En sus tarjetas de presentación, la editorial sevillana “El Paseo” se identifica como una empresa “independiente y no especializada”. En rigor, justamente en eso consiste “darse un paseo”, en divagar, deambular al buen tuntún, sin más norte ni guía que el gusto o los estímulos más espontáneos. El paseante, sin embargo, también tiene lógica y también hay una coherencia interna que gobierna sus pasos y que, si conociésemos su temperamento y carácter, podríamos adivinar.

El director de esta recientísima editorial, pues apenas llega a los 17 meses de vida, es el onubense de tierra adentro (de la misma Aracena) David González Romero, un profesional con larga y ancha experiencia en el corte y confección de libros. Dieciocho años ha pasado David González editando libros para Almuzara y Berenice, pero ahora, como en su día hizo José Luis Perales, trabaja por y para sí mismo.

“El Paseo” se organiza en cinco colecciones: El Paseo Central, dedicada a la literatura; El Paseo Bizzarro, con especial atención al humor, el ingenio y lo irreverente; D-9-A-99, una propuesta editorial de lectura conjunta para todas las edades; El Paseo Local, que reúne títulos centrados en lo local sevillano y Manuales, una línea de libros prácticos asociados a la creatividad.

Lo más nuevo de “El Paseo” acaba de aparecer y es un ensayo titulado “La Semana Santa de la Transición”, del historiador Manuel Jesús Roldán, un oportuno recuerdo de aquellos días en que muchos socialistas pasaron de la clandestinidad y la multicopista a llevar vara en la delantera de un paso palio y condecorar imágenes.

Para saber más de este “Paseo” nos metemos en los zapatos de su locuaz y prolijo responsable, David González Moreno.

Para empezar, ¿podría decirme cuál es la “filosofía”, temperamento o carácter de su sello editorial? El catálogo de una editorial es su código genético, ¿no?, ¿cuál es el suyo?

Hay gente que ha tildado a “El Paseo” como editorial de autor, porque hay una indefinición en función de los múltiples intereses que abordamos, pero esa es nuestra filosofía, nada de especialización.

Queremos ofrecer lo alto y lo bajo bien juntitos, es decir, es un gustazo editar a la vez a @Rancio o cosas del carnaval de Cádiz, muy serías oiga, pero catalogadas comúnmente a la baja, como cultura popular, y al mismo tiempo ensayos sesudos de pensamiento político y cultural, en torno a las vanguardias centroeuropeas, por ejemplo, el dadaísmo, que, en su momento, era igual de carnavalero, no se crea, pero que hemos santificado desde el plano de cultura hegemónica.

Si quieres una filosofía, sería la de romper las barreras entre lo cultural hegemónico y lo cultural subalterno. Porque desde lo literario hay mucha queja de que no se lee y demás, pero también hay mucho exclusivismo cultural. Y desde el lado subalterno hay mucha queja por la falta de consideración, pero también en lo “pop” hay muchos que se creen que todo el monte es orégano. Se trata de exprimir un jugo común que nos permita extraer del carnaval de Cádiz tensiones muy parecidas a las del dadaísmo en Zúrich. “El Paseo” es un homenaje a la plaza de mi pueblo, Aracena, en Huelva, pero también a uno de mis autores favoritos, a Robert Walser. Con eso se lo digo todo.

“El Paseo” viene tras una larga experiencia en el mundo editorial, Almuzara y Berenice, de casi veinte años, ¿qué ha sacado en claro de todo ello?

– Desde el punto de vista del oficio muchísimo. En esos años he hecho de todo y siempre agradeceré muchísimo a las personas que me han impulsado y me han permitido explayarme en lo que más me gusta, hacer libros, y además con un buen trato. Desde el punto de vista empresarial y comercial poco, la verdad. En esto del libro uno no sabe cómo acertar. Vas con miedo a sacar una novela gráfica sobre Emmy Ball Hennings, una señora completamente desconocida, y resulta que ya no tenemos libros para servir, y después publicas un ensayo lucidísimo y brillantemente escrito sobre Trump, Trump. El león del circo, de Paco Reyero, piensas que te adelantas, que aciertas, tiene una promoción despampanante y, aunque ha ido indudablemente bien, pero no es la bicoca que esperabas. El horizonte de expectativas en esto del libro se rompe más que en una película de Hitchcock. Quizás ahí está el secreto de lo adictivo que es esto de los libros, porque si se supiera qué libro es el que va a funcionar entonces los harían los bancos o Google. En el fondo, mucho de la edición así en plan independiente tiene algo de cobayismo…

