Hay un cierto encanallamiento de baja intensidad en el Parlamento de Andalucía. Las sesiones de control a la presidenta se llaman sesiones de control a la presidenta pero la mayor parte de las veces derivan en otra cosa. Da la impresión de que el interés principal de los grupos de la oposición no es tanto controlar al Gobierno en sentido estricto como erosionarlo en sentido general.

Una impresión que se corresponde con esta otra: la de que la presidenta dedica sus mejores esfuerzos a atacar –o contraatacar, según el caso– al adversario más que a dar cumplida respuesta a lo que éste le pregunta.

A ello se suma que demasiadas veces los portavoces de la oposición no respetan ni la literalidad ni el sentido de la pregunta por escrito registrada previamente en la Mesa de la Cámara, que modifican acomodándolas a temas de actualidad que pueden dar más juego dialéctico del que habría dado la interpelación inicial.

Preguntas oficiales, preguntas reales

En la sesión de control de este jueves ha habido un poco de todo eso. Antonio Maíllo preguntaba oficialmente sobre cobertura sanitaria pero metió la ‘morcilla’ de la enseñanza segregada.

Teresa Rodríguez preguntaba oficialmente por medidas para aumentar la confianza de los andaluces en sus instituciones pero acabó hablando del juicio de los ERE en cuyo banquillo se sientan “20 años de gobiernos socialistas”.

La pregunta oficial de Moreno Bonilla era relativa al crecimiento económico equilibrado pero el líder del PP la transformó en una petición expresa a Díaz para que exigiera a “su jefe Pedro Sánchez” que apruebe los Presupuestos Generales del Estado”.

Juan Marín sí se atuvo a preguntar sobre el grado de ejecución de los Presupuestos autonómicos de 2017, pero la presidenta aprovechó su ventaja posicional en el debate para recordarle que a ver cuándo se suma Ciudadanos al consenso sobre el modelo de financiación autonómica.

Preguntar, contestar, herir

El capítulo más bronco de la sesión fue, con diferencia, el mano o mano protagonizado por la líder de Podemos y Susana Díaz. Más allá de la legítima voluntad de preguntar y contestar, pudo apreciarse en ambas líderes una voluntad –también legítima pero más indecorosa– de herir a su contraria.

Teresa Rodríguez desempolvó el hiriente argumentario, muy del PP, sobre los ERE –“ustedes han utilizado el dinero de los parados para ganar elecciones y tejer redes clientelares”– y se defendió de la acusación de antisocialismo formulada por Díaz diciendo que Podemos no pretende acabar “con el socialismo sino con el susanismo”.

Duelo de honestidades

La presidenta no se paró en las primeras matas: “Ni soñando es usted más honesta que yo”, le espetó en su primera réplica después de que Rodríguez acusara a la Junta de 1) “cinfuentazo” en una causa judicial en la que el Gobierno andaluz habría presentado documentación falsa y 2) “clientelismo” en otra sobre la Fundación Guadalquivir de Córdoba.

A esas alturas del debate, el mal rollo personal y político entre Díaz y Rodríguez ya había envenenado de forma irreparable el intercambio de aregumentos entre las líderes de las dos principales fuerzas de la izquierda, de forma que pocos prestaron atención a la hoja de servicios contra la corrupción desgranada por la presidenta.

Colegios, hospitales, barricadas

El portavoz de Izquierda Unida no fue menos duro que Rodríguez pero sí menos agrio. Antonio Maíllo le afeó a la socialista la renovación de los conciertos sanitarios con las clínicas Pascual pese a “llevarse un beneficio ilícito de 164 millones de euros con los que se podrían haber construido tres hospitales”. También le reprochó no haber construido colegios públicos en las zonas donde los únicos centros de referencia son concertados con enseñanza segregada.

Díaz no descendió al detalle en su respuesta sobre la cobertura sanitaria andaluza, salvo para recordarle al líder de IU que cuando su formación estaba en el Gobierno las políticas sanitarias eran las mismas. La presidenta no se dejó en el tintero un par de argumentos ya recurrentes: que Maíllo le hace el juego a la derecha con su “campaña tóxica” contra la sanidad pública y que debería abandonar “las barricadas facilonas que trae aquí para salvar la sopa de letras en la que usted intenta concurrir”.

Dos remansos y una sima

Entre los dos remansos de paz de supusieron las intervenciones Juan Marín, por Ciudadanos, y Mario Jiménez, por el PSOE, el popular Juanma Moreno se adentró imprudentemente en territorio comanche al sacar a colación los Presupuestos Generales del Estado (PGE), cuyas cifras de inversión en Andalucía mejoran las ciertamente famélicas del ejercicio anterior, pero no lo bastante como para no salir trasquilado en un debate celebrado no en el Congreso o el Senado sino en el Parlamento andaluz.

Moreno empezó, con bastante razón por cierto, felicitándose a sí mismo por haber logrado que la Junta acelerara su programa de implantación del cribado de cáncer de colon en el sistema andaluz de salud solo dos semanas después de que, en la anterior sesión de control, él mismo le hubiera recriminado a Díaz su lentitud en hacerlo.

A propósito de Pedro

Tras el buen arranque, el líder del PP se quejó de lo mal que la Junta trata a Córdoba; la presidenta le replicó que quien verdaderamente la trata mal es el Gobierno central; Moreno le recordó que después de 20 años a ver si acababan de una vez la Autovía del Olivar y la exhortó a decidir “entre Pedro Sánchez o los andaluces”.

Cerró el turno Díaz con un somero catálogo de las míseras inversiones contempladas para Andalucía en esos mismos Presupuestos Generales que Moreno pretende el PSOE le apruebe al Gobierno con la connivencia de los socialistas andaluces.

No salió bien parado Moreno de su duelo con Díaz, hasta el punto de que sus heridas dieron pie al socialista Mario Jiménez para actualizar su vena cáustica: “¿Pero quién le hace los papeles al jefe de la oposición, que sale preguntando por Córdoba cuando es de las provincias más castigadas en inversión por el Gobierno?”. Moreno, ya sin turno de réplica, aguantó la burla del onubense con una forzada sonrisa.