La Ejecutiva Federal del PSOE creó un problema donde no lo había al poner a los socialistas andaluces entre la espada de Ferraz y la pared de Cataluña. Al remitir a las federaciones territoriales una circular ordenando no apoyar “sin autorización” mociones como la de Ciudadanos en el Congreso en defensa de la legalidad constitucional en Cataluña, la dirección del partido ensanchaba todavía más la grieta que la separa de la federación más poderosa del partido y la misma donde Pedro Sánchez no venció en las primarias.

Aunque los socialistas andaluces votaron el jueves en el Parlamento autonómico a favor de esa iniciativa de Cs que el grupo socialista del Congreso había rechazado la semana anterior, el temido 'choque de tranvías' entre Ferraz y San Vicente no llegó a producirse porque Susana Díaz ordenó a los suyos buscar hasta el último momento una fórmula que satisficiera a las tres partes: Sánchez, Díaz y Rivera. La fórmula de consenso no pudo aplicarse pero porque la bloqueó Podemos, no porque el PSOE-A buscara la colisión con la dirección federal. Los tranvías se rozaron, sí, pero no hubo choque.

La ‘bolsa de rebeldes’

Tras las primarias en las que resultó vencedor, el secretario general no ha incorporado la derrota andaluza –parcial en lo aritmético pero total en lo político– a su análisis de la situación del partido y de la suya propia como autoridad primera del mismo.

Un imporante dirigente andaluz lo expresaba con esta crudeza a instancias de EL PLURAL: "Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba sí sabían, aunque les costó aprenderlo, que este partido no se puede gobernar con Andalucía y con el PSOE andaluz en contra; Pedro parece que no se ha enterado".

El hecho de haber ganado orgánicamente donde el PSOE pierde electoralmente y haber perdido orgánicamente donde el PSOE gana electoralmente no resta ni un ápice de legitimidad a su victoria en las primarias, pero es un lastre para el liderazgo de Sánchez que este no está sabiendo gestionar con la altura de miras, la prudencia, la manga ancha y la mano izquierda requeridas para todo periodo inmediatamente posterior a una ‘guerra civil’ en la que han quedado importantes bolsas territoriales infestadas de ‘rebeldes’ que perdieron la guerra nacional pero ganaron la guerra local.

Una defunción sin difunta

Ciertamente, desde Ferraz se hace esa misma acusación a Susana Díaz: que la presidenta no habría incorporado al análisis general de la situación su derrota en las primarias. Muchos observadores no tenemos esa impresión: no la tenemos ahora, aunque sí la tuvimos la aciaga noche de las primarias en que Díaz compareció ante la prensa tras el recuento de votos. Unos días después, sin embargo, la presidenta se comía su orgullo, cuyo sabor siempre es amargo, y certificaba la defunción oficial del susanismo: la guerra había terminado, ella la había perdido y era hora de ‘volver’ a casa.

Y en casa está desde entonces, aunque muchos se empeñen en sacarla de ella interpretando en clave de resentimiento orgánico cualquier discrepancia con Ferraz. Ciertamente, hubo defunción… pero no hubo difunta.

Heridas del pasado, desafíos del futuro

Sean cuales sean, en todo caso, las heridas del pasado y las diferencias con Pedro Sánchez, para la presidenta andaluza la cuestión catalana las trasciende absolutamente: nos estamos jugando, piensa Díaz, la unidad del país, la convivencia y el respeto a la Constitución, a la ley y a la justicia, y es una irresponsabilidad y un error imperdonable llevar al terreno orgánico un desafío tan trascendental.

En realidad, sobre la cuestión catalana no hay discrepancias de fondo entre Madrid y Sevilla. No las hay todavía: lo que sí hay de fondo es una desconfianza plagada de agravios y rencores que no cesa de envenenar las relaciones entre los dos bandos en esta posguerra que se prevé mucho más larga y penosa de lo que querrían los defensores a ultranza de las primarias como herramienta de legitimación y robustecimiento de los partidos políticos. ¿Legitimación? ¿Robustecimiento? Otras primarias como estas y el Partido Socialista vuela en mil pedazos. Y si no en mil, al menos en dos.

Quiénes se sientan y en qué mesa

Sentarse a hablar una vez restablecida la legalidad es una posición genérica unánimemente compartida en todo el PSOE, aunque luego haya diferencias sobre quiénes deben sentarse, en qué mesa, para discutir qué, para llegar adónde o para pagar qué precio y en qué moneda.

Si el PSOE hubiera apoyado en el Congreso la moción de Ciudadanos tal cual o con enmiendas socialistas que los naranjas hubieran podido aceptar, la dichosa moción patriótica habría pasado prácticamente desapercibida, pues a fin de cuentas coincidía sustancialmente con la posición socialista.

Pero, al mismo tiempo, si Ciudadanos hubiera tenido la prudencia política y la grandeza de miras de ahorrarnos a todos esa moción, tan innecesaria por otra parte, el Congreso no habría escenificado una vez más su división en un asunto donde las divisiones conviene escenificarlas lo menos posible.

Por qué, por qué, por qué

Simultáneamente, Ferraz pudo enmendar la moción de Ciudadanos de apoyo al Estado de derecho ante el 1-O de forma que Rivera aceptara sus modificaciones, pero Pedro Sánchez prefirió la inclusión de una enmienda apelando a una salida negociada que sabía –no podía no saberlo– que Ciudadanos nunca podría aceptar. ¿Por qué lo hizo? ¿Porque el PSC no quiere darle bazas a un partido como Cs que le está comiendo el terreno electoral en el antiguo cinturón rojo de Barcelona? ¿Porque Sánchez quería hacerle pagar a Rivera su desaire de no participar en la comisión para la reforma constitucional impulsada por el PSOE? ¿Porque el secretario general sigue envuelto en la bandera del ‘no es no’ al PP con la que ganó las primarias y votar con la derecha le haría un roto a esa túnica impoluta? ¿Porque no quiere tirar por la borda esa cierta luna de miel con Podemos que acentúa su perfil de izquierdas y que puede ser imprescindible para futuras alianzas de cara a formar gobierno?

Discrepancias en el horizonte

Lo cierto es que, más acá de escaramuzas tácticas y más allá de tantas dudas, preguntas y sospechas, ante el conflicto catalán el PSOE en general y el PSC en particular están donde tienen que estar y donde la inmensa mayoría de sus votantes, andaluces o no, esperaban que estuvieran: del lado de la Constitución y el Estado de derecho y, por tanto, del lado del Gobierno.

Otra cosa bien distinta es dónde querrán estar cuando llegue la hora de bajar desde el diálogo en abstracto al diálogo en concreto: ahí sí es muy posible que surjan discrepancias –quizá insalvables– entre el PSC y el PSOE-A, y será ahí donde Pedro Sánchez y su equipo tendrán que emplearse a fondo para mediar entre socialistas catalanes (y vascos) y socialistas andaluces en busca de una posición común que no violente la Declaración de Granada pero tampoco entierre del todo la Declaración de Barcelona.

El problema para Ferraz es que, con errores como el de la dichosa circular, está contribuyendo temerariamente a volar los escasos y deteriorados puentes que todavía conectan Madrid con Sevilla