Pongámonos campanudos: el libro tal y como lo hemos conocido, en papel, con sus guardas, su lomo y sus cubiertas, coexiste ahora con el libro digital. Hoy cualquiera puede llevar metida en su tablet la Biblioteca de Alejandría. Cuando se pasó del papiro al pergamino o de éste al papel, lo que cambiaba era solamente el soporte físico, y aun así hubo quienes se resistían a leer en un volumen lo que estaban acostumbrados a leer en rollos. Lo digital, ahora, no sólo afecta al soporte, sino que el canal acaba modificando el mensaje y el contenido. Los escritores lo saben y toman nota, pero ¿a qué r

¿Cuánto espacio me das para responder? No, en serio, en esto del libro digital ha habido una campaña orquestada por el impulso de los fabricantes del hardware, pero en cuanto ese excedente se ha controlado, se ha acabado la fiebre, y todo se ha tranquilizado. De hecho, me consta que los resultados de las inversiones en el e-book han sido y siguen siendo un quebradero de cabeza. Vamos a una coexistencia pacífica y larga. Y como bien dices, no es una cuestión de soporte, sino de formato. Es absurdo intentar imitar la experiencia de la página clásica del libro en un aparatejo electrónico.

Por otra parte, la lectura en digital funciona como un pergamino, porque tú vas desenrollando el texto con el pase de la pantalla digital. De hecho, los grandes fabricantes le deberían preguntar a los egipcios cómo la gente va a volver a leer mediante un rollo de texto.

Sin duda, el e-book tiene que fabricar sus propios formatos para crear sus propias experiencias. Lo demás es cuestión de comodidad y espacio. En cuanto a la comodidad, todavía no he visto a nadie leer sin el acto físico de doblar el codo. En cuanto a espacio, cuidado, el producto cultural virtual y no tangible ya ha demostrado de sobras que es acumulativo y poco útil: gigas de música que nadie escucha, bibliotecas de Alejandría bajo el brazo que nadie lee de verdad. Quizás sea mejor tener una discoteca y una biblioteca bien ordenadita y bien manoseada. Y que no me hablen de ecología y de bosques… la basura electrónica es ya una amenaza mayor y una nueva forma de colonialismo en África.

¿Qué libro o autor le hubiese gustado editar? ¿Cuáles están entre sus proyectos?

Como editor moderno, hace mucho me hubiera gustado editar la Nueva Heloísa de Rousseau; hace poco, los ensayos de Veblen, Benjamin o Carl Schmitt o los diarios de Hugo Ball; y hace nada, pues las obras completas de Rafael Sánchez Ferlosio. ¡Hay tantísimo!

Entre mis proyectos ya hay algo de eso. Sacaremos el año que viene Glossarium, el dietario más íntimo de Carl Schmitt, escrito entre 1947 y 1958 cuando salió de su ajuste de cuentas con los aliados. Es un conjunto de apuntes diarios donde Schmitt desvela muchos de los arcanos de su filosofía política y jurídica, llena de peligros y de una enorme lucidez. Pero fíjate, tengo también muchísima ilusión por un libro de Semana Santa, una temática que me engolfa muchísimo, un libro de Rocío Plaza que sacaremos el año que viene sobre Los orígenes modernos de la Semana Santa sevillana, que creo va a cambiar la perspectiva de muchas cosas que se dan por sentadas en la propia historia de la ciudad. 

¿Cómo anda la edición en Andalucía?

Como siempre, sobreviviendo. Nunca nos lo hemos creído, aun siendo una región lectora, creativa a más no poder y llena de atractivos. Padecemos a la vez colonialismo cultural y complejo cultural, y eso a veces lleva a cierta esquizofrenia, aunque también a cierto dinamismo lleno de riquezas. La enorme creatividad del Sur viene por ahí, yo creo. Porque aquí gusta lo que se hace fuera, y lo que se hace aquí gusta afuera horrores. Y de alguna manera somos conscientes de ello.

