Éste, mi altocargo, rebrincado con sus amigos en el banquillo. Rectifico: con el espectáculo de sus amigos en el banquillo. Cientos y cientos de periodistas, es decir, la pena de telediario pluscuamperfecta. Apagaba la radio, huía de las pantallas. Maldita tu profesión, bendito tu aliento.

Nadie se ha leído el manual de instrucciones (Avendaño, no se lo pierdan), nadie sabe nada salvo el ruido, las transferencias de financiación, el Parlamento como cooperador necesario y, al parecer, veintidós (22) cargos públicos (¿sólo?) que se reunían con nocturnidad para, atención, regalar puñadas de euros a gente que no habían visto en su puta vida. A la pregunta de por qué dos presidentes de la Junta, nosécuantos consejeros y millones de altoscargos se conjuraron en un bar (supongo) a escondidas del mundo una y otra vez para defraudar millones de euros, lo lógico sería responder que lo hacían para enriquecer al dueño del bar. Pero no.

Antes eran bandoleros que robaban a los ricos para dárselo a los pobres; luego fueron los paniaguados del plan de empleo rural como tontos útiles y ahora una red clientelar para que Chaves y Griñán y Gaspar y Mandalena y Vallejo y todos los demás (incluido mi altocargo) sintieran el calor del establo.

Así que hoy tocaba una carta de mi altocargo pidiendo perdón por no estar con/como ellos en el banquillo. Querido/a: (Manolo, Pepe, Mandalena, Gaspi, Paco,): sólo para decirte que  sigo aquí sin fiscal que me pretenda. Chaves con su noble prudencia; Griñán con su sabia suficiencia; Mandalena con su natural autoridad; Gaspar con su infinito trabajo; Vallejo con su talento certificado. Gobernaban para tener una red clientelar de desconocidos agradecidos. García Márquez lo decía de otra manera; escribo para que me quieran. Luego gobernar bien a sabiendas, escribir bien a sabiendas es una forma de prevaricar.

Muchas veces en estos años antes de las redes sociales, mi altocargo y yo hemos hablado mucho y bebido (bueno) hablando de la independencia, de Montesquieu (perdón), de la división de poderes y siempre hemos concluido en un imposible ideal entre el corporativismo y la voluntad popular. Y a la sazón mi alrocargo me recordaba el insólito episodio de su colega Paco en los años de trenka y universidad. Paco se había currado una campaña de pasquines y pancartas admirable para ser elegido jefe de la organización. Pero tenía un problema: era un coñazo. El día de la asamblea decisiva, Paco no salió elegido ni de vocal. Pidió la palabra:

-Esto no es democrático porque no me habéis elegido a mí.

A su manera, tenía la misma manera de la señora Alaya. La independencia judicial empieza y termina en su mismidad. Sólo que le iría mucho mejor si de paso se aprende la reforma de la Ley de Enjuiciamento Criminal para que no se le retransmitan las intenciones. Yo sé que Manolo, yo sé que Pepe, yo sé Gaspar, yo sé que Mandalena, yo sé que Paco y etcétera están atravesando los momentos más duros e injustos (sí, sí injustos) de su vida, mi vida, me dice mi altocargo. Pero, coño, vaya, vaya, vaya este patinazo de Alaya que viene a ser una gozosa y surrealista felicitación  de Navidad.