Por delante.- Lo que se ve primordialmente es un buen mozo. Tanto que el primer vistazo sugiere ensoñaciones de liderazgo: en este mundo líquido, la batalla de la imagen la tiene ganada de antemano. Con este chico sin corbata (cuando se la pone pierde frescura, como los caballos domados) todo parece posible. Ves a Mariano, en fin; ves a Rivera con esa pinta de falangista reinventado; ves a Iglesias en su lerrouxismo de descamisados y te dices que el camino de la salvación es Sánchez, concebido para las portadas de las revistas de los periódicos del fin de semana sentado en un porche con fondo de manzanas verdes.

Su voz llega precisa y algo escasa, sin el regodeo de andaluz profesional (Borges) del gran Felipe en sus mejores siglos; pero es suficiente. Conceptos claros, frases tuiteadas para el personal que entran como cuchillo en las conciencias adormiladas del desnortado personal sociata. Dice, por ejemplo: somos la izquierda. Y, por fin la gente se desmaya por el fogonazo de la inspiración. Por fin, por fin, ya era hora. Aleluya.

Así que, descontada por el momento Susana y su evaperonismo verdiblanco, todo lo que queda es volver a la gloria del ochenta y dos del siglo pasado: hay mucho trabajo por hacer, mucho tejido social que recoser después de tantos años de austericidio para que los ricos sigan siendo cada vez menos y más ricos y los pobres cada vez más y más pobres. Nada hay en la apariencia que debiera interponerse entre Sánchez y la victoria.

Por detrás.-  Una vez de pequeña, demasiado curiosa para estarme quieta en mi asiento, la di la vuelta al escenario de un teatro de marionetas que pasaba por mi pueblo. Fue peor que lo de los padres y los Reyes Magos; peor que cuando vi a al cura sin sotana; peor que cuando siempre estaba nublado. Los cristobitas estaban sujetos a unos palos y los palos sujetos por un hombre mayor y demacrado y una señora sin años y sin maquillar. Me sentí traicionada. Me hice triste y mayor y supe a ciencia cierta que todo era mentira, como luego supe con certeza. Es la sensación que reaparece cada vez que veo a Sánchez por detrás. Siempre es lunes. Y no veo nada. Nada.

Los puretas de Montaigne.- Busco una cita de los ensayos de Montaigne y, no sin fortuna, acabo encontrándola: un lisonjero/consejero adulaba al rey de Esparta asegurándole con grandes aspavientos que la cosa pública funcionaba a las mil maravillas y permanecía segura porque él sabía gobernar bien. A lo que el rey respondió: es al revés; esto funciona porque es el pueblo el que sabe obedecer bien. Estos puretas (medio) pensionistas tienen toda la pinta la pinta de haberse hartado de obedecer bien y ya no es posible devolverlos a la botella de los viajes a Benidorm con el inserso. La paradoja del alargamiento de la esperanza de vida es que las abuelas se hacen fumadoras y refractarias a la obediencia.