Un año más y este, a pesar de las obligadas reflexiones sobre el ser español y sobre lo que Franco llamó en su Testamento nuestros demonios familiares ocurrido sin casi pena ni gloria el cuarenta y cuatro aniversario de la muerte física del dictador. Y digo esto porque de la política hace muchos más. Cuarenta y cuatro años son los que yo me tiré trabajando en la enseñanza universitaria del español hasta que la salud y la vida me jubilaron y, a diferencia de aquel duende-momia de El Pardo, aquí sigo aún, otros cinco más, dando la matraca periodística opinativa aunque me hayan quitado la certeza comunicativa material del papel y el pequeño estipendio dinerario con  que se me sobreestimulaban un tantico las ganas de escribir, habiendo mermado quizá en repercusión informativa local granadina pero habiendo crecido en la provicial y regional que para eso la prensa transportada por las nuevas tecnologías permite el envío y captura de nuestro trabajo a quien se le antoje conectarse o a quien  dé con nosotros por mera casualidad cibernáutica.

Pues eso, lo dicho, este año, de Franco nada o casi nada, sumidos como estábamos en la crisis catalana, en el Black Friday y en las fechorías de La Manada y otras malas yerbas, léase Rato, Mladìc, Puigdemones y el fallecimiento azaroso del Fiscal Generaldel Estado, que a Rajoy, con esa flor que tiene en el ojil, todo le viene requetebién para hacernos olvidar lo que de verdad pasa y lo que de verdad nos importa. Qué tío, qué potra tiene el gachón desde lo del helicóptero aquel hasta hoy, cuando ya ha dejado atrás a la única que lo emulaba: Esperanza Aguirre. Aunque esto no quita ser cierto que cuanto más lejos llegue y más duren sus galiborleos con la Justicia, mayor serán el dolor de la caída y las huellas letales del panzazo. Vean si no a Torres Hurtado, el arcarde puro y casto con que nos favoreció el santo Cielo a los granadinos, para no hablar de aquella chica teniente de alcaldesa de cuyo nombre (Nieto) ya casi no se acuerda casi nadie aunque sí de sus obras mayores y menores, incluído el Gimnasio de El Serrallo, la casa de Ágreda y las Hermanitas de la Caridad Municipal de la calle Obispo Hurtado, el Palacio de Hielo y su aviso impotente sobre el hotel nuevo (acusica) de la plaza de Isabel la Católica.

Eso mismo de la memoria es lo que le pasa a Rajoy, solo que a él todavía no lo han pillado los de la UDEF con las manos en la masa o que aún no se han atrevido a pillarlo más que indiciariamente que, no siendo poco ni mucho menos, parece que no es lo bastante en esta tierra de promisión para Presidentes de Gobierno descuidados, ligeros de cascos, conducta y moralidad laxa y qué digo laxa, arrebatadoramente laxa y a quienes conviene el eslógan de los años cuarenta de aquella medicina astringente: Señora, si sus hijos tienen trastornos intestinales, deles Laxen Busto y verá que se acabarán cagando hasta en su puta madre...

Y para que ustedes vean lo relativas que son las cosas según el momento y lugar en que ocurren y el color con que se miran, recuerden lo que en su día se dijo del Valle de los Caídos, del Pazo de Meirás, de las tallas románicas del Maestro Mateo y de las demás piezas que componen el escaso patrimonio histórico-artístico y económico de la familia Franco-Polo: que eran una contribución generosa y patriótica del pueblo español a quienes tanto hicieron por España, incluídos los hijos, los nietos y el Marqués de Villaverde, cuya eficacia médico-quirúrgica mató a la madre de mi compañero y sin embargo amigo Juan de Dios Luque Durán, quien la reconvenía en su lecho de muerte postoperatoria gritándole amargamente en román granadino:

-Esto te pasa por tonta, por crédula e insensata y por haber pensado que el marqués era un buen médico hasta para entramparte y pagar lo que no tenías para que te operara un perillán ignorante. Bien merecido lo tienes, so tonta, más que tonta, por haber confiado hasta la muerte (y nunca mejor dicho) en este carnicero.

Y es que en Granada, además de mitómanos, somos tan confiados para lo malo como desconfiados para lo contrario y, si no, ahí está el Metro para demostrarlo, ese tranvía de mierda, como el de Jaén, que la gente acabará por desechar por inútil, en esta tierra del Duque de San Pedro de Galatino.