Al secretario general del PSOE empieza a ocurrirle con Mariano Rajoy lo que, salvando las obvias distancias de fondo, le ocurrió José Luis Rodríguez Zapatero con la negociación con ETA hacia 2006: que está a expensas de la buena voluntad –o de los errores– de su interlocutor.

Si el presidente no se toma en serio la reforma de la Constitución, y hasta ahora no ha dado signo alguno de que vaya a hacerlo, Pedro Sánchez habrá quedado ante la opinión pública como un pardillo que dio su valiosísimo apoyo a la aplicación en Cataluña del artículo 155 de la Constitución a cambio de un vago compromiso que el líder del PP no tiene prisa alguna por cumplir… ni el líder del PSOE arma alguna para obligarle a cumplirlo.

Un ‘ya veremos’ que oculta un ‘no es no’

Tras haber ganado las primarias socialistas blandiendo la exitosa bandera del ‘no es no’ a la investidura del presidente del PP aun a costa de provocar unas terceras elecciones que habrían sido letales para el PSOE, el líder socialista se ve ahora obligado a no darse por enterado de que el ‘ya veremos’ del siempre remolón Rajoy a reformar la Constitución esconde en realidad un ‘no es no’ en toda regla.

Así lo viene interpretando la mayoría de analistas y observadores políticos. Así volvió a interpretarlo ayer la presidenta andaluza en el acto de conmemoración de la Carta Magna, donde volvió a expresar su completo escepticismo sobre la intención de Rajoy cumplir su palabra en dos asuntos de gravedad: la reforma de la Constitución y la renovación del sistema de financiación autonómico.

Diagnósticos dispares

Sobre ambas cuestiones ya se ha pronunciado bastante enérgicamente Díaz en distintas ocasiones, la última el pasado día 28 de noviembre en una comparecencia institucional con motivo del 40 aniversario del 4 de Diciembre: “Ni el PP ni Podemos tienen interés en la reforma de la Constitución; si Rajoy quisiera, se le estaría viendo otra actitud", dijo entonces en Sevilla y repitió ayer en Madrid.

Pedro Sánchez valoraba, en cambio, con mucha más indulgencia las largas del presidente y se mostraba seguro de que en septiembre del año que viene se formalizará en el Congreso la comisión de reforma constitucional, una vez transcurridos los seis meses que tiene de plazo la actual subcomisión pactada por ambos mandatarios con el encargo de evaluar las debilidades del Estado autonómico. A esos seis de la subcomisión habría que sumar el paréntesis veraniego y tras este, según las optimistas cuentas de Sánchez, por fin Rajoy se sentará en serio a negociar la reforma constitucional.

La fe y la razón

Preguntado por los periodistas en qué se basaba para sostener tan confiadamente que la “derecha se está moviendo”, el líder del PSOE conjeturaba tautológicamente que tras las elecciones catalanas “Rajoy se tendrá que mover” y auguraba que el hecho de que septiembre de 2018 sea antesala de las elecciones municipales y autonómicas de la primavera de 2019 operará en contra del inmovilismo del PP. Quienes le hicieron la pregunta pensaban, sin embargo, justo todo lo contrario.

Sánchez compensa la debilidad de sus razones con la fe en la buena voluntad del presidente. En realidad, no le queda más remedio que hacerlo porque de sostener lo contrario se vería obligado a admitir que Rajoy lo ha engañado.

Papeles cambiados

De todo ello se deriva un escenario socialista ciertamente paradójico, donde los papeles de Susana Díaz y Pedro Sánchez se han intercambiado con extraña simetría: quien ayer era acusada de blanda y hasta de cómplice con Rajoy ejerce hoy de obstinada fiscal, mientras que quien ayer era el más implacable acusador del presidente se viste la toga de abogado defensor dispuesto a encontrar todo tipo de atenuantes en su conducta.