La peste nacionalista invade todos los espacios: donde antes había un vino charlado sobre los temas capitales (Alayismo, alayismo, etc) ahora tenemos a gente cabreada consigo misma y con el resto del mundo avinagrando los tragos con maldiciones, banderas, estatutos, esteladas, zoidos (nunca fata un buen zoido entre copa y copa), primos charnegos independentistas. El vino se agria, una preciosa tarde de otoño se echa a perder con la palabra patria, amistades de toda la vida se cogen de las solapas de la maledicencia. Estábamos tan agustito con las orejas entre los muslos de la vida y ahora parece que nada existe salvo los balcones en las banderas o al revés.

Mi altocargo piensa presentar una querella en el juzgado de la historia contra Mas como autor intelectual de un pacto tan estúpido como terrorífico: burgueses meapilas rehenes de anticapitalistas ácratas. En sus tiempos mozos hizo lo propio (mi altocargo, Mas era entonces un pijo vagamente nacionalista) contra los comunistas que le habían hecho creer que detrás del telón de acero había ríos de miel y miles de millones de proletarios felices.

En estas llegó Pablo Iglesias, el otro, con Teresa Rodríguez, que gusta más cuando calla que cuando chilla, a explicarnos a los que vivíamos allí entonces que el 4-D y el 28-F fueron la misma cosa o similar o paralela que el maldito asunto catalán de estas. Y es ahí donde a mi altocargo se le saltan todas las costuras. O sea.

Ya no les basta con mearse en la transición, convertir en cómplices de la dictadura a sus víctimas, en bufo teatro la represión y las luchas por las libertades. Ahora nos reinventan la lucha por la autonomía para justificar su populismo de rebajas ideológicas y ocurrencias derivadas de la tontez del derecho a decidir, que acabará por nombrar república independiente al municipio de Marinaleda y general de sus ejércitos al jefe de la policía local.

El disparate no lo es tanto por el desenfoque con que los dos parvulitos de entonces nos lo quieren revender sino por su mala intención. Podían haberle preguntado a sus mayores (Valderas y toda esa vieja y buena gente de la izquierda de la izquierda andaluza que salió a los caminos con la verdiblanca), pero a esta chavalería podemita lo que le pone es inventarse un pasado que le cuadre a sus relatos (maldito palabro) de reinvención de la política.

La cosa es clara como el agua clara, aquella voz de Carlos Cano: se acabe el paro y haiga trabajo/escuelas gratis medicina y hospital/ pan y alegría nunca nos falte/que vuelvan pronto los emigrantes/haya cultura y prosperidad. Andalucía y su autonomía, los cuatro de diciembre, la blanca luz, el verde viento, el hermoso referéndum aquél se hizo contra el agravio que suponía un pacto asimétrico para favorecer a catalanes, gallegos y vascos. Andalucía rescató el equilibrio de derechos para todos los territorios y es la piedra angular sobre la que se asentó el invento del Estado de las autonomías que parece que en términos de libertad y progreso ha funcionado de puta madre. Contra el agravio apareció Escuredo. Contra el agravio apareció Andalucía.

Y a todo esto, terminó mi altocargo con un pronto de amargura, Pedro Pachecho, manda cojones, sigue en la cárcel.

Y al personal se nos quedó un punto de mal cuerpo y, más que nada, de mala conciencia. Pronto y cruel ha sido su olvido.