Fue así: mi altocargo tiene un amigo que es una eminencia, un augur, uno de esos que sacan el dedo al cielo y le salen cuatro escaños de los restos de la ley D’Hont. Lo vemos poco, viaja por el mundo de cátedra en cátedra y a veces, si la cosa acompaña, se toma un Mcallan y se deja preguntar. Por fortuna, fue lo que sucedió el otro día. Afuera hacía un frío desconocido (superfrío dicen ahora los pijos), él estaba facilón, citaba a Joyce: ya que no podemos cambiar la realidad, cambiemos la conversación.

Y la conversación fue sobre la incertidumbre. Nada más hermoso y más cruel al mismo tiempo. Las encuestas vienen quemándonos las entrañas, queremos saber avant macht si Dios existe, queremos lucirnos en las sobremesas con lo último de lo último no-se-lo-digas-a-nadie. Las dos horas (y tres Mcallan) fueron así:

Pregunta: ¿Es verdad “lo” de Ciudadanos?

Respuesta: Hay en efecto una tendencia sostenida. Yo no le haría tanto caso a los fuegos artificiales de Metroscopia, cada vez menos valorada en nuestros negociados demoscópicos, como a la certeza de que no se trata de un ascenso coyuntural sino sostenido.

Pregunta: ¿Cuánto de sostenido?

Respuesta: Lo suficiente para hacerle un roto importante al Partido Popular, una sangría que puede alterar muy seriamente su suelo electoral.

Pregunta:  ¿Y en Andalucía?

Respuesta: No es una excepción; la subida es a costa del amigo Huanma, a Susana apenas le hace un rasguño y los chicos de Podemos siguen en su lenta caída a los números del tradicional papel de la izquierda de la izquierda, tan irrelevantes como ruidosos. Algún día habrá que escribir que la increíble historia de la hegemonía socialista en Andalucía no lo es tanto por los méritos de sus dirigentes y cuadros como por los desméritos y disparates de la derecha.

Pregunta: ¿Y este numerito de la prisión permanente revisable?

Respuesta: Bueno, es uno de los hierros ardiendo a los que se está agarrando el Partido Popular, seguramente. Cercados por la corrupción de los propios y el indescriptible tancredismo de Rajoy, han tirado del viejo manual de hacerse propietarios de los cadáveres. A falta de las víctimas del terrorismo y la apropiación indebida de todos los cadáveres, ahora quieren de nuevo apelar a las tripas de las emociones. Y para eso nada mejor que un padre atravesado por el dolor de la desaparición y asesinato de su hija. Ya sabemos la liturgia: más cárcel aunque seamos el país europeo con los penas más altas. Es el viejo truco de la pequeña parte parte por el todo: bien agitada y manipulada mediáticamente puede convertirse en la nueva posverdad.

Pregunta: ¿Veremos a Zoido de buzo lanzándose a las aguas del Guadalquivir?

Respuesta: No lo descarto. Y no es broma.

Y afuera el frío arreciaba y se hacía de noche.