Así, nos gusta leer una novela trufada de slang de negratas de Baltimore pero no aguantamos una novela del carnaval de Cádiz en andaluz, y cosas así. Por eso la expresión de lo popular moderno en Andalucía es algo tan potente y sugerente, porque al final triunfa una chirigota en la que hacen de “macarras de Baltimore”. Así que no sé qué decirte.

Quizás lo mejor sea seguir siendo tan ricamente subalternos. Si hablamos de editoriales literarias, lo mismo, todo el mundo habla de la fiebre de editoriales literarias e independientes de hoy y no se acuerdan de que Renacimiento lleva casi 40 años dando el callo. Todo el mundo habla de Chaves Nogales, y nadie se acuerda de que el que lo editaba cuando nadie lo hacía era José Rodríguez Castillejo. Pero voy a dejar el memorial de agravios que igual nos entran ganas de independizarnos…

Nuestro Señor Jesucristo advierte de que en el día del Juicio Final daremos allí cuenta de toda palabra vana. Si el que profiere palabras necias merece el fuego del infierno, ¿qué no merecerá el que las edita y les da así publicidad?

Desde luego, es un objetivo de cualquier editor no hacer libros necios. Yo, en el fragor de la batalla es posible que los haya hecho. Como editor de mesa se lo aseguro, y pagaré por ello, no le quepa la menor duda. Pero, de alguna manera, Jesús cantó la bienaventuranza para aquellos que pecaron en su camino hacia la verdad. Quizás el buen editor es aquel que se toma en serio la palabra divina y va, poco a poco, dejando de propagar “palabras vanas”. Y es que has dado con la clave, se trata de un problema de fe. Si no tienes fe en un libro, no lo hagas. Te hago una confesión íntima. Como editor profesional a veces me superaba la cantidad de libros que debía hacer en esa dinámica perversa de producir, facturar, etc. Eso me generó muchas dudas con tantísimo libro que pasaba por mis manos, e incluso me hacía pensar si creía en lo que estaba haciendo. En buena medida, eso me impulsó a dar el paso y fundar “El Paseo”.

Ayúdeme a resolver un misterio. ¿Quién, qué y cómo se marcan las tendencias editoriales? A la hora de vestir, los modistos y diseñadores nos dicen si esta temporada se llevan los estampados o las faldas plisadas. Ellos lo dicen, lo han estudiado y observado y luego las marcas hacen los patrones de acuerdo con estas consignas. Vale. Pero en el mundo de la creación literaria, ¿quién marca el ritmo, quién decide el estilo, quién establece que ahora toca, p. ej., la novela histórica, los manuales de autoayuda, de bricolage o de cocina para solteros?

Una cosa son las tendencias, y otra las modas lectoras. Y se dan. Y a veces surgen de forma espontánea. Ese es el triunfo más dulce de un editor, que un libro te explote desde cero. Entre otras cosas porque eso lo construyen los lectores, en general. Otras veces las modas se visten de espontáneas, pero tienen detrás una maquinaria mediática y de inversión muy importante, capaz de crear tendencia. ¿Quién decide que el próximo bestseller hípster sea el libro de un presentador surafricano? Oiga pues no sé, pero ya hemos oído hablar todos de él, y hasta yo le estoy haciendo el juego ahora mismo. ¿Me entiendes? Por otra parte, por mucho que vistamos el muñeco hay cosas que se mantienen por siglos con distinto collar. Ahora parece estar de moda la biografía traumática, pero esta no deja de ser literatura consolatoria, es decir, autoayuda finamente elaborada, que existe desde Horacio. El gusto por lo misterioso, el uncanny anglosajón, que fundó toda una novelística de entretenimiento desde el gusto femenino en el siglo XVIII, sigue siendo la base de toda la novelística exótica, histórica, aventurera y de suspense. De todas formas, como te decía, en el mundo del libro el marketing no lo puede todo. Quizás por eso sigue siendo esto tan atractivo y, a pesar de la madurez del mundo libresco, siguen existiendo cosas como las editoriales independientes.

