiento de las políticas sociales como bruñido mascarón de proa del Gobierno andaluz; el cumplimiento estricto de los objetivos de déficit pese a considerarlos injustos…

‘Soy del sur’

Más allá de algunas lecturas temerariamente sofisticadas del fichaje de Montero en clave nada menos que antisusanista pero que también habríamos escuchado de haber obviado Pedro Sánchez a Andalucía en la elección de sus ministros, el hecho indiscutible es que el importantísimo Ministerio de Hacienda estará dirigido por una persona plenamente identificada con las posiciones fiscales y territoriales hegemónicas en la Andalucía gobernada por el PSOE-A durante los últimos 36 años.

No significa eso que Montero vaya a ejercer más de consejera andaluza que de ministra española, sino que ha hecho toda su carrera política en Andalucía y bajo el paraguas ideológico del PSOE andaluz, por lo que, quiéralo o no, la impronta del sur es inseparable de ella y de su manera de hacer política.

Madrid, Barcelona, Bruselas…

Otra cosa bien distinta es si, con solo 84 diputados y un horizonte político sobrecogedoramente incierto, el Ministerio de Hacienda va a ser en el Gobierno de Pedro Sánchez tan decisivo como lo ha sido en la segunda pero sobre todo en la primera legislatura de Mariano Rajoy.

Es altísimamente improbable que Montero consiga armar un proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2019 que sea votado por socialistas, independentistas y podemitas y al mismo tiempo no contravenga las todavía severas prescripciones de Bruselas. Si lo consiguiera se habría ganado con todo merecimiento el título de Superwoman no ya de España sino del mismísimo continente europeo.

Los precedentes

La elección de Montero supone un acierto para Pedro Sánchez, pero es pronto para saber si también lo supondrá para la propia Montero. Imposible para ella escapar al sentimiento de vértigo en estas primeras horas. Sus precedentes más próximos, Magdalena Álvarez y Carmen Calvo, no lograron brillar como ministras de José Luis Rodríguez Zapatero con el mismo fulgor con que lo hicieron como consejeras de Manuel Chaves.

Las tres, por cierto, llegaron a la política de la mano del expresidente andaluz, a quien hace unas semanas Calvo se refirió con inesperada displicencia como ‘ciudadano Chaves’ cuando en rueda de prensa fue preguntada por el juicio de los ERE en cuyo banquillo se sienta el veterano exdirigente.

El médico

Otros nombres elegidos para su Gobierno prefiguran un presidente Sánchez muy alejado del secretario general Pedro, cuya holgada victoria de hace un año en las primarias contra Susana Díaz no materializó después en una estrategia nítidamente orientada a recomponer la cohesión y restaurar la hermandad en un partido que había quedado dramáticamente malherido tras la batalla interna.

Lo que Sánchez no pudo, no supo o no quiso curar como secretario general sí esta pudiendo, sabiendo o queriendo curar como presidente del Gobierno.