La dicción de Escuredo no llega clara en la radio; su andaluz de Estepa es una base infantil de habla cordobesa de Puente Genil horneada después en Sevilla y tiene su miga. Muchos años atrás, cuando recorría los ayuntamientos andaluces de norte a sur y de este a oeste en pos de sumas para el referéndum escoltado por un policía y un puñado de periodistas, Rafael pasó como novísimo héroe local por su pueblo y se acercó a saludar a las monjas de su colegio. Una muy mayor y emocionada le dijo con el mismo acento:

-Rafi, ¿eres tú?

La dicción es de la campiña, la grabación no parece buena o el ruido del coche o que en ese momento estábamos distraídos mi altocargo y yo a ver quién aguantaba más minutos sin decir secesionistas y eso. Escuredo conversa con Susana sobre el cuatro de diciembre, ahora que todos hemos vuelto a ser otra vez del cuatro de diciembre. Según algunas maldades verdaderas, esa conversación con radio tenía que haberse producido con Pedro Sánchez, tal y como hizo Teresa con Pablo Iglesias o Moreno Bonilla con Sáenz de Santamaría.

El formato era jefe andaluz&jefe español de la misma religión y a Susana le hubiera correspondido platicar con Sánchez. Dicen que Gómez de Celis lo intentó con todo su afán, que se atrevió, que llamó incluso al móvil de la presidenta pero allí lo que había era una pared. Susana no quiere que Sánchez le toque ni un centímetro de Andalucía, mucho menos de sus cuatro de diciembres ni de sus veintiochos de febrero ni sus blas infantes, que ahora van a ser de uso intensivo.

Y para eso nadie mejor que Rafael, el inventor del tinglado andaluz de la autonomía reactiva y plena. Los catalanes, los gallegos y los vascos querían su rollo aparte. Escuredo empezó a repartir a granel la gasolina del agravio y un andalucismo rabioso y feliz atravesó los campos y las alamedas y las pancartas y las manifestaciones hasta las playas del 151. En eso Rafael era y es el único.

La dicción resulta estepeña, la grabación tiene taras externas, seguramente ruidos de sala, mi altocargo y yo seguimos con buen ritmo a no decir Puigdemont  ni Junqueras ni tacos afines para esa izquierda de mierda que se dice separatista, pero aun así, a propósito de cómo van a reaccionar los andaluces ante los nuevos o viejos desequilibrios territoriales, Rafael se responde a sí mismo en voz no muy alta o le dice a Susana o lo dice al personal del patio de butacas o es un pensamiento que le puede demasiado para quedarse dentro.

A Rafael siempre le pudieron los pensamientos en voz alta. Lo pensaba y lo decía y levantaba las ampollas, especialmente de Guerra, también de Felipe y tal vez por eso fueron a por él o lo dejaron caer o las dos cosas a la vez. El caso es que a Rafael se le oye decir sin esos dobles lenguajes que ahora menudean tanto por la política:

-Habrá que salir a la calle otra vez.

Y en ocho palabras, solo en ocho palabras, cuarenta años después, Rafael dejaba de nuevo en el aire el perfume de la rebeldía. Es lo que tiene este Escuredo, bonica, remató jocoso mi altocargo: te lo llevas de pareja a una conferencia institucional con radio y acabas envuelta en la verdiblanca y declarando huelgas de hambre contra los abusos/atropellos/balanzas fiscalesterritoriales.