Las crónicas previas tuvieron más morbo que las escritas tras el encuentro. ¿Habría algún gesto impropio por parte de alguno de los dos protagonistas? ¿Algún feo en el protocolo? ¿Algún sutil intento de vacío? ¿Algún conato de provocación, de desquite? Nada. Cero. No hubo fuego. Ni siquiera ascuas. Del incendio socialista de hace un año solo quedan las cenizas que el periodismo revuelve una y otra vez en busca de unos rescoldos que no aparecen.

El martes de Feria, Pedro Sánchez llegó al filo de las dos y media a la caseta de la Asociación de la Prensa de Sevilla, saludó con normalidad a Susana Díaz, posó para las cámaras, aguantó hierático la entrega de premios, dejó escapar alguna sonrisa, sobrellevó con profesionalidad un ambiente festivo que obviamente no es el suyo, se despidió, se marchó para seguir su recorrido por el Real, fuese y no hubo nada.

Una estrella muerta

El dramático conflicto civil vivido por los socialistas –hasta que las primarias de mayo de 2017 zanjaron la contienda a favor de Pedro Sánchez– recuerda a esas estrellas cuya pálida luz todavía nos sigue llegando aunque ellas hayan muerto hace mucho tiempo. Tras unos primeros días de desconcierto en las huestes andaluzas, quedó claro que Pedro asentaba sus reales en Ferraz ya con las manos libres para dirigir el partido sin el lastre de las baronías territoriales ni los contrapesos orgánicos y que Susana regresaba a sus asuntos andaluces mientras se lamía unas heridas que parecen haber sanado mucho antes de lo que todos habían conjeturado. Y ya está. Caso cerrado. Se acabó.

¿Se acabó? Bueno, se acabó y no se acabó. Se acabaron unas cosas pero no otras. Se resolvió lo accesorio pero no lo principal. Si el secretario general no está haciendo bien las cosas, y es difícil sostener lo contrario, ello no cabe atribuirlo a nadie más que a él mismo: ha pasado un año desde su victoria y el Partido Socialista está fuera de juego.

Adiós a las armas

Las diferencias, resquemores o reservas que pueda haber entre el secretario general y Susana Díaz no es que no existan, es que hoy por hoy son del todo irrelevantes. Por eso, y porque todo transcurrió con fría normalidad, las crónicas del encuentro ferial de ayer se precipitaron en pocas horas a la zona baja de la home de los diarios digitales.

A los ojos de la opinión pública y de buena parte de sus votantes, la formación que dirige Sánchez sigue apareciendo desdibujada, sin rumbo claro, sin mensajes identificables, desaparecida del debate territorial, con una voz débil, confusa y titubeante no logra hacerse oír… Hoy parece claro que el problema del Partido Socialista va mucho más allá de los asuntos que tan violentamente afloraron en las primarias de hace un año, que a estos efectos habrían hecho un poco el triste papel del árbol que no dejaba ver el bosque.

Pedro ha demostrado que tenía coraje para ganar pero no talento para gobernar. Supo cómo vencer pero no sabe qué hacer con su victoria.