A veces cuando uno le pregunta a un veterano escritor qué está leyendo, suele responder que apenas lee novedades, que ya solamente relee autores y libros que ha conocido y visitado en pretéritas etapas de su vida. Parece como si la madurez de un lector condujera a éste a la relectura. ¿Ocurre lo mismo con el editor?

Es cierto que, en su justa medida, el rescate es más consensuado y cómodo, porque está contrastado por el tiempo, aunque a veces es muy oportuno o todo un descubrimiento, según en qué latitudes lectoras y geográficas nos movamos. Nosotros tenemos mucho empeño en sacar a Washington Irving de cierto apriorismo cultural, como el excelente y finísimo escritor que era. También tenemos muchas esperanzas en la recuperación de la narrativa breve de Daphne du Maurier, de la que hemos sacado su libro Los pájaros y otros relatos, que contiene la novela corta que inspiró a Hitchcock para su película. Pero el buen editor literario no puede prescindir de su labor con el texto y el autor no consensuados, que exige riesgo, pero tiene la ventaja de que apasiona. En un año y medio hemos sacado a un autor cuasi novel de Cádiz, David Monthiel, con su novela Carne de Carnaval, y ahora mismo tenemos recién sacada del horno una novela gráfica de Fernando González Viñas y José Lázaro sobre Emmy Hennings y la fundación del Cabaret Voltaire, titulada El Ángel DADÁ. Ambos libros están siendo muy gratificantes en todos los sentidos, excelente material, amistad, buena sintonía de trabajo y, además, ventas más que suficientes para no empezar a odiarnos…

… Y Sevilla. Hábleme del peso de lo local en sus planes y obsesiones editoriales.

Bueno, yo diría Sevilla y algo más. Hablemos de literatura localista o de cercanía. En mi caso, son más de veinte años haciendo este tipo de libros y en “El Paseo” estaba cantado que habría sitio para ellos.

Antes de nada, hay algo muy gratificante en este tipo de catálogo, la cercanía y la amistad de los autores. No han dudado en venirse a una historia incierta como era “El Paseo” autores como Fran Nuño, Manuel Jesús Roldán, Julio Muñoz Gijón @Rancio, Rocío Plaza, y más que vienen, y eso siempre lo tendré presente.

Por ejemplo, en este catálogo el caso más llamativo que ha traspasado las fronteras de Sevilla Este con creces, es el de los libros de Julio Muñoz @Rancio. A su nivel, han conquistado su propio espacio por sí solos, son una tendencia espontánea fabricada entre su gracia natural y la receptividad de sus lectores. Y han creado una tendencia de humorismo rancio y localista, que tiene mucho de autoironía y de reírse de lo propio, algo que debería recetarse aquí y en otros muchos lares dependientes o independientes. Tienen una ventas espectaculares, que van mucho más allá de su geografía natural, porque procuran su objetivo fundamental, divertir y hacer reír. Y no me voy a poner pretencioso, pero se cuentan con los dedos de manos y pies todos aquellos escritores que te hacen reír a carcajadas con la palabra escrita. Julio Muñoz ha recogido una tradición de humorismo sevillano que va desde Núñez de Herrera a Garmendia o Paco Robles, y ahora tiene una legión de imitadores. Y no digamos nada de lo divertido que es hacer sus libros y las cosas que te pasan con ellos… Para mí todo este lío sigue siendo motivo de enorme satisfacción.

En realidad, soy muy curioso con todo lo que rodea al territorio en el que vivo, pero no por chovinismo, sino porque me interroga, y hacer libros en este sentido me apasiona. Ahora sacamos La Semana Santa de la Transición, de Manuel Jesús Roldán, un autor con el que da gusto. Ya sacamos con él La historia de Sevilla en 80 objetos. Este último va a romper algún que otro esquema. Y hay más proyectos en torno a lugares increíbles de Andalucía, al Rocío, la contracultura andaluza, nuestras relaciones con el vecino portugués, y de rescate de autores y literatura de por aquí… eso sí, poquito a poco.