El posicionamiento frontal de Ciudadanos contra el consenso –precario pero consenso– de los demás partidos de la Cámara en materia de financiación autonómica ha introducido en la política andaluza una súbita variable de incertidumbre que no se ha conocido durante los cerca de tres plácidos años que han pasado desde que la formación naranja hizo posible la investidura de Susana Díaz.

Aunque los tiempos parlamentarios no se han agotado y Ciudadanos todavía puede sumarse al documento de mínimos con las enmiendas que los grupos decidan incorporarle finalmente, lo cierto es que se trata de la primera discrepancia de fondo entre los dos socios de investidura.

Ordinalidad y fiscalidad

Incluso Susana Díaz y Albert Rivera han llegado a polemizar en público y a través de los medios sobre el asunto. Ciertamente, la sangre no parece que sea mucha ni que tenga demasiada prisa en llegar al río, pero es significativo que el PSOE acuse a Cs de querer introducir en el sistema la ordinalidad en detrimento de la solidaridad (y que Cs lo niegue) y, a su vez, que Cs acuse al PSOE de propugnar un modelo que implica subir los impuestos (y que el PSOE lo niegue).

Tanto los mutuos reproches como la airada reacción a los mismos indica que la comunicación entre ambos socios ya no es tan fluida como antaño. Obviamente, el pacto de investidura no está roto pero el grado de confianza entre las dos partes no es el mismo. Otro síntoma de ese enfriamiento habría sido la prioridad dada por los socialistas a alcanzar un acuerdo con IU y Podemos antes que con sus socios de invesditura.

Cambio de papeles

Quizá lo que más ha desconcertado a los socialistas es que, súbitamente, el PP y Ciudadanos parezcan haber cambiado sus papeles. Todos los observadores daban por seguro que, pese a sus reticencias, Ciudadanos se sumaría al consenso para que Andalucía lleve al Consejo de Política Fiscal y Financiera una propuesta unitaria de modelo de financiación, como daban por seguro que, simultáneamente, el PP optaría por quedarse fuera. No ha sido así.

Sorpresivamente, el PP votó astutamente a favor del documento consensuado por la izquierda, mientras que Ciudadanos votaba en contra con argumentos de cuya sinceridad dudan sus socios parlamentarios.

¿Puro teatro?

Hay, no obstante, buenos motivos para sospechar que ambos partidos pudieran estar haciendo teatro. El PP, con toda probabilidad que lo está haciendo: intuyó que la estrategia del PSOE era aislarlo y decidió no dar ese gusto a sus adversarios. Le pusieran delante el documento que le pusieran, lo firmaría, que ya llegaría el momento de enmendarlo.

El teatro del Ciudadanos sería de otro tipo: le pusieran delante el documento que le pusiera, no lo firmaría, que ya llegaría el momento de entrar en matizaciones.

Sin prisas y con muchas pausas

A fin de cuentas, los dos partidos saben que este año no habrá nuevo modelo de financiación porque el Gobierno no tiene prisa alguna en que lo haya, aunque ambos saben también que Andalucía está infrafinanciada y que habrá que inyectar más dinero –16.000 millones, calcula el PSOE– en el nuevo modelo: la cuestión es de dónde sacar ese dinero extra.

Que Andalucía acuda a la negociación territorial con una propuesta consensuada es importante, sin duda, pero esa importancia se ve muy mermada por el hecho de que el inicio efectivo de la negociación va para largo. Para muy largo.

La Comisión de Hacienda del Parlamento tendrá que debatir el próximo viernes el documento definitivo que se eleve al Pleno, aunque los votos particulares presentados ayer por IU y sobre todo por el PP evidencian la extrema provisionalidad del acuerdo de mínimos suscrito por todos los partidos salvo Ciudadanos. La veintena de votos particulares del PP sugiere que su apoyo al documento de mínimos era, en efecto, puro teatro.

Y en eso llegaron las encuestas

La paradójica conducta del PP y Cs parece estar relacionada con la evolución de las encuestas, que en Andalucía también pronostican una fortísima subida del partido naranja a costa de la formación conservadora.

En ámbitos socialistas se maneja la hipótesis de que Ciudadanos podría estar rompiendo amarras con el PSOE para forzar un adelanto electoral a noviembre o diciembre con el que materializar en escaños lo que auguran los sondeos. Ello explicaría el ‘no’ naranja al consenso sobre financiación autonómica, complementado con el órdago sobre la reforma de la ley electoral, otro de los compromisos de investidura pero cuya materialización debería contar un amplísimo consenso parlamentario que hoy no tiene.

El virus de la codicia

Desde hace unas semanas, a Ciudadanos parecen haberle entrado las prisas. La razón oficial es que solo falta un año para acabar la legislatura y todavía faltan importantes compromisos por cumplir; no deja de ser una buena razón.

La sospecha extraoficial es que a los de Rivera las encuestas les han inoculado el virus de la codicia electoral y están deseosos de que un adelanto en Andalucía los aúpe a la segunda posición a costa del PP y que ese éxito sea el aperitivo de la comilona de las generales que vendrían después, donde se confirmaría a nivel nacional el precedente andaluz de haberse convertido en la fuerza hegemónica del centro derecha.