Como hoy domingo empieza la Feria de abril, los pensionistas de Sevilla fueron obligados o se obligaron a sí mismos o se creyeron obligados a manifestarse el viernes bajo una manta inclemente de lluvia y frío. La generosidad mediática con los concentrados habla de un millar. Dice mi altocargo, que sabe de inflar manis históricas, que ya irían apañados si se reunieron quinientos.

Los que vivimos exiliados en los aljarafes de la capital de Andalucía sabemos que desde el lunes de resurrección, la gente aplaza sus cosas para “después de feria”. De la misma manera que hemos aprendido a decir con arte servesita, jamonsito, lomito, contramano, sabemos que no es elegante ni apropiado ni mucho menos sevillano proponer una cita en las fechas previas a la feria.

Cualquier tarea, proyecto, reunión, negocio o consejo de administración debe ser pospuesto para “después de Feria”. Si alguna vez, por olvido imperdonable o falta de tacto y sevillanía tú le dices a alguien de verte un jueves de preferia te mira como si vinieras de otro sistema solar, por ejemplo Almería. Y no sin condescendencia y una leve mueca de contrariada comprensión te suelta: eso, si acaso ya lo vemos “después de Feria”.

Conviene andarse con mucho tiento porque tampoco se trata de avasallar al sevillano puro proponiéndole un encuentro el lunes de resaca. Aunque ya no esté formalmente en las agendas festivas de la Gran Sevilla, intentar una reunión de trabajo el lunes de resaca es de un mal gusto que te cagas; aquí la mirada es, directamente, como si fueras un perfecto gilipollas.

Pero atención que el “después de Feria” es también el “antes del Rocío” y encontrar la fecha adecuada requiere de un esmerado estudio de los escasos días disponibles. A poco que te descuides y si tu cliente resulta ser del polvo del camino, de colgarse la medalla, de la luz de las candelas, lo más probable es que tu reunión o negocio o cita se traslade a “después” del Rocío, que a su vez tiene escaso margen antes de las vacaciones de verano. Lo que no hace improbable que el urgente asunto se dirima finalmente en bañador, en el chiringuito (por supuesto ilegal) de cualquier playa de Cádiz o Huelva.

Toda la humanidad sabía, ahora que todos somos meteorólogos, que el viernes de preferia iba a caer el diluvió de Noé (no hay datos de que naciera en Triana), pero nuestros sedicentes sindicatos entendieron con el mejor de los criterios de rancia sevillanía que en ningún caso las reivindicaciones de los viejitos podrían solaparse con el esplendor del albero y el milagro de la ciudad encendida. Y así fue como un puñado de centenares de pensionistas pasaron una mañana de perros de frío y lluvia para que, bajo ningún concepto, sufriera menoscabo el milagro de la Feria. Y lo peor o lo mejor es que a todo el mundo le pareció normal.

Fíjate si será capullo el Trump ése (mi altocargo desde el sofá) que se ha atrevido a atacar Siria el sábado de preferia. Se la vamos a liar buena, con ese aire de sheriff chulo con sobrepeso de la humanidad. Eso sí, amore, después de Feria.