La ficción había logrado imponerse a la realidad en todos sus extremos, al menos durante unas cuantas horas. Las que duró la versión de que Sergio Mora, el Yeyo, había logrado escapar al cerco policial huyendo en un helicóptero. Correcto lo del cerco y correcto lo de ha huida, pero no del todo lo del helicóptero: es más probable que el Yeyo escapara en un coche, con toda seguridad tras recibir un chivatazo de alguien. Lo cierto es que parece que se lo hubiera tragado la tierra. En estos casos, en las pelis siempre dicen ¡maldita sea!

Pero incluso quitando la guinda narrativa del helicóptero, el caso Yeyo no tiene nada que envidiarle a las películas. La Policía Nacional hacía uso de su cuenta oficial en Twitter y Facebook para publicar la foto del Yeyo y pedir la colaboración ciudadana: "Desmantelada red de tráfico de hachís –decía la comunicación policial–. Hay 14 detenidos, pero buscamos a su líder huido en la operación, un empresario onubense conocido como Yeyo. #091 #062 #Wanted".

Un hombre normal

La imagen del Yeyo difundida por la Policía a través de las redes sociales muestra a un hombre más bien joven, tal vez entre 35 y 40, puede que alguno más pero también que alguno menos, con buen aspecto físico, barba de tres días, cara rellena pero no gorda, cabeza redonda, cráneo simétrico, nariz recta y pequeña, cuello recio, mirada inteligente pero desconfiada, su gesto –nada torvo– sugiere que mientras lo fotografiaban para la ficha carcelaria estaba concentrado y como pensando en otra cosa, tal en vez sopesando en qué diablos se había equivocado e ideando la manera de evitar errores en el futuro.

La Policía Nacional llevaba mucho tiempo –exactamente 22 meses– preparando la operación, que culminó en vísperas del puente de la Constitución con la detención de 14 personas y la incautación de 5.100 kilos de hachís, además un helicóptero, una avioneta, un ultraligero, seis embarcaciones, dos motos de agua y diversas armas de fuego.

La operación la llevó a cabo el Grupo 12 de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) Central del Cuerpo Nacional de Policía, en colaboración con la Guardia Civil y la Agencia Tributaria y bajo la dirección judicial del Juzgado Central de Instrucción 5 de la Audiencia Nacional.

Una banda importante

Quedaba así desarticulada una de las principales bandas dedicadas al tráfico de hachís que operan en el sur de España. Caía la banda pero no su cabecilla: el Yeyo lograba escapar y permanece en paradero desconocido. De momento, ni rastro de él. La operación sigue abierta. Y lo seguirá hasta que la Policía dé con Sergio Mora, cuya ambición como delincuente no conocía límites: lo último que planeaba era comprar unos terrenos para construir una especie de 'narco aeroclub' para introducir cocaína en la Península utilizando hidroavionetas.

Como los gánster de las películas de Scorsese que alguna vez fueron detenidos y tuvieron que pasar una buena temporada a la sombra, el Yeyo era extraordinariamente precavido. De hecho, si no lo hubiera sido hoy estaría a la sombra junto con sus hombres. Tras haber pasado por la cárcel, disfrutaba del tercer grado penitenciario y en apariencia era un honrado ciudadano que cumplía la ley y pagaba sus impuestos regentando un conocido establecimiento hotelero de Huelva. Pero en realidad se trataba de una tapadera. Como en las películas de Martin Scorsese.

Un trabajo fino

La banda del Yeyo estaba altamente profesionalizada. Funcionaba con una doble estructura: una dedicaba exclusivamente a asuntos financieros como la recaudación y el lavado de dinero y la otra centrada en la adquisición, transporte, almacenamiento y distribución de hachís por todo el territorio nacional; al frente de esta última el Yeyo había puesto a un mecánico naval.

Según la información policial, esta estructura logística operaba bajo un severo régimen paramilitar y contaba con "sofisticados medios tecnológicos" para la identificación y seguimiento de vehículos policiales en la zona.

Uno de los lugares por los que introducían la droga desde Marruecos era el río Piedras, en el término municipal de la localidad onubense de Cartaya. Utilizaban para ello veloces embarcaciones semirrígidas que guardan una relación óptima peso/velocidad, activaban dispositivos de vigilancia terrestre, marítima y aérea antes de transportar y desembarcar la droga, se comunicaban a través de móviles encriptados, utilizaban enlaces mediante los cuales se aseguraban la confidencialidad y hacían uso de códigos que reflejaban en clave la información básica de cada fardo, como el precio, la calidad y el destino de la droga. Como en las ‘pelis’.