La casa de 600.000 euros que se ha comprado Pablo Iglesias con su compañera ilustra la dificultad de ser Pablo Iglesias a todas horas y en toda circunstancia. El secretario general de Podemos y la portavoz en el Congreso, Irene Montero, han publicado en Facebook un largo comunicado de autojustificación en el que proclaman su derecho a invertir sus ahorros en una vivienda familiar que pagarán durante treinta años. Los argumentos que dan no son los que daría cualquier pareja porque ellos no son cualquier pareja y porque en alguna que otra ocasión el líder de Podemos se ha puesto estupendo y ahora los antiguos desahogos de antaño se vuelven contra él.

El comunicado de Iglesias y Montero parece sugerir que para poder llevar a cabo su proyecto vital libremente y sin interferencias tenían que comprarse esa casa, lo cual obviamente no es cierto. Una de 300.000 también habría valido, pero se han comprado la de 600.000 por un motivo perfectamente legítimo y de peso que ellos, por representar lo que representan, no pueden confesar públicamente: porque es la que más les ha gustado, que es la razón por la que todo el mundo que puede hacerlo se compra su casa, y porque también los de Podemos encuentran más acogedoras las casas de 600.000 euros.

Las razones

Al texto publicado por Iglesias y Montero le encaja bien esta sutil observación moral de R. L. Stevenson: “Cuando tratas de justificarte ante los demás, puedes estar seguro de que declararás en falso”. Eso no significa que el suyo sea un texto deliberadamente insincero, sino que tal vez sus autores no sean del todo conscientes de estar, como diría Stevenson, declarando en falso.

¿En qué sentido en falso? En el de que su comunicado está plagado de excusas –salvaguardar su intimidad, estar cerca del campo, construir un proyecto de vida sin interferencias ajenas, dividir la inversión al 50 por ciento, aprovechar la herencia familiar…– pero rehúye la cuestión principal: que los líderes del partido de los pobres no pueden vivir como los ricos, que los abanderados contra la casta no pueden tener las mismas casas que ella, que quienes más ilusión han despertado entre los jóvenes no pueden decepcionarlos adquiriendo una vivienda que sus votantes jamás podrán soñar en comprársela.

Las contraindicaciones

Como padres, Pablo e Irene tienen buenas razones para haberse comprado esa casa; como dirigentes de Podemos, Iglesias y Montero se han equivocado haciendo una inversión tan aparatosa, pues la principal contraindicación de esa compra no es solo moral, que también, sino estética. Y en política las censuras de orden estético son si no las peores, sí las más difíciles de combatir: las fotos de esa casa, de esos muros o de esa piscina contrastan demasiado vivamente con el discurso público de austeridad personal que ha defendido Podemos desde su fundación. La casa desmiente el discurso de la casta.

El problema, en fin, es que han insinuado demasiadas veces que comprarse casas así era pecado y ahora no saben cómo justificar el haberlo cometido ellos mismos. Hoy, ambos estarán preguntándose cuánto durará la penitencia: esa penitencia que, como su hipoteca, que ya han empezado a pagar.