Juanma Moreno arrasa en los congresos regionales del PP pero no en los corazones de la militancia conservadora. Su liderazgo suscita más indiferencia que otra cosa. En el XIV Congreso de 2014 y pese a no haber tenido una trayectoria orgánica particularmente intensa en la organización andaluza, obtuvo un impresionante 98,54 por ciento de los votos.

Tres años después, en 2017, cuando ya lo conocían los militantes de a pie, el porcentaje de votos en el XV Congreso volvió a ser impresionante, aunque ligeramente a la baja: renovó la confianza del partido para un nuevo mandato como presidente con el 95,04 por ciento de los votos.

La designación

En cualquier otro partido hoy en día, esos porcentajes a la búlgara indicarían que Moreno es un líder indiscutible. Pero el PP no es cualquier partido. Su sentido de la disciplina y su respeto a todo lo que viene ‘de arriba’ no tienen rival, y la designación de Moreno viene de arriba: mientras conserve el beneplácito de Mariano Rajoy vía Soraya Sáenz de Santamaría, no tendrá nada que temer. Ni siquiera los pésimos resultados de las autonómicas de 2015, donde perdió ¡14 puntos y 17 diputados!, hicieron tambalearse su entonces flamante liderazgo.

Su mejor momento político llegaría al año siguiente, en las generales de 2016, cuando, aunque por poco, el PP se puso por delante del PSOE en Andalucía. Aquel buen resultado dio para unos cuantos titulares y para elevar momentáneamente la moral de la tropa popular, pero fue flor de un día.

El espectro

En este 2017 recién concluido, Juanma Moreno no ha logrado marcar un perfil político propio ni afianzarse como alternativa creíble para desalojar a los socialistas del poder. Y ello a pesar de que la larga sombra de Javier Arenas ya no planea –no al menos abiertamente– sobre la organización andaluza. Lo que sí sigue planeando es el espectro de un hiperliderazgo que Moreno no ha conseguido emular: Arenas mandaba en el PP andaluz por méritos propios y Moreno manda por decisiones ajenas.

Si mañana Génova decidiera sustituirlo, es seguro que no habría rebelión alguna entre la militancia andaluza. Ciertamente, la falta de carisma se cura conquistando el poder –así le ocurrió, por ejemplo, a Manuel Chaves en 1990–, pero la trayectoria de Moreno no parece augurar tal cosa.

Los congresos

El año 2017 era orgánicamente importante para el PP porque estrenaba nuevo sistema de elección de líderes a través de una suerte de ‘primarias’ algo sui generis pero con las que se inauguraba la participación directa de los militantes: en una primera vuelta los afiliados que se inscriben en el proceso votan a los candidatos y en una segunda vuelta lo hacen los compromisarios presentes en el congreso. La inhibición de la dirección regional en los procesos congresuales de las provincias más bien ha desconcertado a una militancia acostumbrada a que sus líderes ejerzan el mando.

Y Moreno no parece haberlo ejercido: aunque, con la ayuda de Génova, logró impedir que fueran de nuevo candidatos José Antonio Nieto en Córdoba y José Enrique Fernández de Moya en Jaén, que tenían segura la reelección, los dos consiguieron que los candidatos que ellos patrocinaban se hicieran con la presidencia del partido frente a los promovidos por Moreno. En Granada se impuso con claridad Sebastián Pérez, pero el proceso estuvo enturbiado por irregularidades y hasta amenazas denunciadas por el candidato minoritario Juan García Montero

Y Sevilla

Pero quizá el papel menos lucido de Juanma Moreno tuvo como escenario Sevilla, donde la candidata promovida o cercana a Javier Arenas, Virginia Pérez, logró imponerse por un puñado de votos en medio, también, de una pugna a cara de perro. ¿Apostaba Moreno por el otro candidato, Juan Bueno? Muchos militantes ni siquiera sabían bien a quién apoyaba realmente su presidente regional, cuya inhibición en una plaza tan importante como Sevilla es interpretada más como impotencia que como cautela.

Queda, en todo caso, por saber quién será finalmente el candidato a la Alcaldía de la capital andaluza, donde pugnan el prometedor Beltrán Pérez, cercano a Javier Arenas y a la mayoría que ganó el congreso provincial, y el inverosímil José Luis Sanz, cercano a María Dolores de Cospedal y alcalde de la cercana localidad de Tomares.

En último término el lastre político de Moreno tiene su origen en el modo en que llegó a la presidencia del partido y su continuación en el modo ‘light’ de ejercerla, rodeado de un reducido equipo de fieles que forman en torno al líder una especie de burbuja que lo protege pero impide a su vez la entrada del aire fresco de las calles.